Llevaba horas conduciendo desde que partió en la ciudad de Oklahoma para comer; eso, más el esfuerzo de conducir de noche, lo estaba agotando. Incapaz de decidir qué le dolía más, si los ojos o la espalda. Vio la señal verde y blanca a su derecha y lanzó un gruñido, todavía le quedaba una hora y media más de tortura para llegar a Houston.
Ahora, para colmo de males, se estaba quedando sin gasolina y ya no aguantaba más sin estirar las piernas. Sin embargo, a parte ele la gasolinera que había visto anunciada en la misma señal que indicaba el kilometraje, la siguiente área de servicio estaba a menos treinta y cinco kilómetros. Dudaba que el coche tuviera la suficiente gasolina para llegar allí. Lo tenía bien empleado por haberse negado a parar en la gasolinera anterior al ver el logotipo de la compañía, no estaba dispuesto a darles más dinero después de lo que había perdido en la bolsa por su culpa.
¿Por qué demonios no había ido en avión a Texas como solía hacelo?
«Porque Andrew te ha dicho que tenías que tomarte unos días de descanso».
Lo primero que iba a hacer cuando llegara al hotel sería llamar a su compañero de golf' y médico para decirle lo que podía hacer cuando tuviese otro ataque de locura: -Tienes la tensión por las nubes - imitando a su amigo Andrew-. Relájate o acabarás jugando al golf con Paul Getty y Diamond Jin Brady en el club cíe campo del paraíso.
¿Y qué había hecho? Cuando surgió el viaje de negocios a la ciudad de Oklahoma y a Houston, dejó que Drew le convenciese para que alquilase un coche y fuera allí desde Chicago. ¡Conduciendo!
-Disfruta del paisaje para cambiar. Luego, después de acabar con los negocios, toma un vuelo y vete a las islas Cavnlan a pasar una semana y a respirar aire puro. Hazlo por mí, ¿de acuerdo?
Bien, en la prirnera oportunidad, le diría a Drew que, si el Gran Contable del paraíso quería que perdiese su tiempo cruzando en coche la geografía más llana del país, no debería haber dejado que el hombre inventase los aviones.
Lanzó un suspiro de exasperación cuando tomó la salida hacia la gasolinera Peavy's Country Store & Gas, esperando que esa gasolinera ofreciese el servicio de veinticuatro horas que anunciaba.
Cuando se paró delante de un cruce sin iluminar, se dio cuenta ele que estaba rodeado de pinos. No sólo eso, no veía ninguna luz por ninguna parte, y mucho menos tina construcción.
«Esto es como para echar de menos Chicago en la hotra punta».
Con un suspiro de resignación, giró a la derecha, tal y como la flecha indicaba, y deseó poder intercambiar unas palabras con los ecologistas que se quejaban del exceso de población. Lo único que había ahí en exceso eran árboles.
Siguió medio kilómetro más. La vista no cambió, la oscuridad seguía envolviéndolo gracias al bosque al que se aproximaba. Lo único que las luces iluminaron era...
-¿Qué diablos...?
Los faros de su coche alumbraron un coche blanco que le puso de un humor de perros al ver que el conductor era una mujer.
Justo lo que necesitaba, más problemas de mujeres.
De haber sido un hombre, habría continuado su camino y se lo habría notificado al encargado de la gasolinera; sin embargo, no había tenido esa suerte. La mujer estaba junto a su coche agitando un pañuelo blanco con la mano.
Encendió el intermitente y aparcó al lado de la morena con minifalda. Cuando bajó el cristal de la ventanilla, ella se colocó una etano en el exagerado escote de la blusa y se inclinó hacia él.
No se molestó en responder a su vacilante sonrisa.
-¿Problemas con el motor?
Ella le miró y pareció tranquilüarse.
-Gracias a Dios, creí que iba a tener que quedarme aquí toda la noche. ¿Sabe cambiar una rueda pinchada?
Él se inclinó para examinar las ruedas delanteras.
-No veo ninguna rueda pinchada.
-Es la derecha de delante. Siento mucho molestarle, pero...
La mujer se quitó la mano del pecho para apartarse el pelo de la cara, lo que le ofreció una vista de un escote muy generoso y una piel cremosa decorada con el encaje negro del sujetador.
«Sí, no me cabe duda de que sientes mucho molestarme».
Lanzó un suspiro.
-Ahórrate el teatro, encanto. Tengo prisa, pero te llevaré a la gasolinera que hay al final de esta calle; Peavy's, creo que se llama. Allí podrán ayudarte.
Durante un instante, la expresión de ella se endureció; pero rápidamente esbozó una sonrisa.
-Es evidente que no es usted de por aquí; de serlo, sabría que esa gasolinera cerró hace siglos.
Lanzando un juramento, él salió del coche. ¿Qué alternativa tenía? Contrario a lo que su secretaria le dijera cuando le dejó, no era un sinvergüenza, sino un hombre muy ocupado y disciplinado. En cualquier caso, si esa mujer era de por ahí y sabía lo de Peavy's, quizá pudiera decirle dónde...
Ensimismado en sus pensamientos, con el cerebro tan adormilado como el cuerpo después de tantas horas de conducir, oyó demasiado tarde a alguien aproximándosele por la espalda; también, fue demasiado lento en reaccionar. Fue a volverse, pero en ese momento sintió un golpe seco en la cabeza.
La noche estalló en una miríada de luces que le cegaron. Oyó un zumbido. Trató de volverse, pero las piernas le fallaron y cayó al suelo.
Sintió más dolor; después, nada.
Continuará..
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Solo un recuerdo
FanfictionApareció en la oscuridad, como un sueño; salvo que, en los sueños de Serena Tsukino, no aparecían hombres desnudos sufriendo amnesia. Serena no podía negarse a ayudar a un hombre necesitado, y éste la necesitaba más de lo que ella imaginaba. "Darie...