ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ ᴅᴏꜱ: ʟᴀ ʀᴇɪɴᴀ ᴀᴢᴜʟ

281 32 0
                                    

Año 103 d

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Año 103 d.c

Rodrik II Arryn

EL VESTÍBULO PRINCIPAL se encontraba repleto, parecía que toda la nobleza del poniente estaba reunida en medio de la entrada de la fortaleza roja. Mujeres tomando las manos de otras, como gesto de cariño y alegría, hombres reunidos en círculos, riendo, comentando los avances que han estado teniendo en sus tierras, sirvientas trabajando, guardias vigilando, nodrizas sosteniendo bebes y niños entre sus brazos. A plena vista, parecía que los siete reinos convivían en paz, pero en el interior, todas esas mentes en conjunto estaban planeando, maquinando, buscando la manera de ganar algo de una fiesta de esta magnitud.

La fortaleza roja, se levantaba imponente para los siete reinos, un símbolo de poder, en una tierra sin ley, después de todo, siempre fue así en desembarco del rey. Construida con la sangre derramada en la conquista, este era el hogar de un nido de parásitos que se alimentaban, generación tras generación, de la sangre Valyria de los Targaryen.

No deje de observar a todo el mundo, esperando al primer titubeo o a las miradas indiscretas sobre mi presencia. Estaba acostumbrado, toda mi vida siendo apuntado, juzgado por mis elecciones, por los rumores que corrían de boca en boca sobre con quien dormía o me reunía, como poco a poco destruía el apellido de mi familia. No me molestaba, yo era mejor persona que muchos de los que se atrevían hablar de mi vida, pero Daella era mi niña, la luz de mis ojos y no permitiría que sus lenguas venenosas dañaran el pequeño corazón de mi luna.

Tenía su pequeña mano entre la mía, sentía sus apretones nerviosos, aún seguía un poco asustada.

Al recordar el motivo de su temor, una pequeña sonrisa se plasmó en mi rostro. De camino a la fortaleza, se nos exigió a los reinos del norte – como parte del protocolo real – que, para ingresar a la ciudad, debíamos entrar por la puerta del dragón, de esta manera se evitaba que colapsaran las diferentes entradas de desembarco. Como consecuencia de esta situación, todas las casas del norte tuvimos que rodear pozo dragón. Daella que nunca en su vida había estado cerca de las criaturas que descendían de la antigua Valyria, no pudo evitar aterrarse al escuchar los rugidos de aquellas bestias, que eran resguardadas en el gran pozo. Una parte de mí no pudo evitar pensar en que Viserys nos hacía seguir esa tonta ruta, solo para recordarnos que su casa era la que tenía el control del reino, como si las sanguijuelas que vivían bajo su techo les temieran a los dragones.

Mientras tanto, yo trataba de esconder su pequeño cuerpo tras el mío, no quería que los ojos contaminados de los Lords, en conjunto a sus Ladys correspondientes, examinaran a mi niña como carne fresca en su festín.

A lo lejos, pude visualizar como el viejo Lord comandante Ser Ryam Redwyne se dirigía directo hacia nosotros, en mi memoria aún afloraban los consejos que me daba en mis estadías temporales en ese castillo, cuando la presión del mundo se abalanzaba sobre mí. Su característico uniforme lograba confortar a la parte herida en mí, esa que mi padre desprecio e intento suprimir a través de castigos inhumanos y sangre de inocentes. Su brillante armadura plateada, con tonalidades doradas, acompañada por su larga capa blanca. Lo más cercano a una figura masculina a la cual admiraría un joven niño de trece años.

𝐂𝐫𝐞𝐬𝐜𝐞𝐧𝐭 𝐦𝐨𝐨𝐧 - 𝐑𝐡𝐚𝐞𝐧𝐲𝐫𝐚 𝐓𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐲𝐞𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora