4 - El Contrato

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—Papá. —Andi observó el velocímetro con preocupación—. ¿Qué tal si disminuyes la velocidad... um... a una proximidad razonable del límite?

—¡Oye Siri! Llama a Chad. —Steve gritó hacia su teléfono, mientras levantaba el pie del acelerador.

—¡Stevie-Z!

—Estás en manos libres, estoy en el coche con Andi. Acabamos de salir de la propiedad de los Decker.

Chad silbó.

—Raro, ¿verdad?

—Sí. La casa es rara, los abogados son raros, y definitivamente la viejita es rara también. Aunque no hay fantasmas, la temperatura es normal en toda la casa y mi teléfono mantuvo su señal todo el tiempo. Lo revisé con bastante frecuencia.

Chad silbó de nuevo.

—¿Eso significa que firmaste?

—Todavía no, la señora Decker quería que Andi firmara. Haré que mi abogado revise las nuevas cláusulas que agregarán como resultado.

—No puedo creer que vayas a hacer esto.

—Tal vez no lo haga, los abogados de Decker actuaban de forma extraña. Esa señora está ocultando algo y todavía no sé el qué.

—Ok, avísame con lo que decidas. Me prepararé para robarte los clientes cuando estés hasta el cuello con el vudú de los Decker.

—¡Idiota! —Steve respondió bromeando.

—Ya sabes lo que dicen, la confianza da asco. Oye, todavía estás disponible para la noche del domingo, ¿verdad? —Chad organizaba una noche semanal de póquer en su casa.

—No me lo perdería. Prepárate para perder la camisa, amigo. —Steve se incorporó a la autopista—. Tengo que dejarte.

La llamada se cortó y Andi miró a su padre.

—¿Quieres que llame a DP?

Steve asintió. Andi sacó su teléfono y marcó a David Pomeroy.

—¿Si? —David respondió al primer toque.

—Hey DP, soy Andi —tomó el contrato del tablero—. Estamos volviendo de la propiedad Decker.

—¿Y está todo listo?

—No —respondió Andi—. Nos hicieron una solicitud extraña... así que hay un nuevo anexo.

—¿En qué anda metido Lewis Tremont ahora? —La curiosidad de Pomeroy fue despertada—. ¿A quién tiene como asociado? ¿Algún joven recién graduado de la facultad de derecho?

Andi encogió los hombros.

—Un tipo llamado Frank Whitaker. Aunque es mayor.

—¿Whitaker es su subalterno en esto? —El abogado sonó sorprendido—. ¡Tremont no necesita tanta ayuda! Me sorprende.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Andi.

—Whitaker está en la carrera por el puesto de socio este año. No necesita estar tomando dictado de Tremont.

Los Zhao se miraron el uno al otro y encogieron los hombros.

—Bueno, ¿a quién le importa? —continuó Pomeroy—. Si Decker quiere pagarlo, a quién le importa... Ok, lo revisaré. ¿Vais de regreso a la oficina? Puedo pasarme más tarde.

—No, vamos a casa —dijo Steve—. El tráfico no coopera y no quiero estar en el coche más de lo necesario.

—Entendido. ¿Cuál es esa solicitud tan extraña?

—Um... pidieron que yo firmara los documentos —respondió Andi—. Te enviaré el anexo cuando lo reciba. ¿Crees que puedes revisarlo antes de que acabe el día? Le prometimos a Tremont una respuesta para mañana, a primera hora.

—Claro, te llamo cuando termine —colgó David Pomeroy.

—¿Qué te parece? Si DP dice que es legítimo, ¿te sientes cómoda firmando? —preguntó Steve mientras disminuía la velocidad al encontrarse con más tráfico.

Andi encogió los hombros.

—Supongo. Chad tenía razón, según lo que vimos, esto va a llevarnos meses. Incluso podríamos estar cortos de personal.

El teléfono de Andi sonó.

—Parece que es el nuevo anexo —abrió el documento—. Lo enviaré directamente a DP. ¿Quieres revisar el presupuesto de nuevo? Creo que vamos a necesitar al equipo de Jeff por más tiempo del que pensábamos.

—Estamos atrapados en el tráfico. —Steve golpeó el volante—. Podríamos aprovechar el tiempo.

—¿Por qué crees que quieren que yo firme? —Andi sacó un bolígrafo y comenzó a marcar el presupuesto—. ¿Cuál podría ser la razón?

Steve guardó silencio por un momento.

—¿Tal vez lo usen como una forma de cancelar la RFP más adelante? —sugirió Andi.

Steve se rascó la cabeza.

—No tengo ni idea, pero no puede ser bueno. Aunque también es un riesgo para ellos. Están aceptando tu firma como firmante no autorizado, eso nos da mucho margen para alegar que no es vinculante.

—¿Sabías que Joan Decker ha pasado por casi una docena de RFP en el último año? Decoradores de interiores, curadores de arte, ingenieros, paisajistas, chefs, expertos en restauración... de todo, se ha licitado por contrato.

—Y la casa todavía parece un desastre. —Steve levantó una ceja—. ¿Por qué está en silla de ruedas?

Andi negó con la cabeza.

—Nadie lo sabe, no he podido encontrar nada al respecto. Las fotos de prensa antes de que su esposo e hija desaparecieran eran todas de gala, nada de sillas de ruedas. No hay fotos de ella después de las desapariciones.

Steve encogió los hombros.

—Perdió a su esposo y a su hija el mismo día, tal vez también perdió la razón...

—¿Tú crees? —Andi miró a su padre—. Parecía bastante lúcida hoy.

Steve gruñó, sin comprometerse, mientras maniobraba la furgoneta en las últimas curvas antes de entrar a su urbanización. Se volvió hacia Andi y dijo:

—Sigue investigando. Voy a llamar a Jeff para hablar sobre el presupuesto, necesitamos incluir más costos y tiempo.

—De acuerdo... —asintió Andi, un tanto distraída por la vista de un descapotable verde brillante frente a su casa—. Espera, ¡ese es el coche de Georgie!

—Andi. —Steve puso una mano en el hombro de su hija—. Necesito que actualices el presupuesto. Sin distracciones.

—Si, dalo por hecho —respondió ella saliendo a toda prisa de la furgoneta, con la vista todavía puesta en aquel coche.

      —Si, dalo por hecho —respondió ella saliendo a toda prisa de la furgoneta, con la vista todavía puesta en aquel coche

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El secreto de Decker©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora