02|

125 20 2
                                    

   
    
   
Pájaros cantando.
¿Ya amaneció?
Agarré una almohada y la coloqué sobre mi cara, la luz del día empieza a entrar por las ventanas de mi habitación.

El reloj empezó a sonar escandalosamente.
—!No¡
Me arrastre sobre el colchón para tomar el aparato en mis manos, el cuál estaba vibrando sobre el pequeño cajón al lado de la cama. Lo apagué y lo solté con fastidió.
Deberías tirarlo por la ventana.
Asentí ante mi pensamiento. La puerta se tocó 3 veces con calma.
—!No voy a desayunar¡ —grité con la voz ronca para que pudiese escucharme.
—¿Kath?
¿Qué hace aquí esa loca?
Mi expresión se tornó agria, cómo si me hubiera puesto el jugó de un limón en la boca. Este día no puede ir peor.
Volvieron a tocar 3 veces.
—!Katherine, Greta está aquí! —avisó mamá en voz alta.
Me puse de pie y caminé hasta la puerta, miré al techo rogando porque solo viniera de pasada. Quité el seguro, abrí e intente sonreír al verla.
Al contrario de mi, ella tenía una sonrisa sincera. Greta es la hija de la mejor amiga de mi madre.

Creó que su objetivo es que Greta y yo seamos sus sucesoras.
Me abrazó con fuerza a ella, y soltó un suspiro de alivió. Separó el abrazó y me tomo de los hombros viéndome fijamente.
—!Tenía tantas ganas de verte¡ —sonrió con más intensidad— ¿Cuéntame cómo estuvo Francia?
—Pues, cómo siempre… creó. —me hice a un lado para que pasará.
—Creí que está vez me harías caso y por fin cambiarias de peinado. —se sentó en el sofá observando mi cabello.
Y por esa razón se que ella no es mí amiga. Pues pasá la mayoría del tiempo criticando todo lo que se atribuye a mí.
—Aún se usa así en Francia. —me senté frente a ella.
—Pues sí. —soltó una risita—. Pero solo lo usan así las mujeres de 40 años para arriba. Además estás en Estados Unidos no en Francia querida.
—Entonces soy una mujer de 40 años o más. Me agrada. —Greta me miró como siempre, fijamente, pero había más emociones revueltas en sus ojos. Su sonrisa decía una cosa pero su mirada no podía mentir. Ella también está harta de mí en este momento.
—Mi madre pasará la tarde con la tía Elizabeth. —automáticamente el día empeoró—. ¿Qué te parece si vamos de comprás?
—Tengo mucha ropa. —manera indirecta de decir: no quiero salir contigo.
—¡Anímate! —insistió—. Si no quieres comprar nada, tú compañía será buena para mí. Además estando en las tiendas puedes ver algo que te fascine y podrás comprarlo.
—Bueno… —me quedé pensando en que solo había traído 2 abrigos conmigo en las maletas.
Mañana empezará a nevar y el frío será peor. Y eso que estás dentro de tú habitación.
¿Pero para qué comprar más abrigos?
—¿Bueno? —llamó mi atención, sacándome de mis pensamientos.
—Está bien, vamos. —me puse de pie y caminé para ir fuera de mi habitación.
—¿Irás así? —me señaló de arriba abajo.
Me miré y resople. Tengo la pijama puesta.
—Me cambiaré. —abrí el closet y saqué lo que me pondría—. Ya vengo.
Avisé y fuí al baño, una ducha rápida y me cambié. Había escogido un vestido, según yo, muy elegante. Unas botas blancas que me llegan un poco debajo de la rodilla, una gargantilla de diamantes y unos pendientes del mismo material en forma de flor.
Salí del baño y Greta aún sigue aquí.
—¿Irás así? —de nuevo esa pregunta.
Es un vestido precioso. —me miré en el espejo del tocador y acomode un poco mi cabellera.
—Sí. Pero hace mucho frío afuera. —la miré de reojo.
—Eso ya lo sé Greta. —fuí directo a mi closet de nuevo y saqué un abrigo blanco largo. Me queda a la altura de las rodillas.
(Vestimenta en multimedia)
—Entonces vámonos. —salió.
Tomé mi cartera y salí detrás de ella.
¿Por qué siempre vas detrás de todos?
Bajamos las escaleras. Llegamos hasta la sala, dónde están nuestras madres.
—Kath aceptó ir de compras. —abrazó a su madre, la cuál me sonrió al escuchar las palabras de su hija.
—Que bueno. Diviértanse, y aprovechen para distraerse o ver muchachos apuestos.
—Solo diviértanse, evitemos lo de ver muchachos apuestos. —dijo mamá volteando a verme amenazante.
Parece que tiene un cuchillo en la mirada
—Esta bien, volveremos pronto. —se despidió de ambas con un beso en la mejilla.
Salí primero, sin despedirme. Eso se vió de mal educación de mi parte. Cómo sea.
—!Buenos días señorita Katherine¡ —me saludó el chófer alegre—. ¿Cómo estuvo su cena anoche?
—Pésimo. —sonreí—. Pero no podría quejarme, aveces las cosas malas vienen con cosas buenas al final.
Recordé al muchacho de la noche. ¿Cuál era su nombre?
¿Brandon?
Negué ante mi misma sugerencia.
¿Bryan? ¿Bruno?
¿Britain?
!Sí, Britain¡
—¡Vámonos chófer! —ordenó Greta.
Janier abrió la puerta de pasajero permitiéndonos pasar. Me arrastre sobre el asiento, pues pase primero.

En todo el camino solo escuché a Greta hablar sobre calzado y maquillaje, quejas y anécdotas ‘divertidas’ para ella. Podía sentir una mirada de vez en cuando sobre mí. Janier estaba tan arto como yo de escucharla.
—¿Greta? —ella guardo silenció para escucharme—. ¿Podrías guardar silenció? Mi cabeza está por explotar. Claro no es por ti. Desperté con un dolor de cabeza horrible.
—Cla…claro. —tartamudeo sin más.
El silenció reino en el auto, pero no por mucho tiempo. Habíamos llegado a la tienda que mi querida amiga quería visitar.
Salimos del auto, Janier tendría que ir a estacionarse y nos esperaría afuera.
Entramos a la tienda de apariencia cómo cualquier otra a la que había entrado.
Luces cálidas, paredes blancas y muebles color hueso. Haciendo que esto mismo lo hiciera lucir refinado.
—!Mirá ese vestido¡ —dió brincos de felicidad señalando un vestido negro en un maniquí a unos 3 metros de nosotras.
Corrió en su dirección y como siempre voy detrás para alcanzarla. Pero va de un pasillo a otro, solo habían pasado 10 minutos y ya había 6 mujeres detrás de ella con las manos llenas de prendas que Greta compraría.

Yo también tome algunos abrigos que ví mientras pasaba, en total 5. Me acerqué a una de las cajas pará pagar.
—¿Crédito o efectivo?
—Crédito. —le pasé mi tarjeta.
El pagó se realizó con éxito, me regresó la tarjeta. Esperé a que terminarán de poner mis compras en bolsas. Salí de la tienda con las bolsas en manos una vez las tuve.
Mucha gente en las calles, en todas partes siempre es así. El consumismo navideño los llama.
—¿Nos daría una moneda?
Mi atención fué captada por una mujer de aspecto sucio, y 2 niñas pequeñas del mismo aspecto. Sus hijas.
—¿Una moneda? —deje las bolsas en el piso y busque en mi cartera efectivo—. Ya casi, ya casi…

Saqué 50 dólares que era el único efectivo que traía y sonreí viéndolo. Mi cartera fue arrebatada de mis manos, reaccione al instante. Le dí el dinero con rapidez a la mujer y tomé las bolsas del piso.
Comencé a correr detrás del tipo, toda la gente nos mira intentando entender.
—¡Ayuda, se lleva mi cartera! —grité sin dejar de correr.
Metros al frente pude ver al muchacho de ayer, parado de frente abrazando a una mujer anciana. Él levantó la vista y pareció reconocerme apesar de la distancia.
—¡Se lleva mi cartera! —grité de nuevo.
Pareció entender y llevo su mirada al hombre corriendo delante de mí. Se apresuró y se puso frente a el logrando detenerlo cuando iba pasando a su lado.
Ambos cayeron al piso.
Tape mi boca con mis palmas, que golpe se llevaron ambos. Avancé lo restante para recuperar mi cartera.
—¿Qué pasa aquí? —un policía se acercó.
—¿Y dónde estaba usted cuando lo necesitaba hace 2 minutos? —reproché acomodando mi abrigó.
—¿Estás bien? —me preguntó el rubio poniéndose de pie.
—¿Está bien señorita? —me preguntó con preocupación en la voz la anciana que él rubio abrazaba apenas hace unos segundos.
—Sí. —tragué saliva y miré al oficial—. ¿No piensa hacer nada?
Señalé al ratero aún en el piso adolorido.
—¿Qué debería hacer? Usted está bien, ¿O no? —la anciana y yo abrimos la boca en forma de O.
—Oiga, usted es un inútil. ¿Para qué diablos le pagan?
—¿Cómo se atreve a hablarle así? !El le robó¡
Ambas hablamos al mismo tiempo haciendo que fuera imposible entendernos.
—¡Abuela, tranquila! —la tomó por los hombros—. Deberían estar más atentos a lo que pasa en las calles oficial.
Aconsejó más calmado, él otro hombre ya se había levantado para irse.
—Lo tenemos, no tiene que decirme cómo hacer mi trabajó se lo aseguró.
Dió media vuelta y se alejó.
—¡Katherine! —gritó Greta a mis espaldas, venía corriendo con mil bolsas en mano y expresión confusa—. ¿Qué pasa?
—¡Nada! —respondí frustrada—. Me voy a casa.


Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 12, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Señorita Katherine | Britain Dalton Donde viven las historias. Descúbrelo ahora