El amor y secretos

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—Ven, por aquí es el restaurante.

—Ya que insistes dejaré que me guíes.

A los diez minutos entramos a un restaurante que se veía muy acogedor, las mesas y sillas eran de madera, supongo que son de roble, las sillas tenían unos cojines bordados a mano, había una lámpara colgando del techo, la cual iluminaba perfectamente la habitación. Lo primero que pude identificar al momento de entrar a ese establecimiento fue el olor a café y pan recién hecho.

—¡Buenos días!, nos podría tomar la orden por favor.

—Espera sabine todavía no he visto la carta, no se que voy a pedir.

—Tu tranquila, te traje para que pruebes lo mejor y lo más rico, no debes de preocuparte yo vengo prácticamente cada semana, de hecho yo ya he probado todos los platillos y bebidas de la carta, nada más dime si no comes algo para no pedirlo.

—No, como de todo, nada más te imploro que no pidas bebidas con alcohol es demasiado temprano para tomar eso.

—Ah que aburrido, nunca es ni temprano, ni tarde para empezar a tomar alcohol. Pero no te voy a obligar, además si las chicas se enterarán de que te emborrache no se de que serían capaces de hacer.

—Muy buenos días, ¿puedo tomarles la orden?

—Sí por supuesto. Van ser dos cafés de grano hawaiano en prensa francesa, un panque de elote, un chocolatin y dos platos de chilaquiles con huevo y frijoles.

—En seguida se los voy trayendo.

—¿Dime porqué no quieres tener una relación amorosa conmigo?, se me hace que seríamos una excelente pareja, pero eres terca y no me das una oportunidad.

—No es que no quiera, sin embargo mi corazón ya tiene a alguien especial y no eres tu.

—No intentes verme la cara de turista, yo sé que Sara no es tu amor como intentas dar a conocer a los demás.

—¡Ja ja ja ja!, no me hagas reír enserió te has creído esa mentira, todos los que me conocen desde hace tiempo saben que ella solo es mi mejor amiga, es como si ella y yo fuéramos hermanas, si la conocieras mejor sabrías que ella era la asistente personal de Caitlin Snow y que se terminó enamorando de ella.

—¡Entonces a quien demonios le pertenece tu corazón!

—No lo digas en ese tono, ni con el léxico que acabas de utilizar, si ella te hubiera escuchado te hubiera dado la paliza de tu vida, es una de las mujeres más elegantes y finas del mundo, te diré su nombre para que nunca se te olvide y cuando la veas no hagas un numerito como este. La dueña de mi corazón es Johanna Constantine, espero sepas quien es y de lo que es capaz ella y su familia.

Mientras teníamos esta charla llegó nuestra orden para desayunar, debo de reconocer que esto es un manjar de los dioses, la verdad es que me podría acostumbrar a comer esto todas las mañanas, ni hablar del café es magnífico, es el mejor café que he tomado en toda mi vida.

¡Ah porque está tan vacío el dormitorio hoy!, ah es cierto Sam se iba a ir a conocer la ciudad con Sabine. Aun me duele mi cabeza creó que anoche bebí demasiado, pero era necesario tomar todo ese alcohol me encontraba muy nerviosa, pensé que después de tantos años los sentimientos de Sara hacia mi ya no existían, pero afortunadamente nada más eran mis pensamientos. Es extraño los hermanos Constantine no me han contactado será que pasó algún imprevisto, no de seguro han de venir hacia la ciudad.

Que raro mi teléfono esta suene y suene, tengo que codificar la llamada o la pueden escuchar.

—Buenos días señorita Snow, me disculpo por no haber llamado antes, eso no es de un caballero como yo.

—No te preocupes, dime como ha salido todo.

—¡Todo ha salido a la perfección!

—¡Entonces por qué han tardado demasiado!

—Perdóname, tu colega la doctora Yuuki.

—Ah nunca cambiará, bueno y que les dijo.

—Nos ha dicho que tu suero de killer frost va bien, también nos mencionó que pronto te hablará Namie Makinami su jefa.

—Ya veo, cuando llegarán ustedes y Brunhilde.

—Llegaremos esta noche.

—Muy bien, dile a Johanna que la pondré al día acerca de su amada.

—Claro yo le diré, adiós.

—Cuídense.

No puede ser como es que la familia Makinami descubrió mis investigaciones, será que no les gusta mi trabajo y quieren que lo deje, no se lo que sucedera y eso es lo más estimulante la duda y la incertidumbre.

—Buenos días, es la doctora Caitlin Snow.

—¿Quién demonios habla?

—No puede ser que nunca hayas escuchado de mi, soy la gran matriarca de la familia Makinami.

—Disculpe, soy una estúpida, por favor no me mate.

—Ja ja ja ja ja, como puedo matar a una de las mejores mentes del siglo, al revés me gustaría que continúes con tus investigaciones, quiero que encuentres la lanza y busca al otro gran científico del mundo, tal vez lo conozcas como el único mago de toda la historia.

—De acuerdo, señora.

—No seas tan formal dime por mi nombre.

—Como gustes, estaremos en contacto.

—Así es, hasta luego.

—Hasta luego.

—¿Cuánto te debo por el desayuno Sabine?

—No me debes nada. Ven quiero que vayamos a un par de lugares.

—De acuerdo.

Salimos del restaurante y fuimos en dirección a su coche, llegamos a su auto y fuimos al distrito comercial de la ciudad, estuvimos caminando por las calles y entramos a una tienda de botas.

—A qué se debe que hallamos entrado a esta tienda.

—Voy a regalarte unas botas, son uno de los calzados más cómodos del mundo.

—No te debías de molestar, ya pagaste el desayuno, se me hace injusto.

—Por favor déjame comprartelas.

—Esta bien, quiero esas botas de piel que no es pesada, con suela antiderrapante con agujetas y color cafés.

—Algo más o con eso se da a bastó la señorita.

—Ah casi se me olvida que sean número cuatro.

—Sí.

—Ten tus nuevas botas Sam.

—Muchas gracias.

Después de eso seguimos paseando por las calles, ya era un poco tarde, pero nos encontrábamos en un parque admirando el atardecer, el paisaje era fantástico, todo lleno de un naranja tan bello, todo esta perfecto, aunque creo que algo está por suceder.

—Sam acercate un poco, quiero estar cerca de ti.

Me acerque y sin darme cuenta acerco sus labios a los mios y me dio un beso, automáticamente le di una cachetada.

—¡Carajo en que idioma te lo tengo que decir no me gustas y acepte salir contigo porque pensé que podríamos ser amigas!

—Ya lo entendí, disculpa no volverá a pasar.

—Vayamos a los dormitorios, ha sido un día largo.

—Será lo mejor.

El regreso al campus fue muy silencioso, al llegar cada quien se fue a su cuarto, al abrir la puerta me llevé una de las mejores sorpresas de mi vida.

—Good night señorita Baudelaire.

—¡Johanna!

Una escritora única Donde viven las historias. Descúbrelo ahora