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¿Una bolsa de dulces? ¿Una flor? ¿Un dibujo? ¿Algún juguete?

El pequeño Connor Murphy no sabía muy bien cual de todas las opciones sería la adecuada o la correcta para hacer que el niño tímido de su clase se fijara en él. ¿De dónde salió esta fijación del niño "problemático" por el niño al que nadie le hablaba? Simple.
Era un día cualquiera, siendo el recreo de un jardín donde se escuchaban risas desde lejos. Risas menos por un lugar del grande jardín donde se encontraban un grupo de niños.

—¡Connor! ¿Otra vez estás juntando flores? ¿Acaso eres una nena?—

El nombrado, Connor, se dió la vuelta para encontrar al grupo que le había hablado.

—No, solo las junto porque son muy lindas. ¿Tiene algo de malo?—

—¡Claro que sí bobo! Las flores son solo para niñas y maricas, ¿O nunca te lo han dicho?—

Al pequeño Connor se le humedecieron los ojos al escuchar esas palabras, a él le gustaban mucho las flores del jardín, eras todas muy coloridas y bonitas, ¿Por qué tenían que ser restringidas a solo cierto tipo de personas?

—¡Miren, el marica ya se puso a llorar devuelta! ¡Jajaja!—

Mientras el grupo reía, Connor apegó las flores contra su pecho y salió corriendo a otra dirección.
Cuando dejó de correr, se dió cuenta que había acabado en una de las pequeñas casitas de madera que habían por el jardín. Se metió en ella y comenzó a sollozar, preguntándose a si mismo por qué los demás eran así de malos con él. Su madre siempre le decía que solo era un chico bastante emocional, y que era algo bueno, entonces, ¿Por qué no lo parecía?
Dentro se su llanto, el pequeño no se dió cuenta de los pasos que cada vez se escuchaban más cerca, hasta que llegaron a un fin justo al lado de la casita.

—Umm, disculpa, ¿Te encuentras bien?—

Connor se alertó por la nueva voz, cuando vió por afuera de la casa, se encontró con otro niño rubio en una pose tímida, su mirada se veía preocupada en vez de juzgadora.

—¿De dónde sacaste esas flores? ¡Están muy lindas! —

Connor miró a sus manos, totalmente habiendo olvidado que aún sostenía las flores coloridas que había arrancado del enorme patio del jardín.
Al no obtener respuesta, pero tampoco ninguna señal para alejarse, el otro niño se sentó junto a él, totalmente ignorando su llanto y fijándose en las flores que mantenía agarradas. Connor solo lo miró, curioso de que alguien no le estuviera llamando un marica por estar llorando, ni por tener flores, siendo un chico.
El timbre sonó, alertando a todos los niños para volver adentro de la institución. El niño miró en dirección del lugar antes de volver a ver a Connor y sonreírle, levantándose para ofrecerle su mano, la cual el otro tomó con gusto, dejando caer las flores que tenía consigo. Juntos, caminaron hacia el jardín y hasta llegar dentro con los demás, no se soltaron de la mano.

Connor se separó de ese niño por el resto de ese día y los siguientes, pero lo seguía recordando como si hubiese sido el anterior. Quería hacer algo, algo para demostrarle su gratitud al tímido niño que solo sabía que se sentaba detrás de su clase pero al que nunca se animó a hablarle, almenos no hasta ahora, se decidió. La pregunta era con qué expresar esa gratitud, habían tantos regalos que podía hacerle, hasta llegó a darse la idea de preguntarle a su madre, pero se resistió a ello ya que sabía que eso traería preguntas por parte de ella como para qué niña eran o algo así.
De repente Connor se sintió realmente digno de ser llamado bobo, recordó una vez más el día y se golpeó la cabeza a si mismo, ¡Claro, las flores del jardín! El otro chico había dicho que le gustaron y que le parecían lindas, seguro era un buen regalo para hacerle. Se levantó de su cama con buen ánimo, hoy sería el día que le daría ese regalo digno al niño que lo hizo sentir bien. Bajó de su cuarto corriendo a tomar su desayuno con ganas, cosa que su madre notó de inmediato.

—Cariño, ¿Qué te tiene tan emocionado hoy?—

—¡Nada mamá! Solo.. Una actividad que haremos hoy en el jardín—

Su madre sonrió y por suerte no lo cuestionó más y se digno a llevarlo al jardín junto a su hermana cuando los hermanos terminaron de desayunar y preparar sus cosas. Una vez allí, Connor se fué a su lugar en el salón corriendo esperando ver al chico que tanto ansiaba, pero éste no aparecía, y no lo hizo aún cuando todos ya estaban en sus lugares y el timbre había sonado. La hora antes del recreo pasó con pesadez para Connor, quien solo quería darle su regalo al niño del la otra vez, sin embargo eso no quitó que una vez llegada la hora de salir al patio, éste fuera a por flores. Aún si no era hoy, quizás podría juntarlas antes para dárselas otro día.
Mientras recogía las flores, logró ver como se acercaba el mismo grupo que siempre se burlaba de él, no dejaría que hoy se metieran con él.

—¡Hey Murphy! ¿Aún sigues con tus actividades de mariquita?—

Connor se puso de pie y los miró a los ojos mientras sostenía sus flores, y sonrió.

—Si, aún sigo con ellas, ¿Tienes algún problema con ellas? De hecho, no me importa saberlo, me tengo que ir, adiós—

Y sin esperar una respuesta, se dió media vuelta y se fué corriendo a la misma casita de madera de aquella vez, se sentía en un deja vú, excepto que en esta vez las cosas iban mejor, sin embargo algo faltaba, y era aquél chico por el cual llevaba un montón flores en sus brazos.
De repente escuchó pasos rápidos llegando a donde estaba él, y el sentimiento de deja vú se hizo mas fuerte cuando al asomar la cabeza por la salida de la casita, vió a cierto chico de cabello rubio. Éste le sonrió y se fué a sentar junto a Connor, y aunque feliz, algo le seguía confundiendo a éste.

—Pensé que habías faltado hoy—

El otro niño ladeó la cabeza hacia un costado, una mueca de confusión en su cara hasta que una de reconocimiento llegó.

—Ah, no, no lo hice, solo llegue tarde, ¿Me buscabas para algo?—

Connor tragó saliva al escuchar eso, era ahora o nunca.

—De hecho, sí, quería darte éstas, toma—

Juntó todas las flores en sus dos manitas y se las entregó al niño frente a él, al principio cerrando los ojos pero al no obtener respuesta por unos segundos los abrió para encontrarse con la imagen del cabello rubio sonrojado y boquiabierto mirando las coloridas y bellas flores delante suya, las agarró con manos temblorosas y las aferró a su pecho, para luego sonreír y encogerse en si mismo.

—Muchas gracias, son preciosas... Mi nombre es Evan, Evan Hansen—

Connor sonrió también, la felicidad exparsiéndose entre los dos niños dentro de la casita de madera.

—El mío es Connor Murphy—

Y así es como Connor encontró el regalo perfecto para darle al chico que lo había hecho sentir feliz en un día triste.

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⏰ Última actualización: Mar 22, 2023 ⏰

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