Capítulo II.

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Pasan días antes de que Nayeon vuelva a ver a sus vecinas. Lo toma como una pequeña misericordia, el tiempo suficiente para que su vergüenza se disipe. Nunca había escuchado a nadie, y mucho menos a alguien que tenía relaciones sexuales. Añadiendo la masturbación mientras escuchaba a extrañas. Y bueno, la vergüenza se sintió enorme. No sabe qué le pasó, qué le impulsó a escuchar a sus vecinas, a tocarse, a imaginar todas las cosas que hacían juntas.

Es tarde en la noche cuando Nayeon llega a casa del trabajo, sintiéndose cansada y exhausta. Tiene una bolsa de comida para llevar y una botella de vino bajo el brazo. Con un poco de suerte, podrá relajarse con algo de música, tal vez retomar su encargo final.
Se detiene para revisar su correo, deja sus bolsas para poder abrir el buzón. Ordena la basura, tirando los catálogos y los cupones publicitarios.

— Excelente elección. — dice una voz detrás de ella. Es profunda y suave, el borde de un acento que hace que las orejas de Nayeon se ericen.
Se da vuelta lentamente para encontrar a la vecina más baja sosteniendo su botella de vino.
— Este es uno de mis favoritos. — dice. Ella sonríe, sosteniendo la botella. El sonido del coreano consuela a Nayeon al instante. Y le devuelve la sonrisa.

—Gracias. —responde Nayeon, asintiendo. — También es uno de mis favoritos. — observa la apariencia de la japonesa: su cabello es largo, color miel, ojos grandes y un poco curiosos. Tiene un moretón delator en su cuello, rosa moteado con el púrpura de las marcas de los dientes. Nayeon lucha por contener un escalofrío. ¿Está caminando así? ¿Ni siquiera se molesta en cubrirlo? — Nayeon. — dice rápidamente, estirando la mano para estrechar la mano de la japonesa. — Mi nombre es Im Nayeon. Encantada de conocerte.

— Ya era hora de que nos conociéramos. —dice la japonesa estrechando su mano. Su agarre es firme, y su piel es cálida y suave. — Soy Hirai Momo. Mi novia, Sana ya está arriba. La has visto por ahí. O la escuchaste.

Nayeon se sobresalta y abre los ojos. — ¿La escuché?

Momo levanta una ceja en confusión.

— Tiene esa risa horriblemente fuerte. Estoy segura de que ya la has escuchado. Las paredes son finas como el papel.

El rubor que inunda a Nayeon, se siente como lava fundida. ¿Momo la escuchó la otra noche?

— Bueno. — dice Momo, devolviéndole la botella a Nayeon. — Gusto en conocerte, Nayeon. Disfruta tu vino. Quizás en algún momento podamos juntarnos por una botella.

Asintiendo tontamente, Nayeon responde: — Sí. Eso estaría bien. — observa como Momo sale de la sala de correo con un pequeño saludo. Así que ahora tiene sus nombres: Momo y Sana.

Se demora un momento en la sala de correo, esperando que sea tiempo suficiente para que Momo llegue a su piso para no tener que soportar el incómodo viaje en ascensor con ella. Se da cuenta de que nadie preguntaría descaradamente si son demasiado ruidosas al tener relaciones sexuales. ¿Cierto? ¿Quién vendría directamente a preguntar? Pero algo en la forma en que Momo la miró hizo que
Nayeon se preguntara. ¿Quién vendría directamente a preguntar? Quizás la misma persona caminando con un obvio chupetón en la piel. Así que ahora Nayeon tiene una cara, un nombre, una voz y se siente un poco demasiado. Cuando abre la puerta de su apartamento, puede escuchar sus voces en la puerta de al lado. Hay risas, una fuerte exclamación, el sonido claro de "¡Momo-yah!" Esos sonidos confusos de repente tienen una forma: silabas, un nombre. Los pasos se acercan a su puerta y el pomo de la puerta se mueve, sacándola de su aturdimiento.
Con las mejillas encendidas, Nayeon busca a tientas las llaves y se apresura a entrar en su apartamento. Está agradecida de que no puedan escuchar su corazón latiendo a través de las paredes.

Pasan las horas y Nayeon se dedica a escribir. Pone su música tan fuerte como puede sin sentirse culpable por el ruido, perdiéndose en la sensual voz de Billie. Come su comida para llevar, dobla algo de ropa, lava platos. Hace todo lo posible para mantenerse en movimiento y no esforzarse por escuchar lo que está sucediendo al lado. Finalmente, decide que se ha ganado un trago y abre su botella de vino, y está tan agotada que no se molesta en tomar una copa. Agarra un vaso de papel y se lleva la botella a la cama. Se desplazará por las noticias y algunos blogs de arte y beberá hasta quedarse dormida. Un plan sólido.
Después de unos tragos, se siente cansada y un poco pesada. Deja su teléfono a un lado, apaga la luz. Mientras se queda dormida, se sorprende con un golpe en la puerta de al lado. Adormilada, se sienta y se frota los ojos.

— Momo. — la palabra es aguda, tan clara como si la hubiera escuchado murmurar en su propio oído. ¿Y peor? Conoce el rostro adjunto a ese nombre, sabe cómo se ve su piel cuando está marcada por la boca de Sana.

Nayeon coloca una almohada entre sus piernas, suspirando un poco por la presión e intenta dormirse. Sabe que está mal, pero no puede evitar imaginar sus piernas envueltas alrededor de Momo. Antes de que pueda ayudarse a sí misma, está tratando de mantener la respiración tranquila para poder seguir el ritmo que escucha. Es constante y lento, el crujido ocasional de la cama interrumpido por un jadeo. Hay un crujido como el que escuchó antes, una bofetada que Nayeon desearía poder sentir por sí misma.
La fricción y la presión de la almohada se siente bien presionada contra su centro.
Sabe que está media borracha, mareada por el sueño, y tal vez debería acostarse en otra habitación y dormir. Oye un gemido que quiere hacer coincidir con el suyo, algo agudo y aireado. Debe ser Sana, razona.

Hay algo en la oscuridad y la pared entre ellas. Algún manto de secreto, alguna ilusión de separación. Que de alguna manera están en mundos separados. Pero Momo le había dado esa mirada de complicidad antes, le había señalado las delgadas paredes y la forma en que los sonidos las atraviesan. Nayeon no podía estornudar sin que un vecino golpeara la pared para callarla. Y aquí está, follando su almohada, escuchando los claros sonidos de piel contra piel en la puerta de al lado. Las ilusiones se hacen añicos. Se encienden las luces. Las cosas se revelan.

Cuando agita y golpea la botella de vino de su mesita de noche, enviándola sobre la alfombra con un ruido sordo. Se detiene, respira entrecortadamente y escucha un momento. El crujido ha cesado. No escucha el constante jadeo de antes. Nayeon se estabiliza y toma una respiración profunda. Debería dormir. Mañana reorganizará su habitación. Arrastrará el pesado colchón y el marco de la cama a la pared opuesta. Sería lo correcto. Se palpa a si misma, haciendo una mueca por la pequeña mancha en la parte delantera de sus pantalones cortos. ¿Qué diablos me pasa? Se pregunta. ¿Mojándo su ropa como una adolescente, escuchando los momentos más privados de sus vecinas? Tira su almohada al suelo para lidiar con eso el siguiente día, suspira y se levanta de la cama. Coge la botella de vino, agradecida de que esté vacía, sabiendo muy bien que la resaca de mañana la hará arrepentirse mucho de esta noche. Se gira para irse, pero escucha una voz más fuerte de lo que había escuchado antes.

— ¿Estamos haciendo demasiado ruido? — Nayeon se congela.

Abre la boca para responder, pero antes de que pueda, hay más charla silenciosa y un crujido. Se acerca de puntillas a la pared y presiona la oreja contra ella. Los sonidos se han detenido por completo. Tira las mantas de su cama y las arrastra hacia la sala de estar para poder dormir en el sofá. Por si acaso.

La habitación de al lado [NaMoSa +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora