Capítulo 3. Ceremonia de la Aptitud

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Axel estaba feliz de poder contar con nuevos amigos. Se había criado solo en casa, aunque sus padres le aportaron todo lo que quiso (siempre y cuando estuviese entre su abanico de posibilidades), le hubiese gustado tener a alguien como los mellizos cerca.

Sus padres, al igual que los de los hermanos Thorn, no poseían nada de magia, pero sí que se mantuvieron en contacto con el familiar del que la había heredado: su abuela materna.

Recordaba con nostalgia los largos viajes en carro que hacían sus padres para llevarle a verla una vez al año desde que tuvo las Fiebres. Su abuela le enseñó alguna que otra cosa, aunque siempre le repetía que no podía enseñarle hechizos ni cómo usar su magia porque estaba prohibido, sí que le dejó varios libros y le explicó de forma simple el funcionamiento del mundo mágico.

Volvió a la realidad durante un segundo cuando Melinda le dio un suave empujón con el codo. Los tres estaban desayunando, junto con Seth y Achilles, sus compañeros de cuarto, pero él llevaba absorto un par de minutos. La niña fue la única que reparó en aquello.

—¿Estás bien? -le susurró. Los demás parecían seguir demasiado concentrados en su conversación como para prestar atención.

Axel asintió con una desbordante sonrisa.

—Sí, solo estaba recordando a mi abuela.

—Oh.

El mayor pudo ver a la niña encogerse en el sitio y bajar las cejas con apuro. Antes de que ella dijera nada, él se apresuró a contestar.

—¡Oh! Ella está bien, tranquila. Es que... bueno, fue la que me enseñó lo poco que sé de la magia. Me gustaría que ella estuviera aquí para la Selección de Aptitud.

Melinda relajó el gesto y le sonrió antes de seguir comiendo. A Axel le hacía gracia ver como sus pequeñas mejillas se hinchaban como si fuera un roedor cada vez que comía algo.

—Estoy segura de que estaría orgullosa de ti. Por cierto, ¿qué es la Selección de Aptitud?

—Es un proceso que se hace cuando entras en Alfheim. Mi abuela dijo que no todos tenemos el mismo tipo de magia y que tampoco la podemos elegir. Es como... algo que tenemos en nuestro interior. Un gen, dijo.

La niña ladeó la cabeza. Sus bonitos ojos verdes brillaron con curiosidad, como siempre que aprendía algo nuevo. El niño se fijó en el pasador que colgaba en su pelo, esta vez recogiendo casi la mitad del mismo para evitar que los rizos se le metieran en la cara mientras comía.

—¿Entonces no podemos hacer todo tipo de magia?

—Sí que podemos, solo que hay un tipo de magia que se nos da mejor que otras de forma natural. Por eso se llama Aptitud. Mi abuela me dejó un libro, por si quieres verlo.

La niña asintió con tanto brío que se le soltaron un par de rizos del pasador. Axel se apresuró para colocarlos de vuelta. Sabía que la niña no soportaba tener el pelo en la cara.

—Luego te lo dejo, pero me gustaría ir al lago hoy. ¿Nos llevamos a Kruk?

—Bueno... ¿no tendrá cosas que hacer? Somos muchos.

—Bah. Si ocurre algo estará allí inmediatamente, ya sabes que no se le escapa una.

Melinda rió con suavidad y asintió de nuevo antes de seguir comiendo. Axel se dirigió esta vez al grupo de chicos de su mesa.

—¿Venís luego al lago?

—Paso -dijo Achilles-. Hace mucho frío para meterme al agua. Además hay bichos raros ahí dentro.

—Yo tampoco -Andrew arrugó la nariz y miró con preocupación el lago, ahora totalmente quieto, sin nada que perturbara su superficie.

—Nadie ha dicho que os tengáis que bañar. Podemos dar un paseo o jugar a algo.

Escuela de Magia: AlfheimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora