Capítulo 1

7 1 0
                                    

Siempre que entro a clases, mis amigos me esperan, pero esta vez sólo me esperaba Renzo, con cara de arrepentido.

Caminé hacia él, y le saludé.

-Hola, Ren, ¿estás bien?

-No, no estoy bien, quería disculparme contigo.

-¿Por qué?

-Porque ayer dejé que ellos te insultaran, y yo estaba asustado, y no sabía qué hacer, y vos estabas triste, y...- Respondió, mientras estaba a punto de ponerse a llorar fuertemente, hasta que le interrumpí su diálogo.

-No te preocupes, no es tu culpa, entiendo lo que te pasó, ¿pero para la próxima al menos intentalo, de acuerdo?

-Bueno, lo intentaré, gracias.

-De nada, andá a lavarte la cara.

Lo acompañé al baño, y lo esperé afuera, pero de lejos venía Daniel, con una cara maniática, con los ojos un poco cerrados, una gran sonrisa, mirando hacia arriba y con la cabeza agachada. Ustedes y yo sabemos que me miraba a mí.

-Maldito criminal, ¿qué hacés acá?- Insultó Daniel.

-Vine acá a aprender, ¿a qué más vendría?

-No sé, tal vez a robar, por ejemplo.

-A ver, ¿es por no tener habilidades primarias?

-Por supuesto.

-Algo que me dijo mi madre, fue que lo que hizo mi familia, no hace que yo también lo haya hecho- dije -Si mi familia es criminal, yo no tengo por qué serlo, así que cerrate el hocico y dejame en paz.

-Tu madre es tonta.

-Mirá quién lo dice.

Daniel me miró frustrado, corrió hacia mí, se me tiró encima y me empezó a golpear. Harry, que lo estaba viendo todo, no hizo más que reírse, correr hacia mí y patearme la rodilla. No recuerdo nada más de ese momento... sólo a mi mamá, llorando, mientras me llevaban en una ambulancia.

-Mi niño, ¿qué te hicieron?- decía mi madre -Por favor, respondeme- seguía, mientras me agarraba el brazo y lloraba en mi abdomen.

Llegamos al hospital, y me dolía todo el cuerpo, prácticamente no podía moverme. Recuerdo unos mínimos fragmentos en los que escuchaba a mi madre. Me llevaban en camilla, y luego desperté en una sala de internación. Mi madre vio que ya tenía consciencia, y se paró de ese mini-sofá, y corrió hacia mí, para abrazarme, pero despacio, porque ella ya sabía en qué estado estaba mi cuerpo.

-¡Mi niño!, ¡Javier!, ¿cómo estás?

-Bi... bien, me duele... todo, p... pero bien- respondí, mientras levantaba despacio mi brazo para tocar mi cabeza -No sé, todo es muy borroso, pero sé que Daniel estaba ahí.

-¿¡Daniel!?

-Sí... y me in... sultó devuelta, y... eso que... le dije lo que... vos me dijiste.

-¿Hiciste algo para provocarlo?

-No... el vino solo.

-Está bien, ¿hablaré con tu colegio para que hablemos sus padres y yo, sí?

-Está bien... muchas gracias, mamá.

-De nada, Jam, merecés esto y mucho más- respondió mi madre, mientras me abrazaba con poca fuerza.

Me dieron el alta ocho días después, porque me hicieron bastante daño como para mi edad, y regresé a clases como si nada, sólo que con muchas cicatrices en la cara, aunque a los cinco meses se me fueron. Recuerdo que mi maestra de primaria se había preocupado por mí, y me preguntó quién me hizo eso, y yo, por miedo, nunca le dije nada, aunque cada día aparecía con un golpe distinto.

El traidorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora