Ya eran las ocho de la mañana, lo sé porque el sol me alumbraba. Me sobé la cara y miré a la cazuela. Me sentía mal porque la sopa se había enfriado y tanto Lovino como yo no habíamos probado ni una mísera cucharada. Me levanté y metí la sopa en el frigorífico. Después de eso me hice un café y me dirigí al cuarto de baño para asearme y luego vestirme. Mientras el agua caía me pregunté si mi compañero había regresado, me preocupaba la idea de que haya dormido fuera y no me haya avisado, aunque en verdad está en su derecho, después de todo él es un adulto, ¿verdad? Al salir vi un mensaje de Arthur en el cual me preguntaba si tendría la mañana libre para ayudarle a cortar unas rosas. Yo realmente no tenía otra cosa que hacer por lo que le contesté que sí podía y me dispuse a vestirme. De pronto oigo una puerta abrirse y algo dentro de mí no va bien, creo que es porque estoy pensando que Lovino acaba de llegar a casa. Me encontré con él en el pasillo, iba con la misma ropa con la que salió e igual de arreglado por lo que mi cerebro tenía razón.
-Buenos días. -me saludó.
-¿Buenos días? -le grité sin querer-, ¿dónde te habías metido anoche? ¡Ni siquiera un mensaje! Me habías preocupado.
-¿Yo preocuparte a ti? Anda ya, no seas tonto, es obvio que estaba bien.
-¡Cómo no me iba a preocupar si ni siquiera volviste a casa!
-Pareces mi viejo, no te sulfures bastardo que es la primera vez que te veo enfadado.
-¡Tengo derecho a estarlo! -Lovino se giró.
-¿Por qué?
-Porque te estuve esperando hasta las tantas, me he dormido en la cocina, la cena de anoche se enfrió...
-Primero, si me fui a cenar con Henri, ¿para qué me esperas?
-¿Y si sólo íbais a cenar, por qué no volviste a casa? -Lovino se enrojeció, ¿podía ser por lo que estaba pensando? No, no podía ser por eso que pensaba.
-¡No te enfades joder, soy un adulto y puedo cuidar de mí mismo!
-Pues si eres un adulto, actúa como tal, ¡será posible! -me hice a un lado y me dirigí a la puerta.
-¿Y ahora a dónde vas, bastardo?
-Al puesto de Arthur, me ha dado un encargo y me pagará por ello.
-¡Siempre estás con Arthur!
-¡Y tú siempre con Henri! -y entonces di el portazo. Sinceramente, no quería saber nada más sobre lo que hacen Lovino y Henri en el resto del día porque se supone que mi mejor cualidad es que siempre estoy feliz. Pero entonces... ¿Por qué estoy tan triste? Lo que me faltaba ya es que el ascensor se volvió a romper y tuve que bajar todos los pisos, aunque lo peor será volver a subir. Finalmente entré en el restaurante de Yao e Iván para salir del edificio. Yao me saludó con una sonrisa y me paró.
-Hola Antonio, ¿qué tal el día?
-Bien, supongo.
-¿Has conseguido ya un empleo?
-No, sigo sin suerte.
-¡Oh, ya mismo es Año Nuevo, puedes pedir buena suerte a tus ancestros!
-Ojalá Yao, pero soy cristiano y creo que Dios quiere que trabaje mi suerte. -dije haciendo una leve sonrisa.
-Bueno, no te preocupes, y si no... ¿Recuerdas que Iván te mencionó hace tiempo que teníamos un puesto libre? Sin duda te lo daremos.
-Muchas gracias Yao, sin duda, a estas alturas ya debería empezar a planteármelo. -Yao se rió y me despedí de él, saliendo disparado hasta llegar a la floristería de Arthur. El inglés estaba colocando unas nuevas macetas en la entrada hasta que me vio y me sonrió. Noté un pequeño sonrojo en su cara, a lo mejor Alfred tenga algo de razón y le guste un poco, que a ver, Arthur no está mal pero que si mi amigo lo quiere, ¿qué pinto yo en todo esto?
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Mi cielo eres tú
Romance[Hetalia] Todo el mundo sabe que actualmente en España se vive una crisis económica penosa y Antonio, por culpa de esa situación, debe de salir de su país muy a pesar de no querer irse de allí. El lugar de destino resultó ser Hong Kong, una ciudad d...