CAPÍTULO 3

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El sonido calmante del agua era el hogar de Ta Nannakun. Incluso cuando se había ido de casa a la edad de dieciocho años, nunca se había sentido nostálgico mientras estuviera cerca del agua. No podía decir que no había echado de menos la Bahia Brekkle, pero había extrañado más a algunas de las personas que había dejado atrás.

Era un día ventoso, y las olas de abajo chocaron contra el acantilado, el rocío salado impregnaba el aire. Se sentía bien soplando a través de su lacio cabello oscuro. Temprano en la mañana, justo cuando el sol estaba saliendo, era su hora favorita del día. Las gaviotas graznaban en lo alto, ya en busca de su comida de la mañana. Desde que regresó, se sentía como si aquí afuera, solo con el océano, fuera la única paz que encontraría. Sabía lo que la manada pensaba de él, sabía que no lo entendían, pero ahora ellos eran su responsabilidad.

Su trabajo era protegerlos, incluso de la verdad. Si supieran las cosas que su padre había hecho, solo les dolería. Por lo tanto, estaba bien siendo el malo por ahora y aguantaría su ira porque poner a la manada primero era lo que se suponía que debía hacer un alfa.

—Oye, jefe.—Grito Sana mientras salía de la pequeña oficina al lado de su casa.

Ella era la gerente de la oficina de su negocio de carpintería y lo único que los mantendría a flote. A Ta le encantaba trabajar con sus manos, pero no estaba de acuerdo con el aspecto comercial de las cosas. Antes de regresar a la Bahía Brekkle, había trabajado como aprendiz de un genial chico humano en Portland. Ahora estaba tratando de ponerse en pie por su cuenta, así como de cuidar de una manada completa.

—Va a ser otro hermoso día en Bahía Brekkle.—Dijo Sana.

Su actitud positiva perpetua era usualmente contagiosa pero no hoy. Hoy, nada podría hacerlo sentir mejor. Sin embargo, Ta pudo reunir una pequeña sonrisa.

No todos lo que estaban en la manada estaban enojados con él, pero Sana era una de las pocas personas que sabían la verdadera razón por la que tomaba el trato. Sana era solo unos años más joven que él, y los dos habían sido buenos amigos mientras crecían.

—¿Lo es?—Le preguntó mientras ella se acercaba a él.

—Tenemos una reunión con la manada más tarde. Será una noche donde todo el mundo me dirá cómo he metido la pata.

—Entrarán en razón,—Dijo ella.—Tal vez este vampiro sea genial, ¿Sabes?

Él apreciaba que ella tratara de darle una charla, pero se volvió y le lanzó una mirada de incredulidad. Podía ver en su rostro que ella realmente no creía lo que estaba diciendo. Recordaba que cuando eran niños fingirían que él era el alfa. Le gustaba pensar que había ayudado a consolidar su vínculo.

Ella, al menos, ciertamente no había tenido ningún problema en tratarlo como su alfa después de que su padre muriera, a diferencia del resto de la manada.

—¿Cómo va a funcionar, exactamente?—Pregunto Sana.—No pueden salir durante el día, ¿Verdad?

—No, ellos pueden.—Aclaro Ta.—Pero la luz directa del sol los hiere como una quemadura solar muy grave.

—Bien, supongo que puede evitar verlo durante el día si quieres.—Agrego Sana, en lo que Ta estaba seguro de que ella pensaba que era un tono tranquilizador.

No se suponía que fuera así con los compañeros. Ta había crecido soñando con tener un compañero algún día. Recordó haberle dicho a su padre que su compañero iba a ser un niño, no una niña, cuando él tenía ocho años y recibir una bofetada por ello.

Él podría estar tomando a un vampiro como su compañero, pero todavía podría tener un pequeño placer al creer que su padre lo estaba mirando desde el infierno, enfermo de rabia por sus decisiones. Decisiones que había tenido que tomar debido al desastre que su padre había dejado a su paso.

APAREAMIENTO ARREGLADO || TAJEFFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora