No sabes lo que es amor

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Dalilah

Las notas de piano suenan cuando mis dedos las hunden, después de que el súper malote se quedara dormido con la cara en mi abdomen no pude conciliar el sueño. Ya entiendo porque dicen que la droga no es el liquido o el suministro, la verdadera droga es quien te la vende, mi plan cayo a pedazos en cuanto el Macho machote me agradeció por ir por el, al final no salimos pero me prometió que hoy si saldríamos y me llevo a un sotano de la mansión, allí se encontraba el piano más hermoso que mis ojos habían visto, me dijo que practicara si quería y de inmediato corrí hacia este.

Llevo toda la mañana tocando melodías y practicando ejercicios, el no ha vuelto, se supone que salió o al menos eso me dijo Miriam, esa señora es muy amable, al igual que su hija, para ser mayor los años no se le pasan por la cara, sigue viéndose joven y deslumbrante.

Escucho pasos en la escalera que guía al sótano, miro por el rabillo del ojo al semental que me observa recostado en el umbral, sus manos en sus bolsillos, su cabello con fijador, su ropa perfectamente acomodada, una sonrisa torcida se planta en su cara mientras camina lentamente hacia mi.

Con mi espalda contra su pecho, siento a sus manos por mi cintura, subiendo despacio, las manos pasan por mis antebrazos generando pequeños espasmos por el contacto, sus manos quedan sobre las mías y me obliga a tocar una melodía.

La cancion Thinking Out Loud de Es Sheeran resuena cada que presiona una tecla.

When your legs don't work like they used to before
And I can't sweep you off of your feet
Will your mouth still remember the taste of my love
Will your eyes still smile from your cheeks
And darling I will be loving you 'til we're 70
And baby my heart could still fall as hard at 23
And I'm thinking 'bout how people fall in love in mysterious ways
Maybe just the touch of a hand
Oh me I fall in love with you every single day
And I just wanna tell you I am.

Sus labios se mueven mientras canta la canción, recuesto mi cabeza en su pecho dejándome guiar por sus manos, la canción termina y yo me giró en el banquillo, sus ojos de tormenta conectan con los míos.

– ¿Qué? – Levanta la ceja.

– ¿Qué de qué? – Me levanto del banquillo y acomodo mi pijama (una camisa de el)

– ¿Por qué me miras así?

– ¿Asi cómo?

– Ey, las preguntas las hago yo. – Acaricia mis hombros y me alejo evitando el tacto, necesito saber hasta dónde es capaz de llegar cuando algo no le sale como el lo esperaba.

– Pues no se como lo estoy mirando.

– ¿Estás enojada? – Se sienta en el banquillo y me mira.

– ¿Te importa? – Lo miro y sonrió.

Se levanta mirándome a los ojos, me lleno de cobardía por un momento y bajo la cara, la subí a los pocos segundos mostrándole lo poco que me importa aunque me esté dando un infarto del susto.

– Eres tan.. impredecible. – Tensa la mandíbula y me da la espalda, suelto un suspiro cuando no me ve.

– ¿Gracias?

Su risa ronca llena el lugar, me arrepiento y me doy la vuelta para subir las escaleras, las muletas no ayudan mucho, me las quitan en una semana.

Empiezo a subir las escaleras con cautela, me demoro más de lo esperado en cada escalón.

– Quieta.

Su voz es grave, tiro las muletas y empiezo a subir los escalones apoyando un poco mi pie, subí lo más lapido que puedo y empiezo a correr mientras siento las grandes zancadas que da el atrás de mi.

Una nueva misión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora