Capítulo 1

25 8 1
                                    

 En ese oscuro lugar donde a mi alrededor lo único que había era una luz tenue de una farola parpadeante, una multitud constante de murmullos, las luces de aquel tremendo coche y aquel cuerpo que sostenía en mis brazos como si el mundo no tuviera sentido, ya que allí, se había detenido el tiempo.

  Lancé aquel cuerpo inerte lejos de mí y comencé a correr como si el mundo me estuviera persiguiendo, como si las lágrimas no cesaran, como si no fueran suficiente para hacerme desfallecer. Algo más seguía mi camino pero no tenía la necesidad de correr, porque yo lo llevaba conmigo en mi espalda, y eso era algo inevitable.

–¡BASTA!

  Una suave voz tintineante se burlaba de mí con aquellas pequeñas risas sin fin, mientras no dejaba de repetirme las mismas tres palabras una y otra vez: “Tú me mataste”. No podía dejar de oírlas, no se terminaban, nunca cesarían, jamás me abandonaría… Jamás, jamás podría vivir mientras siguiera conmigo.

–¡NOOOOO!

  De un brinco tormentoso me había estampado contra el suelo que pisaba todas las mañanas. Me incorporé, quitándome el sudor frío de la cara mientras intentaba relajar tanto mi rígido cuerpo como mis tormentosos pensamientos.

  Cuando ya me había relajado, suspiré, haciéndome así aquella angustiosa pregunta: “¿Cuándo conseguiré dejarte ir?”. Rascándome la cabeza, me levanté de aquel frío suelo y me dispuse a prepararme para irme a trabajar.

  Caminaba lento y constante mientras que miraba aquellas baldosas grises que no solo me hacían distraerme de todos mis pensamientos, sino que me harían llegar a la cafetería. 

  Las siete menos diez y, un día más, había llegado a mí trabajo. Abrí la cafetería y lo preparé todo para tenerlo listo para los clientes, inclusive aquellos proveedores que cuando menos me lo espero, llegan con algunos productos que ya ni recordaba haber pedido. Tras ello, complací a todos mis clientes con aquella fachada de hombre feliz de todos los días, y, a decir verdad, aquella falsa máscara de sonrisas me destrozaba cada vez más y más. Pero en eso consiste mi trabajo. Además, para conseguir clientes siempre necesitarás una increíble sonrisa y sobre todo una gran personalidad. 

  El día, para mi suerte, había terminado pronto y ahora debía limpiarlo todo para volver a repetir mañana esta larga monotonía de todos los días, con la misma clientela de todas las mañanas y con los nuevos clientes, que, por invitación o interés, decidieron entrar a ver mi cafetería. Aunque apenas llevaba abierta algunos meses, siempre estaba repleta de gente, y eso en algunas ocasiones me distraía.

  Al cerrar las persianas del negocio me dispuse a irme de allí, ya que no había nada más que hacer por hoy, pero una voz irreconocible me llamó.

–¿Hayashi? –Hubo un instante de silencio, mientras mi cuerpo se giraba desprevenido–. Eres tú, ¿verdad? Hayashi Owari. –Unas risas de alegría comenzaron a surgir de él mientras que yo comenzaba a irritarme cada vez más–, soy yo, Kobayashi Katsumoto.

–Kobayashi, cuanto tiempo sin verte…

  En efecto, habían pasado tres años desde que perdí toda comunicación con mis compañeros de clase pero, en realidad, eso es una mentira. Tan solo cambié de número y me alejé todo lo posible de aquel lugar para así no tener que verlos de nuevo nunca más, porque ellos me hacían recordar aquellos sucesos de los que quería escapar.

–Eso es cierto, –se rascó la cabeza mientras sonreía de felicidad junto a sus conocidos–. Íbamos camino a Star Star, –hizo una pequeña pausa, mientras hacía contacto visual con sus compañeros y tras eso me miró aún más animado–. ¿Por qué no te vienes con nosotros a beber y así hablamos?

–Bueno, eso… –siendo sincero, no quería ir con ellos a ningún lado, tan solo quería regresar pronto a casa y olvidarme de esta patética situación en la que el destino me había metido, pero Katsu sabía muy bien cuando estaba mintiendo, con lo cual, opté por la verdad–. No creo que tus amigos estén de acuerdo con ello.

–Hayashi, no te invitaría si mis amigos no quisieran que te llevase, así que no tienes opción ni excusa, ¡te vienes con nosotros!, –sonrió señalándome–. No has cambiado nada. 

  Tras aquello, posó su brazo por mis hombros y me llevó forzado a beber con ellos. El camino fue un poco largo y loco, todos hablaban entre ellos y reían sin cesar, mientras yo pensaba que unas calles contrarias y esquinas antes, podría haberme ido a mi casa, pero ya era imposible, Kobayashi no me dejaría ir así como así y mis excusas no valían para nada ya que, no sabía mentir. Tras aquellos pensamientos, éste se paró en seco. Habíamos llegado a nuestro destino. Todos entraron allí con pasos fuertes y animados, iban a beber, beber hasta que no reconocieran con quienes habían venido a emborracharse. Todos sus amigos, al igual que él en el pasado, solo querían beber todos los días, y parece que eso no había cambiado para nada. La única diferencia era el hecho de que no tenían tanto tiempo para emborracharse gracias a sus trabajos.

  Al principio, hablamos de cosas insignificantes, más tarde me presentó a todos sus amigos y así nos pasamos horas y horas bebiendo sake. Todos acabaron bastante borrachos, así que llamé por teléfono a una compañía de taxis para que me mandaran unos cuantos de ellos y se los llevaran a todos lo más pronto posible. Por suerte algunos de ellos habían decidido caminar rumbo a sus casas y otros ya se habían ido mucho antes de lo previsto. Tras terminar con ello me fui a mi apartamento.

  No necesitaba ayuda de nadie porque por más alcohol que hubiera bebido, soy bastante resistente. Pero esos pensamientos no duraron mucho, porque allí estaba de nuevo. Sin darme cuenta pisé una lata, cayéndome al suelo. Al levantar la cabeza pude contemplar a un sujeto con un arma. Ese sujeto, era yo.

  Impactado por aquello, me levanté velozmente y desaparecí de allí rápidamente, llegando a casa sano y salvo.

Te dejaré morir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora