Extra - una más

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12:30 .a.m
Dalilah

La brasileña baila en la alfombra roja, los colombianos ponen la música, los alemanes mezclan tragos, algunos se besan, otros se miran intentando descifrar qué pasa en la mente del otro, así estamos Adriel y yo.

– ¿Qué piensas? – masajea mis pies.

En cuanto llegamos me deshice de mis tacones y subí a cambiarme el vestido, todas las chicas tienen camisas de Adriel como vestuario y los chicos tienen sólo el pantalón del traje.

– En que quiero emborracharme.

Se ríe de mis palabras y me pasa su vaso el cual tiene una mezcla de vodka y whiskey.

– Que lindo, pero prefiero la mezcla que tiene vodka, tequila y ron.– respondo con ironía.

La alemana me trae un vaso con todas las combinaciones posibles de licor, lo bebo como si fuera agua, hoy tengo tantos motivos para embriagarme, me refiero a que estoy secuestrada, vivo con un mafioso, casi me inyectan droga, mi familia piensa que estoy muerta y el hombre que tengo al lado es el único que me puede enamorar pero mi ética me prohíbe amar.

– Despacio linda.– un Manuel ebrio se me sienta al lado– tomate esto.

Una pastilla azul aparece en su mano, la tomo un poco dudosa.

– Pásalo con tu cóctel, es muy buena para olvidar y parece que es lo que quieres hacer.

Pongo la pastilla en mi lengua y con ayuda del trago la paso, Adriel aprieta la mandíbula y Manuel hace lo mismo que yo con otra pastilla.

Un escalofrío recorre mi cuerpo y la música se siente más fuerte, escucho los latidos de mi corazón y los de los demás. Me levanto sintiendo el ritmo de la bachata, muevo mi cuerpo al ritmo de canción, la casa está llena de desconocidos.

La cara de la mayoría se deforma y a lo lejos veo a un chico, tiene cabello negro, sigo tomando licor sin apartar la mirada del guapo chico de ojos grises, levanta su trago en mi dirección y yo no dudo en servirme más líquido.

Uno de los desconocidos se me acerca por la espalda, en cuanto posa la mano en mi cintura me percato en que es una mujer castaña.

– ¿Eres bizcocho? – Me sonríe la chica– porque tu papá parece panadero.

Me guiña el ojo y las palabras dejan de tener sentido.

– Smith aléjate de la ramera – Uno de los chicos llama a la que me coqueteaba.

– ¿Eres ramera? ¿Ese es insulto o alago? – otra chica me habla – eres muy linda, te puedo pagar si finges ser la esposa de ese imbecil – Señala al que llamó a la castaña.

– ¿Cuanto?

– 1000 dólares, 5000 si alguien te golpea.

– Trato.

Me acerco al rubio pero choco con el chico de cabello negro.

– Apártate que quiero dinero.

– Te doy el triple de dinero si bailas aquí.

– Dame 10 veces más y es un trato.

Junta su meñique con el mío y hace que cambien la música, no se que dice la letra ya que está en español pero si capto que los movimientos deben de ser sensuales, apartó al chico y me dirijo al rubio, pongo mi mano en su pecho y muevo mis caderas en círculos. El chico de cabello negro me toma de la cintura y me carga como si fuera un costal de papa.

La música no para y mi cuerpo cada vez siente mas ganas de bailar, el chico me cuenta historias de su infancia y yo comparto las mías, es muy lindo pero tonto ya que me contó que le gustaba una chica que ayudo a su hermana y ahora que por fin la tenía ella no lo quería amar.

Una nueva misión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora