Parte 4

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La cena fue amena, al menos así lo aparentaban el alfa y el omega sentados a la misma mesa

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La cena fue amena, al menos así lo aparentaban el alfa y el omega sentados a la misma mesa. Off moría por tocar a Gun, su primo e irónicamente también su omega, pero no podía. Ninguno dijo nada fuera de lugar. Off se puso al día con su tía, sobre la familia y contó un poco sobre su vida en el extranjero y que había vuelto hacía solo dos años, para estudiar una maestría en música, y fue cuando conoció a Ohm Pawat y Nanon Korapat, los dueños de la compañía en la que trabajaba actualmente.

Gun sólo escuchaba, atentamente, pero pareciendo desinteresado. Era algo nuevo y extraño, saber de la vida de su destinado durante el tiempo que estuvo lejos, pero se preguntaba, por qué Off no había buscado a su familia si había regresado hace ya dos años.

—Traté de visitarlos tía, en la dirección que recordaba de ustedes, pero ya no vivían ahí y después de eso, el trabajo me consumió durante mucho tiempo. Lo siento.

"Entonces esa es la razón", pensó Gun, sufriendo por la cercanía de su alfa, al que no podía tener, al que no debía querer. Eran primos y por encima de todo estaban siempre los lazos de familia.

La madre de Gun veía entre el alfa y el omega. Ella había sabido el destino de esos dos desde hace tiempo, pero no era su deber revelarlo y sintió mucha pena y dolor por su bebé Gunnie cuando su sobrino tuvo que irse y su hijo quedó destrozado.

Irene vio crecer a su hijo y a su sobrino muy juntos. Pensó que era una muy bonita relación de primos que se querían como hermanos porque, aunque Off le doblaba la edad, siempre cuidó de Gunnie y le seguía todos sus infantiles juegos.

Cuando Off tuvo doce años y se presentó como alfa, Gunnie era un pequeñito de apenas tres años, no podía saberse su condición de género y mucho menos poseía un aroma característico propio, él solo olía a bebé en ese entonces, pero Off, una vez se presentó como alfa, aseguró sentir el aroma a miel que desprendía el pequeño y se volvió más protector, casi rozando la posesividad, cosa que el pequeño Gunnie no sabía o tal vez no le tomaba importancia.

Desde entonces, su cercanía fue más y más estrecha. Los años pasaban y Off nunca se aburrió de su primito, en cambio se le veía muy contento de pasar el tiempo juntos, después de clases y los fines de semana. Las reuniones familiares llenas de pequeñines pasaban inadvertidas para los dos niños que jugaban solos, apartados de los demás en el patio. Y cuando el padre de Off murió, Gunnie compartió la pena de su primo y lo consoló con todo lo que tenía, sus abrazos y caricias en su cabello, las inocentes palabras de aliento de un pequeño de apenas nueve años. Y después, la desgracia para los dos.

Irene fue testigo del momento en que su cuñada y su sobrino llegaron a despedirse de ellos. El adolescente alfa, tenía los ojos inyectados en sangre por el llanto y se aferraba a los diminutos brazos de su primo, mientras, sin saber que era observado olfateaba inconscientemente al chiquillo y le dejaba su aroma a lluvia fresca impregnado. Gunnie también lloraba, rogaba a su tía para que no se fueran, que no se llevara a su primo.

Irene trató de persuadir a la beta, viuda de su hermano, de quedarse, pero comprendía el dolor de la mujer y también, el hecho de pensar que lo mejor era marcharse. Pensó en revelar lo que sospechaba desde un tiempo atrás, y estaba confirmando en ese momento, pero no le correspondía. No era su decisión. Si el destino lo había decidido así, tenía que cumplirse. Ellos se volverían a encontrar en otro momento, en otras circunstancias, y para entonces —quizás— Gunnie ya se habría presentado. Ella estaba más que segura de que su hijo sería un omega, el que había sido hecho especialmente para su sobrino Off.

Luego de esa triste despedida, el amor de madre de Irene no fue suficiente para consolar a su hijo. Durante casi un año, después de que Off se marchara Gunnie sufrió la peor depresión que alguna vez hubiera visto, hasta que poco a poco lo vio irse resignando al abandono de su primo, como él mismo había dicho alguna vez. Después de un tiempo, cuando Gunnie al fin cumplió los doce años y se presentó como el omega que su madre sabía que sería, el aroma se hizo presente y tal como Off había dicho, olía a miel, dulce y deliciosa.

Eso solo era una comprobación más de lo que ya estaba escrito y luego, durante su primer celo ¡Dios! Lo que había sufrido el pobre Gunnie por el dolor físico y emocional, porque, aunque nunca lo dijo, su cuerpo, su mente y su corazón llamaban a su primo, a su alfa.

A Gunnie le quedaba un muy largo y doloroso camino por recorrer, hasta volver a encontrarse con su destino e Irene solo podía ver y callar. En el momento justo todo caería en su debido lugar, pero mientras tanto, sería la madre abnegada que empujaría a su hijo a cumplir su sueño de cantar y ser un artista aclamado.

Ahora, después de los años transcurridos, al verlos sentados a la mesa como si no fueran nada, ella quería darles su espacio para que pudieran aclarar las cosas y cumplir con su destino, el que era inevitable, porque ese maldito no reparaba entre amigos, enemigos, primos o hermanos.

𝕰𝖛𝖎𝖎 𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ

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Destino inevitable (#3) - H.A #29Donde viven las historias. Descúbrelo ahora