7 - La Solicitud

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      —¿Podemos hacer esto de nuevo algún día?

Andi sonreía a la mujer cuya mano sostenía.

      —¿A qué te refieres con 'esto'? ¿Una cita en el parque? ¿Lo que hacíamos en la cama esta mañana?

      —Todo —respondió la mujer sonriendo—, contigo.

      —Si digo que sí, ¿me dirás tu nombre? —preguntó Andi.

La mujer rió, sus ojos brillaban.

      —No vas a dejarlo estar, ¿verdad...?

Andi apretó la mano de la mujer mientras caminaban por el Parque Overcreek.

      —Hemos pasado tanto tiempo juntas y nos conocemos tan bien... pero todavía no sé tu nombre...

La cara de la mujer se puso seria y sus ojos se clavaron en los de Andi.

      —No puedo decírtelo. Lo siento.

Andi tuvo que contener el aliento, algo que le pasaba cada vez que miraba a los ojos de la mujer, ojos hermosos y diferentes: uno azul, otro avellana.

      —Está bien, es solo que... Me gustas mucho...

La mujer se ruborizó. Andi la estaba mirando con tanta sinceridad que se hacía evidente.

      —El sentimiento es mutuo —dijo en voz baja.

La cara de Andi se iluminó.

      —Me he enamorado de una mujer que no me dice su nombre...

La mujer negó con la cabeza.

      —No es que no quiera decírtelo. Es que no puedo... Lo siento.

      —Pero aún así... —Andi se acercó—, ...ella me permite besarla...

La mujer sonrió y asintió.

Andi se acercó aún más y la mujer recibió sus labios ansiosamente. Cuando se separaron para respirar, le apartó con suavidad algunos mechones detrás de la oreja.

      —Si nos encontráramos en otra vida, en otro tiempo... —empezó la mujer—. ¿También te enamorarías de mí?

Andi asintió, mientras sus labios recorrían el cuello de la mujer. Sus manos se deslizaron por el vestido de esta, acariciando todo a su paso.

      —Bien, porque me encanta la forma en que me tocas... —soltó con un suspiro.

      —Y a mi me encanta tocarte... —susurró Andi en su oído—. Te quiero.

La mujer jadeó y lágrimas empezaron a brotar de sus ojos.

      —¿Qué pasa? —exclamó Andi con preocupación.

      —¿Me quieres? —dijo la mujer entre sollozos.

Andi asintió.

      —Lo siento, ¿es demasiado pronto? ¿Te he asustado? Lo siento mucho...

La mujer negó con la cabeza.

      —No, no... solo... por favor, Andi, ven y encuéntrame.

      —Pero ya te he encontrado. —Andi estaba confundida—. Estamos aquí ahora, juntas...

      —Lo sé, pero necesito que me encuentres... no solo aquí...

      —¿Dónde? —preguntó Andi con un punto de desesperación en la voz—. ¿Dónde? Dime dónde y lo haré...

      —Date prisa, Andi —los ojos de la mujer brillaban con lágrimas—. Date prisa...

      —¡Espera! —gritó Andi al despertar sobresaltada. Estaba en su habitación y el sol ya alumbraba una esquina de la habitación. El sueño era tan real; ella era tan real. Lo que empezó como un sueño de una mujer misteriosa en una habitación extraña se había convertido en visitas a un mundo de ensueño nocturno que pertenecía enteramente a la mujer y a Andi. Era un estado de sueño que esperaba con ansias cada noche...

Andi recordó el mes pasado. El sueño empezó en el dormitorio de la mujer. Esta siempre estaba desnuda cuando Andi entraba, y le llevó un par de noches mantenerse dentro del sueño. Después de que se acostumbrara a permanecer en ese estado de sueño, estos se volvieron más reales y ya no se repetían.

Los sueños parecían reales. No solo porque sucedían todas las noches, sino porque en ellos, la mujer no era solo una amante dispuesta, también era una confidente, y las dos forjaban una profunda amistad e intimidad con la que Andi se sentía del todo comprometida. En esos sueños, la pareja se abría de corazón. Hablaban de todo... excepto, por supuesto, de su nombre.

 excepto, por supuesto, de su nombre

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El secreto de Decker©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora