Uno
–Escuché que están despidiendo sirvientes del castillo. – Eos murmuró a sus hijas.
La mayor, Andrómeda, despegó los ojos de su libro solo para volver su atención al mismo. Sabía que su madre quería llegar a un punto, no intervendría hasta que lo hiciese.
– ¿Ah sí? – La del medio inquirió, deslizando la mano desnuda en dirección a su taza de té. Se aferró al aza y dio un sorbo corto. – ¿Hay alguna razón en particular? –
–Todas quieren meterse en la cama del rey ahora que está moribundo. – La menor intervino, dándole un golpe ligero a la bola de madera que yacía en el suelo. Pasó por el arco de metal con éxito. Los sirvientes aplaudieron en un vago intento de felicitación. –O son muy estúpidas para ser descubiertas, o simplemente la princesa ha sido lo suficientemente inteligente como para no darles paso alguno. –Se echó el mazo sobre los hombros. –Ginoveva es de mi gracia por algo, madre. –
–La princesa sabe lo que hace. – Andrómeda asintió, cerrando el libro. –En cuanto el rey muera, se viene una guerra de poderes inmensurable. Lo último que se necesita es un bastardo salido de la nada queriendo reclamar el trono. –
–Cuatro meses en cama es un largo tiempo. – Eos le dio la razón a su hija mayor. –Pronto deberá decidirse un heredero al trono. Y pronto podrá comenzar una lucha por el mismo. –
–Lleven mi comida a mi habitación. –Argumentó Jesse Bennet, incorporándose y sacudiendo la mano como una orden silenciosa para retirar al resto de la servidumbre.
Sabía muy bien que no tenía voz ni voto en las conversaciones de su esposa, y tampoco querría estar involucrado en ninguna de sus ideas. Durante sus primeros años de matrimonio temió enormemente a la mujer que dormía a su lado. Había aprendido a hacerse el ignorante de todo, era la mejor manera de ser feliz dentro de todo lo que podía.
En su paso dentro de la casa, arrebató el mazo de los hombros de su hija menor, y le dio un empujón incitándola a sentarse.
Holly le dio una sonrisa corta antes de deslizarse junto a su madre.
Eos ignoró la salida de su esposo, como siempre hacía.
– ¿Por qué no acompañas a tu padre dentro, Jude, cariño? –
Kaede estiró la mano hacia su hermano menor.
–Madre, déjalo escuchar. Tiene que aprender sobre a quién deberá apoyar, ¿Verdad hermanito? –
El castaño se acomodó los gemelos en las manos, antes de incorporarse con gracia y dar un asentimiento hacia su madre. Su padre ya lo estaba esperando en el marco de la puerta.
–Deberías de dejarlo escuchar un poco más. –Holly se quejó apartándose un mechón rubio con un resoplido –Pronto cumplirá los diecinueve y sigues manteniéndolo a oscuras, no lo servirá de mucho. –
Eos cortó un trozo de su carne para llevársela a la boca, ignorando el comentario de su hija menor.
–Si Jude no se pareciese tanto a padre, te apoyaría totalmente en tu declaración, Holly. –Andrómeda habló. –Se empeña demasiado en su criterio estricto de justicia y se niega a observar los baches necesarios en una cuesta llena de piedras. –
–No veo por qué tendría de dañar la felicidad de mi pequeño con estos problemas de mayores. –Eos suspiró, aplacando los pliegues de su vestido blanco.
–Bien que estás dañando la mía. –Refunfuñó Holly, empujando un par de galletas hasta su garganta.
Kaede hizo una mueca ante el gesto vulgar pero siguió en silencio.
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El Forjador del Rey
Fantasy"Érase una vez una familia de reyes. Érase una vez una familia que hacía reyes. Érase una vez mujeres sedientes de poder, un trono sin rey, y herederos sin saber, ¿Quién se sentará en el trono? ¿Quién manejará el poder?"