Capítulo IV

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Dazai cambiaba de canal repetidas veces sin encontrar algo medianamente entretenido que ver. Dejó caer el control remoto en el sofá y sacó el cigarrillo de su boca para después expulsar el humo. Su celular comenzó a vibrar en la mesita de centro y, con un bufido, atendió la llamada.

–¿Qué quieres? No estoy.

–Oi... Qué grosero, Dazai. Tú lo que necesitas es un buen polvo, sin duda alguna. –Le responden del otro lado de la línea.– Tu mal humor crea tormentas, ya hasta puedo ver una nube justo encima de mi departamento.

–Vete a la mierda, Ranpo. –Contesta el castaño, llevándose nuevamente el cigarrillo a la boca, inhalando el humo para después exhalar, esta vez por la nariz.– Hablo en serio, ¿qué es lo que quieres? Estoy muy ocupado ahora mismo.

–No me digas, ocupado viendo televisión, seguramente. ¡En fin! Tú ganas, seré breve, tontozai. –Menciona con cierta burla el ojiverde, para después tornarse serio.– Saben dónde te encuentras, así que tienes aproximadamente... Hm, yo calculo que, alrededor de una hora para huir de ahí, antes de que una bola de aburridos policías rodee tu querida guarida.

Tras oír aquello, Dazai apagó con tranquilidad la televisión. Tiró su cigarrillo al suelo, pisándolo para apagarlo por completo y se dirigió hasta su habitación.

En realidad, no tiene mucho que llevarse, puesto que siempre se encuentra en diferentes lugares, pero hay ciertas cosas que debe asegurarse de llevar consigo.

–Una hora, ¿eh? ¿No crees que pudiste haberme avisado un poco antes, Ranpo? –Responde el castaño, guardando un collar en el bolsillo de su pantalón y quitándose la camiseta. Se mira al espejo, revisando que el vendaje en su cuello, brazos y torso se encontrara bien puesto y se colocó una camiseta negra limpia. Toma nuevamente el encendedor y le prende fuego a todos los papeles y documentos que tenía guardados en uno de los muebles.– Ah, qué molestia.

–Sí, sí pude haberlo hecho antes, pero estaba muy ocupado reorganizando mi gaveta de dulces. En fin, ¡te veo en una hora! En el lugar de siempre, ¡suerte!

Dazai chasqueó su lengua y miró su teléfono al percatarse de que su amigo le había colgado. Colocó el teléfono en la mesita de noche y procedió a terminar de quemar los documentos pendientes. Finalmente, se colocó su gabardina preferida y dio un último vistazo a las prendas que dejaría en aquel lugar, ya luego conseguiría más.

Excepto que, esta vez, no iré yo solo.

Aquellos ojos azules vinieron a su mente y fue entonces cuando decidió llevarse un par de prendas más.

Tomó su teléfono de nueva cuenta y lo guardó en uno de los bolsillos de su gabardina. Procedió a encaminarse hasta la habitación del gruñón pelirrojo, con la ropa extra en mano, y abrió la puerta. Notó que Chuuya se encontraba durmiendo pacíficamente, a lo que una involuntaria sonrisa adornó su rostro. Lucía demasiado inocente como para llevarlo consigo al lugar donde Ranpo le esperaba.

Suspiró.

Vendrás conmigo, cariño.

Tras ése pensamiento, desabrochó con rapidez los pantalones del más bajo, quitándoselos de manera apresurada, pues, como lo había mencionado anteriormente, tenían poco tiempo. Seguía en el proceso de quitarle el resto de sus prendas al pelirrojo, cuando éste comenzó a despertar poco a poco, a lo que l castaño simplemente le arrojó la ropa a la cara para que se las pusiera.

–Ponte esto, Chuuya. De prisa, no tenemos mucho tiempo. –Dazai guarda la ropa de Chuuya en una bolsa y mira al susodicho, el cual, seguía completamente inmóvil en su sitio, mirándolo con incredulidad.– ¡Muévete, enano! Si no nos apresuramos, van a matarte. Así que si aprecias tu vida te sugiero que te vistas y nos larguemos de aquí.

Kidnapper | soukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora