La tranquilidad en Liones era un espejismo. Aunque los Siete Pecados Capitales habían logrado repeler temporalmente a los Diez Mandamientos, la amenaza persistente de Zeldris se cernía sobre ellos como una sombra constante. Meliodas, siempre vigilado por sus compañeros, se encontraba cada vez más protegido, especialmente por Elizabeth, quien rara vez se separaba de su lado.
Elizabeth y Meliodas pasaban la mayor parte del tiempo juntos. Los abrazos constantes y las manos entrelazadas eran un recordatorio de su amor y un intento de Elizabeth por mantener a Meliodas a salvo de su hermano. Los demás Pecados, conscientes de la amenaza que Zeldris representaba, también estaban siempre alerta, formando una barrera protectora alrededor de Meliodas.
Una tarde en la taberna, mientras todos estaban reunidos, Ban observó a Meliodas con preocupación. "Capitán, te ves agotado. ¿Estás seguro de que todo está bien?"
Meliodas forzó una sonrisa. "Estoy bien, Ban. Solo un poco cansado. Nada de qué preocuparse."
Diane, sin embargo, no podía ocultar su inquietud. "Capitán, hemos notado que últimamente estás más callado y retraído. Si hay algo que necesites, solo dilo."
Elizabeth apretó la mano de Meliodas con fuerza, su mirada llena de amor y preocupación. "Meliodas, sabes que estamos aquí para ti. No tienes que cargar con todo tú solo."
Meliodas asintió, agradecido por el apoyo de sus amigos, aunque no podía revelarles la verdad sobre sus noches de tormento. La preocupación de Elizabeth y los Pecados era palpable, pero Meliodas se esforzaba por mantener una fachada de normalidad.
Sin embargo, la seguridad diurna no podía protegerlo de los eventos que ocurrían en la oscuridad de la noche. Zeldris, consumido por la ira y los celos, observaba con resentimiento cómo Elizabeth se aferraba a Meliodas. Cada muestra de afecto entre ellos era un cuchillo que se clavaba en su obsesivo corazón. A medida que la noche caía, Zeldris activaba su mandamiento de Piedad y, aprovechando la vulnerabilidad de Meliodas, lograba sacarlo de la seguridad de la taberna sin ser visto.
El bosque se convertía en su lugar de encuentro obligado. Bajo el influjo del mandamiento, Meliodas se arrodillaba ante Zeldris, sus ojos vacíos y su voluntad completamente suprimida. Los ojos de Zeldris, llenos de furia y desesperación, se fijaban en su hermano, quien, controlado por la magia, solo podía disculparse sin comprender sus errores.
"¿Por qué te dejas tocar por ella, Meliodas? ¿Acaso no entiendes que eres mío?" gritaba Zeldris, su voz temblando de rabia.
"Lo siento, Zeldris. No lo haré más", respondía Meliodas, sin entender realmente de qué se disculpaba.
La ira de Zeldris no encontraba consuelo, y su forma de desquitarse era siempre la misma: con brutal intimidad. Cada noche, en el frío y desolado bosque, Zeldris se entregaba a sus impulsos, siendo brusco y dominante con Meliodas, quien no podía más que someterse bajo el control del mandamiento.
"¡Agh!, Esperé~ No sea tan brusco,¡Mgh~!" Por más que suplicara por un trato más suave y tranquilo,Los movimientos eran más bruscos a cada momento que Zeldris recordaba a Meliodas cerca de elizabeth
Además,Aunque gritara o gimiera con intensidad nadie podría escucharlos,Es por eso que Meliodas tenía toda la libertad de gemir con intensidad Mientras Zeldris lo castigaba con deseo y frustración.
ESTÁS LEYENDO
Bᴀᴊᴏ ᴇʟ ᴍᴀɴᴅᴀᴍɪᴇɴᴛᴏ - ᶻᵉˡⁱᵒᵈᵃˢ/ᴿᵉᵉˢᶜʳⁱᵇⁱᵉⁿᵈᵒ
Hayran KurguIɴᴛʀᴏᴅᴜᴄᴄɪᴏ́ɴ: Eɴ ᴇʟ ᴠᴀsᴛᴏ ʏ ᴛᴜᴍᴜʟᴛᴜᴏsᴏ ᴜɴɪᴠᴇʀsᴏ ᴅᴇ Bʀɪᴛᴀɴɴɪᴀ, ᴅᴏɴᴅᴇ ʜᴜᴍᴀɴᴏs ʏ ᴅᴇᴍᴏɴɪᴏs sᴇ ᴇɴғʀᴇɴᴛᴀɴ ᴇɴ ᴜɴ ᴇᴛᴇʀɴᴏ ᴄᴏɴғʟɪᴄᴛᴏ, sᴇ ᴅᴇsᴀʀʀᴏʟʟᴀ ᴜɴᴀ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ sɪɴɢᴜʟᴀʀ ᴍᴀʀᴄᴀᴅᴀ ᴘᴏʀ ʟᴀ ɪɴᴛʀɪɢᴀ, ʟᴀ ᴛʀᴀɪᴄɪᴏ́ɴ ʏ ᴜɴ ᴀᴍᴏʀ ᴛᴀɴ ɪɴᴛᴇɴsᴏ ᴄᴏᴍᴏ ᴘʀᴏʜɪʙɪᴅᴏ. Eɴ ᴇʟ ᴄᴇɴᴛʀᴏ...