Segundas intenciones

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Al cabo de dos horas, el pelinegro al fin llego a su hogar acompañado de su amigo, quien mantenía una distancia prudente entre él y la casa, como si temiera entrar y encontrar algún monstruo en ella. Parecía un perro mojado, realmente estaba muy avergonzado como para actuar de esa forma y no como suele hacerlo comúnmente.

– ¿Puedes tocar? Olvide una bolsa. – Pidió Craig, yéndose sin esperar alguna respuesta del castaño.

Toco con lentitud la puerta, y no pasaron ni cinco segundos cuando esta fue abruptamente abierta dejándole ver una silueta que se abalanzaba sobre el sin darle tiempo a reaccionar.

Sintió los brazos de la persona alrededor suyo, a la par de cómo se estaba acomodando en su pecho y restregando su rostro.

El abrazo se estaba tornando más cariñoso y cálido, y la sensación era tan agradable que no quería deshacerlo por nada del mundo.

– Oh, Craig, estaba tan preocupado de que... ¡¡Aaahhhh!!

Un rubio asustado grito con terror al ver a la persona que había abrazado con tanto amor hace tan solo unos segundos, no esperaba verlo y mucho menos darle ese tipo de recibimientos, todo se estaba tornando demasiado confuso.

– ¡¿Clyde?! – Pregunto aun confundido, para ese entonces, Tucker ya estaba junto a ellos, ya que pensó que algo malo le paso a Tweek por el grito. – ¡¿Qué haces aquí?!

El castaño estaba mudo, sin emitir palabra alguna y con el rostro pálido y rojo. Aun si pudiera hablar, ¿Qué diría? El abrazo de la esposa de su amigo le hizo sentir tantas emociones distintas que no estaba seguro de que tema de conversación podrían llegar a hablar.

– Cariño, Clyde dejo sus llaves en una de sus maletas cuando fue de viaje y no las puede encontrar, así que pensé que podía quedarse con nosotros hasta resolver ese problema.

Tweek aún seguía en shock por el accidente con Clyde, pero lo dejo de lado al saber de la situación en la que se encontraba. No podía permitir que un amigo suyo, y en especial, el mejor amigo de su esposo estuviera andando por todo el pueblo durante este fuerte invierno.

– Ya veo. – Dijo calmándose poco a poco. – Claro que puede quedarse. – Le dijo a su esposo, y luego miro a Clyde. – Puedes quedarte el tiempo que gustes, Clyde. Craig te atenderá en todo lo que necesites.

– ¿Qué yo que?

Los dos rieron en un ambiente relajado y agradable, el castaño y el rubio olvidaron el incidente y fueron con Craig a la mesa, en unos minutos estaba lista la cena por lo que solo debían lavarse las manos y esperar.

– Iré a ver la comida. – Tweek anuncio. Craig asintió y cuando el rubio paso a su lado le dio una suave nalgada, haciéndolo sobresaltar.

Mientras tanto, Clyde pensaba en el esposo de su mejor amigo. ¿Hace cuánto tiempo no lo veía? Quizá unas semanas, pero realmente solo eran encuentros casuales y muy cortos, acompañados como de costumbre con los demás chicos.

Tal vez no sabía eso, pero sí que estaba más lindo de lo que recordaba.

Los cabellos rubios y alborotados como el sol, su nariz alargada y pequeña, sus ojos saltones de color azul mezclado con amarillo. Sus labios eran rosados, casi como los de su ex novia, Bebe. Tenía un bonito cuerpo, era muy delgado pero sin pasar de lo normal, aunque claro, sus caderas eran la exquisita excepción.

En cuanto a su personalidad, no había cambiado demasiado, seguía viéndose tan tierno y adorable como siempre ha sido. Sus TICs ya no eran tan seguidos ni tan notorios, y eso le ha favorecido bastante a la hora de expresarse. No obstante, cuando tenía algún TIC, se veía increíblemente lindo.

Traición sin intenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora