UN CORAZON,UN DON Y UNA MALDICIÓN

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A esas alturas todos tenían claro o al menos sabían cuál era el lugar, propósito o destino a ocupar.
Niels no solo sabia donde debía ir, sino también la razón por la que debía hacerlo.

Kaleema y Blojdär aceptaban llevar a los lycaroos hacia Gorm, no buscando un lugar mejor para vivir, sino para aplacar la acción de los ejércitos de Balstad que empezaban a extenderse como la gangrena sobre una carne sana, sin saber que el otro rey lobo, Grovzul, esperaba a las puertas del gran paso, ansioso por acabar con las tropas negras.

Entretanto, Marazt contaba el tiempo para abrazar la muerte, esperando que al hacerlo, todas las razas se uniesen para combatir el mal, el final de una guerra que pondría fin al oscuro propósito de Járed y Balstad, trayendo consigo, el esperado equilibrio del que todos hablaban.

Por otro lado, Datán, aguardaba su momento  en Brevis, era su misión y su sentencia, sabiendo que sus hijas ya estaban a salvo de las fauces de Shykarh, por lo que ahora tocaba pagar y saldar aquel compromiso con su vida, una deuda pendiente que algunos de los que esperaban en Virat, exigían ver satisfecha frente a las tropas de Balstad.

Mientras tanto, klaus estaba a un paso de conseguir lo que más deseaba en el mundo, organizando a los suyos, preparando sus huestes para sobrevivir a una masacre sin precedentes, esperando el momento, y aguardando paciente, la oportunidad que durante más de ocho siglos había permanecido oculta.

En las frias estepas de Gorm, Silvéy caminaba decidida hacia lo desconocido, aún sin saber que era lo que le deparaba la misteriosa Saloe o el camino hacia la profunda Arh-cannis.

¿Y Árien?... desde aquella noche de primavera, y tras  su encuentro con aquel cuentacuentos,  él ya tenía claro quién y que era.

Una identidad que lo colocaba como el final, pero como en toda gesta que se precie...

Todo final siempre tiene un comienzo.

La canción de Áriga, OmneirhDonde viven las historias. Descúbrelo ahora