Apariencias [ShigaDeku | KatsuDeku]

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La música en inglés inundaba la sala ostentosamente decorada con telas y flores. Era una ocasión especial, una reunión de hombres importantes, que celebraban la boda del primogénito del presidente del estado.

Aunque ellos no estaban ahí precisamente para celebrar. El grupo de oficiales japoneses que iban encubiertos estaban sentados en una de las mesas principales, acompañados por un único agente del FBI.

—Sin importar nada, no se acerquen a ningún omega, a menos que ellos se acerquen primero —dijo en tono bajo el americano, Rody Soul.

—Hay muchos peces gordos aquí, qué lástima que solo vengamos por ese yakuza bastardo —comentó uno mientras terminaba de un trago su whisky.

—¿De verdad, ningún omega, ni siquiera los meseros? —preguntó un rubio que veían con picardía a una mesera omega de corto cabello negro.

—A ninguno —ordenó el líder del equipo, el alfa de fiera mirada escarlata, Katsuki Bakugo. Quién tuvo que sujetar el brazo de su compañero idiota y regresarlo con fuerza a su sitio, pues ya tenía intenciones de ir trás la mesera.

—Solo vigilaremos esta noche, necesitamos información —se unió uno de cabello morado y voz monótona.

—Será una noche muy larga —soltó el segundo al mando, Kirishima Eijiro, al ver a uno de los políticos imbéciles arrojar al suelo a su omega, una mujer de corto cabello rosa.

Ella tembló en el suelo, sin embargo, por el miedo ni siquiera se atrevió a levantarse.

—¿El dinero de esos imbéciles es suficiente para que soporten esos tratos? —preguntó Shinso, incapaz de apartar la mirada de la escena.

—Aunque sea difícil creerlo, muchos de esos omegas se quedan por amor…, algunos otros no tienen opciones, salir de ese mundo significa no solo enfrentarse a la policía, sino a una sociedad que los ve como basura.

—Es una mierda.

Y todos estuvieron de acuerdo con eso.

Veinte minutos después de ver una gala de imbéciles comportándose como cerdos despreciables, el objetivo de su misión apareció:

Los meseros lo guiaron a un amplio sofá de cuero, apostado en el muro frente a su mesa. Era una sala con sofás negros y una mesa abarrotada de licores en el centro. Tomura Shigaraki, el líder de la yakuza japonesa, fue recibido como un invitado de honor, guiado a la sala improvisada seguido por sus hombres y su omega, un joven adorable que desencajaba con los alfas robustos.

La presencia del imponente yakuza se opacó cuando su omega sonrió. Izuku Midoriya era su nombre, tendría apenas veintidós años, y era la flor más bella de la banda criminal, todo por su delicada silueta y su rostro angelical, embellecido por unos preciosos ojos verdes.

Los líderes tomaron su lugar en el centro de la estancia, ante la mirada de los cientos de invitados.

—¿Qué hay de él? —se atrevió a preguntar Denki.

—Es de esos raros casos… los que se quedan por amor —explicó el americano—. Midoriya Izuku ha estado con él desde sus inicios en el bajo mundo. Desde los días en que tenían que dormir entre la basura de los callejones, hasta ahora que están en la cima del mundo. A pesar de eso, ese omega ni siquiera figura en alguno de los negocios sucios, tal vez jamás ha tocado un arma.

—Eso no quita que se pudrirá en prisión —sentenció el líder.

Su mirada acusadora no se despegó del omega y el yakuza en toda la noche, aunque quizás había otra razón para mirar esa mesa. Tal vez, eran esos hipnotizantes ojos verdes que de vez en cuando encontraban los suyos, quizás lo abrumaba la curiosidad por el aroma que tendría, probablemente, solo era la necesidad de memorizar cada detalle de su figura acentuada por su ajustado vestido.

—Algo está sucediendo —llamó Kirishima, en el momento en que Shigaraki levantaba la voz y su omega se hacía más pequeño en su sitio.

—Con tanto ruido no escucho lo que dicen… —anunció Kaminari.

En un instante que tensó a todos los presentes, Izuku se quitó las manos de su alfa con un gesto brusco y salió de su regazo.

—¡Vuelve aquí, maldita sea! —ordenó Shigaraki, cuando Izuku le dió la espalda y se movió por la sala.

—¿Qué carajos hace ese omega? —preguntó Katsuki en un murmullo.

—Viene hacia acá —suspiró Kaminari.

Tenía razón, en unos instantes Izuku estaba frente a su mesa, mostrándoles a todos una sonrisa amable.

—¿Quieres bailar conmigo, alfa? —preguntó con timidez, poniéndo sus encantadores ojos en Katsuki.

El alfa no lo dudó, aquella era una oportunidad única para sacarle información al segundo al mando de la organización yakuza.

La música lenta comenzó, alfa y omega se unieron en un baile sensual en el centro de la pista. En algún momento, Katsuki se encontró con la mirada desquiciada de cierto alfa de cabellos blancos, y por alguna extraña razón que ni él mismo entendía, apretó más cerca a Izuku, sacándole un suspiro de sorpresa.

—Eres un alfa salvaje —cantó su presa contra su oído—, me gustan los alfas así…

—¿Y hacer enloquecer a tu alfa es parte de tu plan? —preguntó con descaro.

—Tengo mis razones…

—¿Y cuáles son? —preguntó sin molestarse en mantener sus manos quietas, las cuales viajaron peligrosamente cerca del regordete trasero del omega.

En un instante, el delgado filo de una navaja estuvo contra su cuello, por la forma en que Izuku lo abrazaba y se escondía en él, nadie más lo había notado, ni siquiera sus compañeros.

Mientras él temía por su vida, el omega guiaba sus pasos.

—Escucha idiota —habló el omega, cambiando su tono coqueto por uno amenazante—. Usualmente me gusta llamar la atención de guapos alfas como tú, pero hoy voy a pedirte amablemente que quites tus asquerosos ojos de mí y de mi alfa, o te juro que te castraré aquí mismo. Solo embriágate con tus amigos en silencio, a las doce, tomen sus cosas y lárguense o haré que los saquen por la fuerza.

La música terminó y la navaja por fin dejó su cuello. Izuku se alejó de él, mirándolo con esa misma sonrisa amable del principio.

—Disfruta tu noche, alfa —cantó con el mismo tono coqueto de antes.

Jugó con su corbata antes de alejarse. Katsuki quedó helado en la pista, viendo a Shigaraki recibir a su omega con una sonrisa, mientras a él lo amenazaba con la mirada. Solo entonces, el oficial volvió a su mesa.

—Carajo, las apariencias sí que engañan —masculló Kaminari, quien al igual que el resto había escuchado toda la conversación por el auricular.

—Entonces el autor intelectual de todo, resulta ser el omega que yo creí inocente… —habló Rody.

—Como sea, están a punto de ser las doce —susurró el jefe.

Un hueco se formó en sus estómagos, aunque enfrentaban la muerte de cerca a diario, por algún motivo, la amenaza de ese tierno omega de ojos verdes caló muy profundo. A las once con cincuenta, el grupo de oficiales tomó sus abrigos y salió en silencio de la reunión.

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-D.K. ♡

Antología para Deku [Dekubowl]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora