Cuidado.

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-Venga, sube al coche. Se hace tarde -me dice mi madre, muy seria.

La miro, perpleja.

-Vale...

Hoy, mi madre tiene que ir al médico por la mañana, y mi instituto le queda de camino. Por eso ha accedido a llevarme en coche.

El trayecto transcurre en silencio. Un silencio bastante tenso, a decir verdad. Me estoy empezando a desesperar cuando ella lo interrumpe:

-Ya casi ni me hablas.

-¿Q... qué? ¿Por qué dices eso, mamá?

Ella me mira.

-Es verdad. ¿Te acuerdas cuando te dije que él nunca te querría tanto como yo lo hago?

Trago saliva.

-Sí.

-¿Te acuerdas de lo que me respondiste?

-Claro -no tardo ni medio segundo en contestarle-. ¿Te crees que he cambiado de opinión?

Mi madre suspira y esboza una sonrisa triste.

-No... no. Pero me entristece que ya no me cuentas lo que pasa. Porque, que yo recuerde, la última vez que nombraste a Dani lo acababas de conocer; y te quedabas embobada en medio del pasillo fantaseando con él. Y ahora ya son novios...

Me sonrojo al escuchar esto último. La noticia de que estemos saliendo es todavía muy reciente.

-Te me haces mayor -mi madre me sonríe con un brillo de nostalgia en su mirada.

Río tímidamente.

-Lo siento si no te había mantenido muy al tanto de las cosas. Dani es muy buen niño. Muchas veces es muy pegajoso y a lo mejor un poco infantil; pero es muy dulce, y tiene un corazón que no le cabe en el pecho.

-Si yo no estoy diciendo que sea mala influencia, cariño. Lo que pasa es que llegar a casa y encontrarme a un casi desconocido dormido en el sofá...

Me sonrojo otra vez.

-Primero: no pienses cosas raras, que me das miedo. Segundo: estaba herido, mami. Está lesionado, y no había nadie que pudiera ayudarlo. ¿Qué iba a hacer? ¿Dejarlo a su aire?

Ríe.

-Tú ganas. Confío en ti. Bueno, buena suerte con el examen, tesoro. Espero que el cojo no te halla distraído mucho del estudio.

La fulmino con la mirada a la vez que siento mis mejillas calentarse por tercera vez en diez minutos.

Ya en clase, esperando a que llegue el profesor, mientras todos repasan sus apuntes por última vez o pierden el tiempo hablando de temas que no vienen a cuento, yo saco del estuche el llavero que me regaló Dani.

Sonrío al mirarlo, y vuelvo a recordar la mañana de ayer, el momento en el que me lo dio. Tengo la sensación de que nunca me cansaré de revivir ese flashback.

El descanso le sentó bien, tanto a él como a su tobillo. Aún no podía caminar con normalidad, pero me ofrecí a hacer de muleta andante. Lo sujetaba por la cintura mientras cargaba con su skate con la otra mano.

Había llamado a su padre para que lo viniera a buscar en coche (no podía dejarlo a su aire), pero éste se estaba retrasando. Esperamos en la acera en silencio. Mi mente era un torbellino. Por una parte, la alegría y todas las emociones del beso. Y por otro, la pregunta del millón: ¿qué éramos entonces? Nadie había dicho todavía nada de salir, y me atormentaba la idea de que en ese caso éramos simplemente amigos. No me gustaba nada la idea de haberme besado con un amigo. Eso, en cierto modo, nos daba derecho a los dos a besarnos con cualquiero otro amigo o amiga. Era... ¿cómo decirlo? Una libertad agobiante.

Así que decidí ir al grano.

-Dani... -lo llamé.

-¿Sí, Pink Lady?

Se me escapó una sonrisa al escuchar mi apodo.

-¿Qué somos ahora mismo?

Él me miró, rió dulcemente e hizo ademán de cogerme la mano. Pero yo, inconscientemente, la aparté. Me preocupé por si había sido un gesto desagradable por mi parte, pero al pecoso no pareció importarle.

-Si piensas que eres para mí una amiga como todas, estás muy equivocada. Yo no voy flirteando con la primera que me encuentro. No soy de relaciones; siempre he sido, como me gusta decir, un alma libre. Hasta que encontré a mi alma gemela: tú.

Río brevemente.

-Serías un buen Romeo... con una Julieta más romántica.

-Pero yo quiero a Diana Romero, no a Julieta.

-Que sí, déjalo ya -río, nerviosa-. ¿Entonces...?

-¡Oh! -me interrumpe-. Se me olvidaba. -Rebusca en su bolsillo, hasta dar con algo pequeño. Lo saca y abre la palma de la mano para que lo vea. Es un llavero de un skate y una punta de ballet. Contengo el aliento-. Volviendo al tema. ¿Qué somos? Lo que llevo deseando desde que me enamoré de ti, si así lo quieres. Depende de ti. Así que, eh... ¿quieres... salir conmigo?

No, definitivamente nunca me cansaré de recordar ese momento.

El profesor llega, y me pongo nerviosa por momentos. El pequeño llavero de Dani pretende ser un amuleto. Por el bien del pecoso, más le vale que me funcione, puesto que dejé de estudiar el sábado para atenderlo a él.

Cuando el profesor acaba de dejarme la hoja sobre la mesa y ya está repartiéndolas por la siguiente fila, una bolita de papel me golpea en el hombro. Respiro hondo y me volteo a confirmar mis sospechas. Como suponía, ha sido Nayara. La fulmino con la mirada. Ella me dedica una sonrisa inocente. Voy a coger el papel, pero... me detengo. Al fin y al cabo, cogerlo es lo que ella quiere que haga. Y me niego a darle la más mínima satisfacción a Nayara. Así que esta vez, yo juego primero.

Lo digo en serio, me resulta muy halagador que todavía malgastes tu tiempo pensando en mí y mandándome notitas. Es, sencillamente, conmovedor. Pero supérame, amor. Cada una por su lado. Tuvimos una historia de amor como hay pocas, pero eso es agua pasada.

Doblo la nota, la lanzo a su mesa y empiezo a hacer el examen, riéndome para mis adentros. La veo capaz de pensar que, en efecto, tuvimos una historia que fue más allá de la amistad. En el cerebro de mosquito de Nayara, todo es posible.

Aproximadamente unos cinco minutos después, la respuesta a la nota cae sobre mi mesa.

Dejate de idioteses. Te crees la mejor, te crees ke esa jente en la ke confias te kiere. Pero no te flipes muxo anda. Cuidado.

Y aquí llegó, la antigua Nayara. La que reconoce mis puntos débiles. La única que encuentra la llaga en la que poner el dedo.

Déjame. No tienes ni idea. No hagas como que sabes sobre mi vida.

Tiemblo de rabia, por lo que al lanzarle el papelito, no apunto bien y no llega directamente a la mesa de Nayara. En lugar de eso, le da en la cara a la compañera que está en medio de Nayara y yo: Cristina. La pelirroja levanta la cabeza y me mira con una mezcla de molestia y dolor en sus ojos. Le da el papel violentamente a Nayara y continúa con su examen, como si nada. Se me encoge el corazón. En un principio me acerqué a Cristina sólo por mi mejor amigo; pero ahora, después de haberla perdido, me doy cuenta del aprecio que le cogí. De lo mucho que echo de menos a la Cristina habladora, traviesa, loca.

Observo la expresión de Nayara mientras lee mi contestación. Una sonrisa triunfante se va ensanchando más y más en su rostro. Me mira, garabatea una respuesta y me vuelve a lanzar el papel.

Lo cojo al vuelo, sin pensarlo. Pero... ¿debería leerlo? Nayara ha tomado ventaja. Algo me dice que estoy perdiendo el juego.

Y, como para confirmarlo, abro el papel. Y lo leo.

Se mas de lo ke crees. Yo solo digo eso. Cuidado.

Arrugo con fuerza el papel y lo tiro al suelo. No debería preocuparme. ¿Qué va a saber ella, al fin y al cabo?

Pero... ¿por qué me dice eso? ¿Por qué ahora? ¿Por qué ha conseguido que lo relacione con mis amigos, con Dani? ¿Realmente ella sabe más de lo que yo creo?

FríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora