6. La persona que más quieres

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Magnus no le estaba prestando demasiada atención a lo que Clary estaba haciendo; hacía bastante tiempo que conocía los poderes que poseía la hija de Jocelyn Fairchild; era la Clave, siempre tan quisquillosa la que necesitaba una prueba. Siempre habían sido así, habían actuado del mismo modo cuando Henry Branwell, el antepasado de Clary, y él habían inventado los Portales.

No, Magnus estaba más ocupado mirando a Alexander Lightwood de reojo. Días antes el muchacho le había prometido que si salían de aquello con vida le hablaría de él a sus padres; el brujo no tenía mucha esperanza de que así fuera, pero al menos Alec no había tenido problemas en que él estuviera a su lado cuando salió en defensa de Clary, ya que el Cónsul no parecía dispuesto a creerla. De pronto, los ojos azules de Alec y los suyos se encontraron, el nefilim parecía estupefacto y más cuando volvió a mirar a la chica pelirroja. Magnus siguió la mirada de Alec y también se quedó totalmente alucinado, y hacía tiempo que no le pasaba: en lugar de ver a Clary subida a la tarima, estaba viendo a un joven alto, musculoso y cubierto de runas, de ojos azules y cabello negro alborotado, que vestía un gastado jersey negro... Prácticamente como estaba Alec la primera vez que lo vio.
Un pequeño caos se había desatado entre los miembros de la Clave; fue entonces cuando Magnus comprendió que cada uno de los presentes había visto a una persona distinta y, no sólo eso, la persona que cada uno de ellos más quería. Los gatunos ojos dorados del brujo resplandecieron, por la expresión de Alexander, lo había visto a él, mientras que él había visto al joven Lightwood...

Éste cruzó una nueva mirada con Magnus, mientras Clary explicaba un poco por encima lo que había ocurrido, y trataba una vez más de hacer entrar en razón a la Clave para que aceptara un plan no tan descabellado: unir fuerzas con los Subterráneos a través de una runa que les haría compartir las características de su respectivo compañero y luchar juntos en la batalla que se avecinaba. Al mirarle, Alec se sonrojó vivamente y consiguió desaparecer entre la multitud, decepcionando un poco al brujo, sin embargo, lo entendía... la no demasiado abierta madre de su nefilim estaba presente y aquél no era el mejor momento para revelarles que hacia unas semanas que salía con un brujo.

Magnus estaba pensando en todo aquello horas después, tras el gran momento en que la Clave entró en razón y aceptó el plan de la adolescente. Recordó las palabras de Clary instándole a buscar a Alec y pedirle que fuera su compañero, pero sabía que eso no podía ser y no tenía ninguna esperanza de que fuera el muchacho quien tomara la iniciativa...

- Ejem... esto... - la voz un poco tartamuda del nefilim, le sacó de sus pensamientos. - Esto... me preguntaba si querrías ser mi compañero...

Magnus estaba exultante, pero no quería forzar nada y menos con alguien tan inseguro como su ángel.

- ¿Estás seguro, Alexander? - Preguntó el brujo, sólo para darle la oportunidad de echarse atrás. Sin embargo, el muchacho se sacó la estela del cinturón de su traje de combate y alargó la mano para poder dibujar la runa de alianza que Clary les había creado o quizá la mejor forma de describirlo era redescubierto.

Por un momento, el brujo dudó... todos sabían que las runas podían ser mortales para aquellos que no tenían sangre de ángel, pero a su alrededor, varios otros subterráneos estaban recibiendo sus runas sin que les ocurriera nada. Al final, alargó el brazo hacia Alec para que pudiera dibujar la runa, cosa que el joven nefilim hizo con un cuidado y delicadeza que Magnus no esperaba.

Pero había otra cosa que el brujo no esperaba tampoco. Cuando Alec terminó de dibujar su propia runa en su brazo, gemela a la de Magnus, se acercó a él con expresión decidida y las mejillas sonrojadas.

- Alexander, ¿qué haces? - Preguntó Magnus, extrañado.

El joven Lightwood no respondió, sólo tiró del brujo hacia él, para que se inclinara un poco y sin importarle que la Clave casi en pleno, sus padres y todos los Subterráneos presentes los vieran, plantó un gran beso en los labios de Magnus.

- ¿Qué has hecho? - Susurró Magnus cuando se separaron, sorprendido y encantado. El brujo estaba de un excelente humor, aunque temía las consecuencias que aquello iba a tener tanto para su ángel como para él.
- La runa de Clary hizo que viera a la persona que más quería - contestó el nefilim, tímido y más sonrojado aún. - He besado a la persona que más quería.

Los dos se sonrieron mutuamente. Quizá si no morían en la batalla que se avecinaba, había una esperanza para su relación.

Cazadores de Sombras: Las Crónicas de Malec (one-shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora