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No podía evitar mirarlo, sus ojos se dirigían de su computadora a Cristián y de Cristián a su computadora. La mayoría pensaría que la castaña simplemente estaba tomando notas de aquella clase, pero lo cierto era que Noemí no podía concentrarse en las palabras que salían de la boca del moreno. Aquellas cosas tenían poca impotencia luego de notar lo bien que le quedaban aquellos lentes con marco negro, o esa camisa blanca en la que sus músculos se marcaban con el simple hecho de mover los brazos o sino esos pantalones que hacían resaltar sus piernas marcadas. Sin olvidar como el acento cordobés la hacia poder imaginar un sin fin de situaciones junto al castaño. Todo de Cristián te hacia poder pensar un sin fin de situaciones sin siquiera quererlo, aquel cordobés era una persona con la que fantasiar podría ser hasta más fácil que lavarse los dientes en la mañana.
Aunque había un solo problema, Cristián era el profesor de Noemí. Por más de que la castaña fantaseará y fantaseará con su profesor universitario, sabía que todos esos deseos nunca se podrían cumplir, no eran éticos ni correctos.
La castaña simplemente soltó un pequeño suspiro al escuchar el timbre que indicaba la conclusión de la clase, sin muchas ganas comenzó a guardar sus cosas viendo como sus compañeros se retiraban del salón uno por uno. Hace algunas semanas había tomado el habito de salir última entre todos sus compañeros, siempre que tuviera la oportunidad buscaba poder pasar un poquito más de tiempo con Cristián que los demás.
La castaña se levantó de su asiento y a un paso lento comenzó a dirigirse hacia la puerta de salida, en su mente de veinte años recién cumplidos se repetía la secuencia en la que Cristián la llamará para "hacerle unas preguntas" y ambos terminaran cogiendo felizmente sobre el escritorio el castaño. Pero Noemí sabia que era imposible, todos en aquella Universidad ya estaban enterados que el profesor tenía una muy linda esposa con la que estaba desde la adolescencia e incluso era con quien compartía un pequeño hijo de tan sólo un año y medio llamado Valentino. Para nadie era un secreto la familia de Cristián ya que cada vez que tenía la oportunidad los mencionaba muy alegre y fácilmente se notaba lo feliz que Karen y su hijo lo hacían.
