Tenía frío y los pies me sangraban, aun así, no me moví, permanecí al borde del camino, mirando a ambos lados, esperando encontrarte. En ese momento, sola, con los pies adoloridos y la noche sobre mis hombres, tome una breve decisión: si el auto que llegaba no era el tuyo, sino el de un policía o militar, me dejaría atrapar, y si era el de cualquier desafortunado, le pediría que me regresara a la prisión.
Entonces una luz pálida se dibujo en el horizonte, apartando quedamente la niebla y el pulso se me acelero. Me abrace, tratando de protegerme del frio y del golpe del destino.
-Sube- eras tú. El alivio llego a mi con la fuerza de una cascada, inmovilizándome. Debiste notarlo, dado que bajaste del vehículo y me guiaste al puesto de copiloto.
-Gacia- pronuncié lo mejor que pude y negaste con la cabeza, parecías decidido a no mirarme, vigilando la oscuridad. Te habías desecho de tu saco, podía notar las manchas de sudor en las axilas, pobre, debías estar nervioso pues esa fue una noche particularmente fría. Cerraste la puerta de vehículo, subiste detrás del volante y avanzamos por el descuidado camino.
En ese momento, yo no podía creer que me había fugado, escapado de la prisión, evadido a Francia, burlado al mundo ¿Así era como se sentían los que escaparon de mis garras? Victoriosos. La risa broto en mi como un riachuelo a una cascada, pequeña al inicio y más escandalosa al final. Hasta yo me espante de la histérica que sonaba, más no hiciste nada por detenerme, es más, te reíste igual que yo.
Me acompañabas en mi alivio.
-Che boluda, casi me llevan al bote y vos como si nada- soltaste en medio de las risas, deshaciéndote del moño de tu cuello-. Reunión concheta estaba para el orto. Y luego sospechan de mi porque baile con vos, que se jodan. Todo el mundo me vio en la pista de baile y vos ya no estabas. Si fui yo, pero no tuvieron pruebas, conchetos de mierda jajajaja.
Ay, Argentina, desde entonces te volviste mi protector, mi ángel. Aunque yo para ti fui un capricho de juventud. Una vez el peso de lo que habías hecho se presentó en tu conciencia, te preocupaste por mantenerme oculta y yo no te culpe.
Lo que nos unió esa noche fue una atracción que ninguno sabría explicar. No, no fue sexual, si tuviera que describirlo, para mí fue como un instinto de supervivencia, pero ¿para ti? La verdad, no lo sé, no sé qué te impulso a ayudarme, pero cualquier cosa que fuera, la agradezco de corazón.
Después de nuestra aventura caprichosa, y con los efectos embriagantes del destino esfumados de tu cerebro, te percataste de la gravedad de tus actos, me dejaste en una casita alejada de la ciudad, alejada de ti, más teníamos contacto.
Con el tiempo, note, amigo mío, que el gran defecto de tu personalidad no era tu impulsividad, sino tu orgullo. Puede que no entienda porque me ayudaste, pero si el porque te alejaste. Fue ese orgullo el que te aconsejo mal. No querías que te relacionaran conmigo por lo que podía hacerle a tu persona.
Fue tanta tu necedad, que cuando quise darte un consejo sobre tu conflicto por las Malvinas, me mandaste por mi lado. ¿Tal vez escucharme te habría ayudado a conservarlas? ¿O hubieses terminado en peores condiciones? No lo sé ni tampoco tú.
Con el tiempo, mi forma humana dejo de ser tan anunciada en la televisión, dejándome como un mal recuerdo, algunos se atrevieron a insinuar que estaba muerta. Los más paranoicos venían a tu territorio, buscándome, alegando la única prueba de un contacto entre nosotros, aquel vals.
-Me apena decirlo, pero es la verdad, la invité a bailar porque perdí una apuesta- respondías siempre lo mismo cuando te preguntaban, cansado ante esas interrogantes.
-La verdad si weon, el reto era bailar con Nazi- afirmó Chile un tiempo después y tus demás hermanos. Al parecer, habías alardeado de que cualquier mujer se vería bien bailando contigo, sin importar su apariencia, y ellos mordieron el anzuelo, retándote a bailar conmigo, brindando en bandeja de plata la excusa perfecta para acerté a mí. Te felicito por eso.
Curioso aparato el televisor, todavía me fascina, por no decir de los teléfonos y las computadoras. Nunca me interese por tener un celular, he de ser de los pocos que aun confían en los noticieros televisivos y las radios para ponerse al tanto de lo que pasa en el mundo.
Así me entere de la división de mi tierra y del por qué mis hijos ya no estaban juntos, de la muerte de uno de ellos y del retiro de URSS. También de todos los problemas con los que debías lidiar.
Cada vez que algo nos pasaba, teníamos largas veladas donde te preparaba cerveza y tu me enseñabas baile. Dos lobos lamiendo las heridas del otro.
¿Te preocupaba que intentará hacer de las mías? El tiempo te demostró lo que yo trataba de negar con palabras y acciones. Créeme, después de tener el mundo, y perderlo, ya no tenía ambición por perseguir esa idea. Como un sueño al que no necesitas volver porque se ha concluido... Un sueño al que tampoco quieres regresar.
Dejé que mi cabello creciera y me convertí en maestra, me ayudaste a conseguir un trabajo en una escuela para niños con barreras. Podía expresarme con mis manos y me di cuenta de lo bonito que era enseñar. También redescubrí mi pasión por el arte, siendo la acuarela mi técnica favorita.
Tal vez no merezco la vida que llevo ahora, muy tranquila y simple a como me la visualizaba en el pasado, incluso me he despertado en medio de la noche, con el cuerpo sudado y los ojos desenfocados a causa de las pesadillas. Todos los días me levanto y puedo ver sus sombras, con el rabillo del ojo, son sombras de aquellos que murieron por mí y a causa mía, de aquellos que deje atrás y de todos los que me humillaron.
Pero no te aflijas, mi sol, decidí vivir y tú me disté la oportunidad.
Gracias.
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En una velada
FanfictionCuando los conflictos sociales terminan, casi por leí natural, siempre habrá vencidos y vencedores. Eso lo entendía Third Reich a la perfección, sabría que a partir de ahora, la historia sería narrada por los héroes y su versión importaría tan poco...