NARRADOR OMNISCIENTE
ACTUALIDAD...
Los médicos abrieron rápidamente las puertas de la entrada de emergencia, la chica lucía verdaderamente mal, su cuerpo lleno de sangre.
Su camisa rota por los golpes que recibió dejó al descubierto los moretones en su abdomen.
Los ojos de la chica se veían perdidos, ella hacía su mayor esfuerzo por no cerrarlos. Definitivamente necesitaba ser atendida cuanto antes.
-Diego... -Movió sus labios lentamente para articular pero le fue imposible que pudiera emitir un sonido.
La chica hacia gran esfuerzo porque su voz fuera escuchada, pero fue en vano, lo que se suponía sería un grito en realidad era algo inaudible.
Los enfermeros colocaron una mascarilla en el rostro de la chica, mientras hacían presión una y otra vez con el mango de la misma para aplicar ventilación manual.
-Resiste, Paulina. Estarás bien. -Le dijo una mujer de bata blanca.
Los ojos de la chica se enfocaron en esa persona borrosa que no podía distinguir bien ¿Era una doctora? ¿Acaso una enfermera? Ella no podía saberlo porque además de su mala visión, sus hermosos ojos se llenaron de lágrimas.
-Diego... -Repitió una vez más en vano bajo la mascarilla que le habían colocado.
Su mente, su alma y su corazón pedían a Dios ser escuchados. Pedían que Diego estuviese aquí, quería levantarse, saber si estaba bien y dónde estaba.
El ruido de los monitores que tenía en su cuerpo no cesaban, eran cada vez más potentes, su presión arterial era muy baja y su frecuencia cardíaca estaba disminuyendo rápidamente. El estado de salud de Paulina era grave.
-Su frecuencia cardíaca está en treinta y bajando ¡Necesitamos reanimarla!
Rápidamente instalaron a la chica en el área de choque, preparado el carro de reanimación y le colocaron un equipo para pasar líquidos por sus venas.
La voz de la doctora que estaba junto a la chica se volvió cada vez más inaudible para ella, como si estuviese bajo el agua y le fuese imposible escuchar.
-¡Paulina! No cierres los ojos. -Le ordenó con firmeza.
Pero el sueño estaba logrando vencerla, cada vez le costaba mantener sus ojos abiertos. No sabía si sería capaz de acatar a su orden pero ella sentía que no tenía el control de su cuerpo.
-Apliquen adrenalina en el suero y ábranla, que pase a carga la solución.
La enfermera puso un medicamento en una jeringa, lo paso rápidamente en el suero y después abrió la manguera del mismo para que la solución pasara sin pausas.
-La presión arterial está disminuyendo también. Frecuencia cardíaca en quince. -Informó la enfermera.
-Preparen el desfibrilador. -Ordenó la Doctora.
Los enfermeros cortaron la ropa de la chica con unas tijeras, la despojaron de sus zapatos y accesorios metálicos y demás y una de ellas los resguardó.
Los monitores estaban vueltos locos, las alarmas eran cada vez más potentes y la chica ya no fue capaz de mantener sus ojos abiertos.
Ya no tenía fuerzas, ya no tenía aliento. Su cuerpo estaba siendo consumido por el dolor y la incertidumbre de no saber nada del amor de su vida.
La enfermera le pasó las paletas del desfibrilador a la doctora, les puso gel y la doctora frotó ambas rápidamente para impregnarlas.
-Todos atrás. -Ordenó a su equipo de enfermeros. -Ponlo en cien.
La enfermera cargó el desfibrilador, la doctora tomo posición y dio una descarga eléctrica en el débil cuerpo de la chica.
Pero no volvió en si.
Y los monitores seguían descontrolados.
-No hay respuesta, no tenemos signos vitales. -Exclamó otro joven enfermero.
-Sube a doscientos. -pidió a la enfermera.
La doctora se preparó nuevamente para tratar de regresar a la chica a la vida.
-¡Despejen! -Ordenó.
Y soltó la descarga con más potencia que la primera. El cuerpo de la chica, por la inercia de las descargas recibidas se arqueó con fuerza en la camilla.
Pero seguía sin reaccionar.
La chica lucía pálida, su cuerpo frío y sus dedos se tornaron color morado.
-Sube a trescientos. Tenemos que hacer ésto ¡Despierta, Paulina! ¡Carajo! -La voz de la doctora se torno en un atisbo de desesperación.
Aunado a la situación de la joven, los monitores seguían sin mostrar signos vitales de la chica.
Ella quería que la chica siguiera con vida. Era la misión del equipo médico, salvar vidas. Más que eso, salvar las vidas de dos jóvenes enamorados que fueron víctimas de un delito atroz y despiadado.
De nuevo. Frotó nuevamente las paletas entre sí. Pidió a todos que se alejaran, lanzó la descarga eléctrica y el cuerpo de la chica volvió arquearse.
El ruido del monitor fue continuo, la pantalla no mostró señales de signos vitales y el equipo médico seguía en la lucha contra la muerte para evitar que la chica se fuera.
El cuerpo débil de Paulina fue manipulado una y otra vez para reanimarla con maniobras por más de diez minutos.
Pero ella no volvió en si de nuevo.
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Sin renunciar a tí ▶️
Novela JuvenilPaulina Meyer de 26 años, una exitosa publicista de la Ciudad, se enamora perdidamente de Diego Albatros, un joven de su misma edad, estudiante de preparatoria y trabajador. Cuya vida estudiantil se ve pausada por la enfermedad de su padre. Obligánd...