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Cuando llegaron al lago, Ni-Ki dejó las luces de la furgoneta encendidas en dirección a la orilla y aparcó lo más cerca posible de ésta. Sin esperar a ver lo que hacía Sunoo, se quitó toda la ropa excepto los calzoncillos y salió corriendo hasta zambullirse de cabeza en el agua. Sunoo, por su parte, se quitó la ropa lentamente, doblándola en el asiento delantero, hasta quedarse en ropa interior y probar despacio el agua con un pie antes de retirarse y comentar.

—¡Dios, está helada!

—¡No seas gallina! —retó Ni-Ki antes de darse la vuelta y verlo en ropa interior. Luego quedó mudo. Llevaba ropa interior de encaje negro. El frío excitaba sus duros pezones desnudos destacándolos a través de la luz lunar. En esos momentos a Ni-ki se le hizo la boca agua por las ganas que tenía de volver a probar el sabor de su cuerpo, pero se contuvo y siguió observando la gran tentación que se hallaba al alcance de su mano. Su bóxer era de encaje, de lo más sexy que se ajustaba maravillosamente a su lindo trasero.

Y mientras él se introducía poco a poco en el agua mojando su exuberante cuerpo, Ni-Ki hacía lo posible por evitar abalanzarse sobre el, con una erección que era insensible al agua helada y que se hacía más grande a cada paso que daba Sunoo hacia él. Ni-Ki se alejó nadando como un loco cuando el estuvo a su lado, para evitar la tentación.

«¿Quién demonios se cree? ¿Flipper?», pensó Sunoo mientras nadaba despacio disfrutando del agua y flotando plácidamente boca arriba con el cuerpo relajado. En ese momento vio por el rabillo del ojo como Ni-Ki se hundía una y otra vez y nadaba con dificultad; se acercó a él seguro de que necesitaba su ayuda, pero cada vez que se acercaba él se alejaba, hundiéndose más en el agua.

—¡Te quieres estar quieto idiota, que te vas a ahogar! —gritó finalmente enfadado, y él reaccionó dejándolo hacer. Cuando llegaron a la orilla, Sunoo lo ayudó a tumbarse sobre una toalla que había colocado en el suelo.

—Un calambre —comentó Ni-Ki dolorido mientras se agarraba la pierna. —Deja que te dé un masaje —propuso Sunoo a la vez que acariciaba dulcemente su pierna dolorida.

—No creo que sea la mejor idea —explicó Ni-Ki, pero seguidamente se tumbó en la toalla.

Sunoo masajeó con delicadeza su pierna dolorida haciéndole recuperar la sensibilidad, pero mientras aliviaba el dolor de su pierna también avivaba el de otro de sus miembros que a cada momento que pasaba estaba más caliente y duro. Así que, sin molestarse en explicarle el efecto que causaban en él sus caricias, Ni-Ki la apartó bruscamente de sí.

—Ya vale, la pierna está mejor.

—¡Pero qué narices te pasa! —gritó Don Perfecto enfadado, preparándose para llevar a cabo una de sus regañinas—. ¡En el agua por poco te ahogas, y aquí intento ayudarte y me apartas como si fuera la peste! Debes estar mal de la cabeza...

No lo aguantó más, verlo allí riñéndole con los brazos sobre la cintura, y el gesto fruncido, mientras miles de gotitas de agua acariciaban su dulce cuerpo cubierto únicamente por un escueto conjunto de ropa interior... Eso lo llevó directo a la locura, y Ni-Ki finalmente acalló sus palabras cogiéndolo entre sus brazos y besando sus labios con la ardiente pasión que latía en su interior impidiéndole emitir sonido alguno que no fueran los gemidos ardientes que no tardaron de salir de su boca.

mpsa ♯݊ˢᵘⁿᵏⁱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora