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Ya estaba listo, eran las diez y dejé de esperar a Lovino, más que nada porque me mandó un mensaje:

Ciao Antonio,
Llegaré tarde porque mi estúpido director me ha dicho que tiene que hablar conmigo... joder, espero que no me despida.
Baja a la fiesta y no me esperes
Lovino.

Ya ves, con ese mensaje, tú me dirás lo que debería de hacer si me dijo que no le esperara. Bajé las escaleras hasta el sexto y llamé a la puerta de donde se escuchaba más ruido. En menos de dos segundos, Maxi me había abierto la puerta. Me saludó alegremente y me invitó a pasar dentro. Allí estaban Yao e Iván hablando tranquilamente con Emil y otro. El casero, nada más verme, me saludó sonriente.

-¡Antonio! -me saludó Yao. Iván, Emil y el otro muchacho me miraron. Yao me agarró del brazo y me presentó.

-Ya lo conocí esta mañana -decía Emil-, el pobre vino a pedirme el aceite. Arthur me dijo que luego se lo devolviste justo cuando se iba al trabajo.

-Hablando de Arthur, ¿no vino? -le pregunté.

-No, dijo que tenía que trabajar hasta tarde, que tenía un encargo para una boda.

-¿Organiza bodas?

-Ay no -intervino Yao-, Arthur es florista, tiene una tienda preciosa cerca.

-Da~ -dijo Iván-, y cada San Valentín le pido unas rosas rojas de Inglaterra solo para mi Yao.

-¡Iván, para! -el chino se había sonrojado, pero a mí me pareció un detalle muy bonito, aunque nada puede compararse con lo que hacía mi cuñado en el Día de los Enamorados, es más recuerdo que un año se llevó a mi hermano a Teruel, y créeme si te digo que pudo haberle dejado embarazado.

-Sin duda, son una pareja feliz -afirmó un chico que había al lado de Emil. Éste era rubio y tenía un flequillo tapándole un ojo, se veía elegante-, perdona Antonio, no me presenté, mi nombre es Henri, encantado.

-Vaya, encantado yo también. ¿Eres de Alemania?

-Casi, soy de Luxemburgo.

-Vaya, no doy ni una hoy.

-¿Y eso Antonio?

-Si yo te contara, verás, esta mañana me fui a comprar...

-¡El cateto! -gritó una voz después de que se oyera caer un plato al suelo. Todos le miramos y yo me quedé sorprendido, pues el chico que estaba ahí y me había gritado era...

-¡El loco de la colina de esta mañana!

-¡¿Qué haces en mi casa?! -Yao, Iván y Maxi alzaron una ceja.

-Él es Antonio, el nuevo vecino, sé educado hombre -dijo Maxi pegándole una colleja al rubio-, gringos...

-¡Cómo que gringo, mi nombre es Alfred F. Jones! -dijo el chico, vale, por esa palabra latinoamericana, yo diría que es de Estados Unidos.

-Que sí gringo, que lo que tú digas.

-Te mato. -Iván le pasó el brazo al cubano.

-A mi Maxi ni una american idiot. -dijo Iván.

-¡Esa es buena jefe! -exclamó chocando los cinco.

-Pobre Alfred, le hacen acoso. -dijo Emil riéndose.

-¡Iván, déjalo, es un niño! -dijo Yao.

-¡No soy un niño, tengo diecinueve! -dijo haciendo un puchero. Alfred se acercó a mí-, ganaste la primera batalla, y te ayudé porque quería terminar la compra.

Mi cielo eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora