Año 103 d.c
Rodrik II Arryn
LAS RISAS INUNDABAN, el cuarto de Daella, quien enfundada en un vestido color azul cielo, se encontraba tendida en su cama, mientras que las nodrizas no paraban de tocar su cuello, bajo sus delgados brazos o su barriga de niña pequeña, con el fin de poder comenzar sus mañanas llenas de alegría.
Mi corazón se estrujaba cada vez que la observaba, y es que Daella está próxima a su sexto onomástico, lo que emocionaba a todo el mundo en el Valle, a todos menos a mí. Hace menos de dos años mi pequeña hermana se había convertido en la reina de los siete reinos, lo que cambió por completo la situación de nuestra casa, sobre todo por la particular generosidad del rey con nuestra familia.
Ante los ojos de las otras casas, Daella solo era hija mía, su madre, para todo el mundo, era una desconocida. Por lo que, para los otros Lord, como nobles y plebeyos que estaban fuera de los territorios de los Arryn, mi pequeña hija era señalada como bastarda. Mi padre y yo nos habíamos encargado de proteger con nuestra vida, que a sus jóvenes oídos nos llegaran tan horribles palabras, que sabíamos que marcarían para siempre. El rey, en conocimiento de todo esto y con el fin de conceder descanso a la pobre alma de su esposa y ganarse a la que él internamente deseaba, fuera la compañera de juegos de su primogénita, legítimo frente a todo el reino, a Daella como parte del linaje Targaryen, regalándole en su cuarto onomástico el título de princesa real.
Así inicio todo para nuestra pequeña luna, quien se paseaba con sus bellos vestidos de colores azules y plateados por todo el Valle, como la princesa que era. La gente que nos servía, desde nobles, hasta plebeyos y servidumbres, la reverenciaban cada vez que la veían pasar, anunciando su título, mimando a la pequeña luz de luna de nuestro hogar. Su dulce belleza, además de amabilidad, lograba engatusar a todo el mundo, incluso a mi padre, a quien le costaba admitir que su pequeña nieta había heredado el dulce rostro de mi madre, pero con el cabello tan oscuro como el mi padre, como cualquier otro Arryn. Era la luna creciente de nuestras tierras, orgullosa de su posición de princesa e hija de un futuro Lord.
Mi padre, que toda la vida fue arisco con Aemma y conmigo, parecía convertirse en el hombre más devoto ante su princesa. Pero, aunque la amaba de manera incondicional, seguía siendo mi padre, que entre susurros en nuestra soledad me reprochaba la procedencia de la madre de Daella.
Le juré a los nuevos y antiguos dioses jamás confesar la verdad. Principalmente, porque no podía traicionar a la madre de Daella de esa manera, una joven Lady que escapaba de un monstruo desalmado, que tarde o temprano la mataría. Como segunda razón, ella no quería tener nada que ver con nuestra hija. Era parte del trato, ella no deseaba manchar más su nombre de lo que estaba, ni tampoco estaba interesada en criar a una hija, que tuviera que cumplir su labor de mujer con los hombres que gobernaban de por sí nuestro mundo. Así que acepte, no tenía otras opciones y mi pequeña luna era mi boleto de salida de los susurros constantes que existían sobre mí. Las cosas tenían que ser así.
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𝐂𝐫𝐞𝐬𝐜𝐞𝐧𝐭 𝐦𝐨𝐨𝐧 - 𝐑𝐡𝐚𝐞𝐧𝐲𝐫𝐚 𝐓𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐲𝐞𝐧
FanficDaella Arryn, segunda con el nombre, Princesa de las montañas y el Valle, sabía que frente a todo el mundo ella era una joven imprudente. Nunca seguía las reglas que las Septas de la fortaleza roja la obligan aprender, apenas y podía pronunciar dos...