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1972.
   Beverly Hill's, California.
  

¿Qué haces cuándo la gente te decepciona? Nada. Bueno, aparte de llorar semanas, extrañar y lamentar por haber confiado en una persona tan nefasta. Nada.

—¿Kath? —lo miré de reojo. Se nota nervioso, traga saliva con dificultad y no a dejado de mirarme desde que le dije acerca de su amorío.
—Terminamos. —repetí por segunda vez.
—No, no… —tomó mi mano entre la suya, pero safe el agarré al instante—. Kath, sólo escúchame. Podemos llegar a un arreglo.
—¿Arregló? —reí sin gracia—. No tiene arregló, cada palabra que has dicho para defenderte sólo te hundió más. Permiso.

Choque mi hombro con el suyo y seguí mi pasó firmé al frente. Tengo un nudo en la garganta, pero no volteare para correr a sus brazos como  siempre lo hago.
¿Entonces se acabó? Sé acabó.

—¡Katherine! —gritó con fuerza a mis espaldas. Debido a ello apresure mi pasó y salí del establecimiento. Me había traído hasta un elegante restaurante pero al ver el lugar nisiquiera quise sentarme en la mesa que había reservado.

Mi mente sabía a lo que venía, no tenía palabras memorizadas pero sabía que tenía que liberarme. Seguía escuchando sus gritos. Dudo que pueda verme entre tanta gente que va pasando. Pero sabe que sigo aquí.

Por ir volteando para ver que tan lejos estaba de el, choque. El muchacho cayó torpemente.
Tú eres la torpe.
—¡Disculpa! —me incliné a su altura en el suelo para ayudarle a recoger sus cosas—. Creó que a ella le encantará el detalle.
Nos miramos al mismo tiempo. Y sus ojos detonaban dolor, pero al mismo tiempo había esperanza.
—¿Estás bien? —él asintió—. Discúlpame una vez más.
—No te preocupes. —nos pusimos de pie. Ahora aproveché para mirar sobre mi hombro y ver que Angelo me mirá como si estuviera matando a alguien y al muchacho lo ve cómo si fuera la persona a la que está matando.
—Mierda… —murmuré sin ánimo, se acerca rápidamente.
—¿Entonces por ésto no podías quedarte y escucharme? —apenas lo conoce y ya piensa que es su enemigo a muerte.
Típico de Angelo.
—¿Qué? —arquee una ceja—. Creó que estás pensando de más. Además no hay algo que deba escuchar salir de tí.
—¡Acompáñame! —jaloneo mi muñeca para que lo siguiera, di unos cuantos pasos. Prácticamente me está arrastrando.
—¡Déjala! —me jaló hacía el logrando que Angelo me soltará.
Ouch, quedaré adolorida de tanto tirón.
—Tú no te metas si no quieres tener problemas. —señaló amenazante con el dedo índice.
—Puede que los quiera tener. —me paso detrás de él—. Vete…
La sola palabra vete, sonó amenazante, pues lo dijo despacio pero claro. Ambos se miran fijamente, cómo si estuvieran peleando por dentro.
¡Que hombre!
—Te buscaré. —avisó sin resignación a darse por vencido—.  Esté no es el fin Kath.
Dió media vuelta y caminó alejándose, él desconocido y yo lo miramos avanzar.
—Creó que tu novio es un loco. —soltó después de segundos en silenció—. Quizá no deberías estar sola a tan altas horas de la noche. Podrían darte un susto.
—¿Tan noche? —miré el reloj en mi muñeca y abrí los ojos cómo platos, el tiempo voló—. ¡Dios!
—Me ofrezco a llevarte, ahora mismo mi conciencia no estaría tranquilo si dejó que te vayas sola.
Le había dicho al chófer que se fuera, no llevó efectivo en la cartera.
No te queda otra opción.
Lo miré fijamente, ahora con más atención y sin preocupacion por quién viene detrás de mí. Cómo dije ya sus ojos ahora solo expresan dolor, la esperanza se perdió.
Es jodidamente atractivo.
Demasiado.
Excesivamente atractivo.
—¿En serio harías eso? —respondí al fin ante su propuesta—. No quiero causar más molestias.
No es una molestia. —miré el ramo de rosas aún en sus manos.
—Creó que estás esperando a alguien.
Bajo la mirada para ver en la misma dirección que yo. Negó en respuesta.
—Ya no…
¿Lo dejaron plantado?
Mordí mi labio superior pensando si debía aceptar que me llevará o no.
Podría ser un criminal.
—Estás inquieta. Mi nombre es Britain si te hacé sentir más segura saberlo.
Claro que no me hace sentir más segura.
—Te agradecería que me llevarás. —al fin acepté. Cómo sea no tengo otra opción.
—Vamos.

Voy detrás de él, cómo si fuera un perrito.
Me abracé a mi misma y frote mis palmas sobre mis brazos intentando calentarme, jamás sentí tantos escalofríos.
Demasiado frío.
Pues claro, mañana empieza la víspera navideña. Debiste abrigarte más.

Llegamos hasta un estacionamiento, el dió un boleto y pago la estancia. Nos acercamos a un Chevrolet Corvette ruge rojo. Elegante.
—Adelante. —abrió la puerta de copiloto.
Suspiré y me acerque para subir. Cerró la puerta despacio y rodeó para subir del lado de piloto.
—¿Dónde vives? —volteó a verme con atención.
—Colonia Franklin Canyon.
—Lejos de la ciudad. —encendió el auto.
¿Debería decir algo?
No, creó que así está bien.
¡Pregúntale algo!
—¿Eres de por aquí? —cuestioné pero el pareció ignorar mi pregunta. Su vista está fija en la carretera.
¿Por qué no te callas conciencia?
Esté es mi trabajó perdedora.
Recosté mi nuca en el asiento y me dedique a ver por la ventana las calles pasar, ¿Qué más podía hacer?
—¿Puedes prender el radio? —me atreví a hacer una segunda pregunta, sólo lo miro de reojo y el nisiquiera me mirá.
Imbécil.
Parecía amable al principio.
Ahora sí, me dedicaré a guardar silenció.
15 minutos después. Así fué, guarde el silenció debido, me había quedado claro que el no quería conversar y tampoco escuchar algo de música.
Miré como el auto se acercaba más a mi casa, pasando entre distintas residencias.
—¿Qué número es? —volteó a verme.
—1119. —contesté sin más.
Paró el auto frente a la casa. Abrió la puerta de su lado y desabrochó el cinturón de seguridad.
—No te molestes. —me apresure para también quitarme el cinturón y abrir la puerta de mi lado—. Puedo sóla. Gracias.
Le dediqué una última mirada y cerré la puerta sin esperar su respuesta.
Caminé a pasos largos y rápidos hasta la entrada. La puerta se abrió y mi madre me mira cómo si me quisiera jalar del cabello.
Miró sobre mi hombro y yo imite su acción, el muchacho aún está parqueado fuera de la residencia.
—Angelo llamó. —dijo y yo no pude hacer más que torcer los ojos y pasar a su lado con brusquedad.
Escuché el portazo que dió cuando paso para seguirme.
—Si piensas decir algo cómo lo que dices cada vez que ese cretino hace alguna bajeza. Ahorra tus sermones.
—Eres una cualquiera Katherine, pensé que Angelo exageraba pero veo que tenía razón. —ambas subimos las escaleras.
—¡Mamá!
—Tenemos que hablar niña. !Tú padre te ah consentido demasiado por eso eres así!
Abrí la puerta de mi habitación y cerré detrás de mi poniéndole seguro para que no pueda entrar. Observó la manilla moviéndose de un lado a otro su intentó de abrir es inútil.
Ahora golpea la puerta con fuerza.
—Tienes que disculparte con Angelo.

Me tiré en el colchón de mi cama viendo al techo. Los gritos de mi madre se ahogaron en mi mente, no la escuchó.
Mis padres se separaron hace 7 años, no fue difícil asimilarlo con 14 años. Era más difícil escucharlos pelear por lo mismo cada noche. Era una rutina.
Papá ganó la custodia, mamá elige un mes cada 5 para poder verme. Soy cómo una pelota. Voy de un lado a otro.
De Francia a California, de California a Francia.
Desafortunadamente, ahora tengo que pasar navidad aquí.

—¿Oíste? —volví a mi realidad—. No sé porque no puedes ser cómo cualquier señorita normal.
El sonido de sus pisadas me avisaron que se iba de fuera de mi habitación.
!Gracias, Dios!

Ahora solo me queda dormir, pretender que es un mal sueño, soñar con como quisiera que fuera mi vida y volver al mal sueño.
—Todo mejorará Kath. —me dije a mi misma en voz bajá—. Algún día todo se va a pintar de color.


Señorita Katherine | Britain Dalton Donde viven las historias. Descúbrelo ahora