Migas de pan

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En la mañana fui despertado por los cada vez más crecientes y alarmantes ruidos que hacían las personas cercanas a mi casa.

Me levanté y miré por la ventana. Observé que se trataba de un prisionero que era rodeado por guardias y un montón de lambiscones que lo insultaban, tachándolo de contrarrevolucionario.

Como no era muy común ver cómo llevaban a un reo hacía el cadalso, decidí vestirme rápidamente y salir, no sin antes notificarle a mi familia acerca de mis intenciones de ver la ejecución.

Y así fue que acompañé a la multitud que, de igual forma, acompañaba al pobre desdichado hacía su trágico final.

Tras unos minutos caminando y aguantando toda clase de insultos dirigidos hacia él, pude ver a la mortal máquina instalada en un lugar público y bastante grande (supongo que con tal de que más gente sea testigo).

Colocándome en un lugar lo suficientemente adecuado para tener una mejor vista, me encontré con Arthur (un viejo amigo mío).

- ¡Oye, Albert! Muchacho.... ¿También viniste para ver lo mismo que yo?

- ¿Y quién no lo haría? Es una de las pocas cosas interesantes que le suceden a un campesino pobre..., el poder observar algo así

- Ya van muchas cabezas que caen...

- Si...

Arthur señaló a la guillotina.

- Tengo miedo de que la mía esté allí alguna vez

- ¿En serio? Pero si no has hecho nada que... se consideraría contrarrevolucionario...

- Efectivamente. Lo que me preocupa es algo simple

Miramos cómo al reo lo llevaban los guardias. El pobre hombre (con las manos atadas) intentaba resistirse, pero eso sólo retrasaría su inevitable final.

- Ese invento –continuaba Arthur-, esa guillotina la ¨venden¨ como algo tan revolucionario como los cambios en los que vivimos actualmente, pero también se refieren a ella como un invento humanista.... Algo que impondrá igualdad a todos los condenados, sin importar clase social alguna

Volví a observar al prisionero, quien ya había visto (con la mirada más aterrada posible) a la multitud..., viendo y escuchando a quienes le deseaban la muerte.

En eso, los guardias volvieron a forcejear con el hombre, llevándolo hacía la plancha de la guillotina. Yo observaba atónito cómo el verdugo subía la afilada hoja, mientras los uniformados se encargaban de colocar su cabeza en el cepo.

- Lo verdaderamente cierto de aquel instrumento, como te decía..., es que no será el responsable de la igualdad, porque ante la muerte todos somos iguales.... Será responsable, digo yo, de un comienzo más atroz, de una nueva visión de un mundo decadente y en constante cambio y eso... me aterra de sólo pensarlo.... Pensar que mi cabeza podría terminar en un instrumento tan fatal por la ilusoria convicción de que se podría llegar a alcanzar ideales como ¨libertad, igualdad y fraternidad¨

Arthur se había callado y, justo en ese instante, volteé para observar cómo el verdugo soltaba la soga que daría el rápido descenso de la monstruosa cuchilla, cortando así la cabeza del condenado.

No hubo dolor, no hubo gritos (al menos no por su parte) y no hubo lágrimas provenientes del extinto reo. Sólo hubo rapidez en su espantosa muerte.

Un uniformado se dirigió hacía el público.

- ¡Eso es lo que merecen los que cometen robos tan atroces en nuestra nación!

Sin embargo, cuando un guardia optó por revisarle los bolsillos, noté que había sacado nada más y nada menos... que unas migas de algún pan robado.

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⏰ Última actualización: Mar 19, 2023 ⏰

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