Prólogo.

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Nunca había denominado a mi vida como algo extraño o peculiar, es más, me aventuraría a decir que siempre había sido aburrida e insípida. O eso había sido hasta ahora, porque claro, todo cambia. Cambios insignificantes o drásticos, pero al fin y al cabo, cambios.
Durante mis dieciséis años, había creído conocer todo lo que se movía a mi alrededor, creía que, todo lo que veía era lo que realmente existía y me equivocaba en demasía, lo que el ojo humano puede captar no es ni un tercio de lo que realmente hay y ésto nunca me había preocupado. Había vivido engañada, haciéndome la tonta e ingenua porque realmente no quería conocer la verdad, no quería conocer el cambio tan drástico que dio mi vida en unos segundos. Pero, que esos segundos, realmente fueron los mejores de mi vida.
Y, cuando digo que mi vida era normal e insípida lo digo desde mi punto de vista inocente e ingenuo; inconsciente, sin saber la realidad.
Mi padre trabajaba -o eso me habían dicho- en una empresa, situada en Italia. Una de las razones por las que no nos veíamos muy a menudo, mejor dicho, nunca. Tan sólo tenía de él fotos, cartas y poco más. Esas cartas... Me las enviaba a diario hasta hace cuatro años, después, dejé de importarle.
Pero este tema ya era pasado -o eso me hacía creer a mi msima-, no le consideraba parte de mi familia. Mi familia era mi madre y mis dos hermanos, ambos mayores que yo. Mi madre se llamaba Alice, el más mayor de mis hermanos Brandom, el otro Laurence.
Creo que no lo he mencionado hasta otra, me llamo Anna, y mi apellido es De Luca.
Si, italiano. Ya que mi padre nació allí, y al parecer, prefirió regresar a su país natal que quedarse a vivir en España con su familia.

Pero como dicen, el tiempo todo lo cura y la herida que causó en mí su marcha también estaba curada.

The throneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora