[05] Adiós, Centralia

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05.

Adiós, Centralia

Entré a casa con el sigilo de un ninja, me di un baño y al salir me arreglé para la escuela. No alcancé a dormir en lo absoluto. Cubrí con maquillaje un par de rasguños en mi rostro, obsequio de aquél accidente en el que, por cierto, no podía dejar de pensar.

Imaginé escenarios en los que todo pudo haber sido una simple alucinación mía, pero los moretones en mi cuerpo señalaban que todo había sido real. Hice una y mil hipótesis pero no lograba comprender lo que vi.

Ya en el colegio, el lugar de Sonia permaneció vacío en cada clase que compartimos juntas. Tampoco vi a los gemelos. Incluso Jason, el favorito de los profesores, había faltado. ¿Extraño? Tal vez la loca era yo, yendo a la escuela tras lo que acababa de pasar.

Cuando terminaron las clases, atravesé el estacionamiento para encontrarme con Sonia, quien bajó de su auto corriendo para alcanzarme, insistiendo en conversar. —Perderé el autobús, podemos hablar después. Además necesito dormir, no me siento bien.

—Ven conmigo por favor, yo te llevo a casa, y hasta será más rápido que tomar el bus. Sólo dame cinco minutos Scar, no seas cruel, por favoooor. —se veía bastante preocupada por tener esa conversación, así que asentí y la seguí.

No tenía idea de que, todo estaba a punto de ponerse peor.

Subí a su auto y me pidió que me colocara el cinturón de seguridad. De camino, su semblante se volvió serio, inusual.

—¿Estás bien?

—¿Por qué no lo estaría? —contestó, y se mordió la lengua.

—Ouch... —sí, algo la ponía nerviosa. —Sonia, quizá deberías bajar la velocidad.

—¿Insinúas que no sé conducir? Scarlett, relájate, me haces sentir que algo no está bien. —entre prisas, me extendió la mano con un bombón de chocolate. —Ten, comételo y cálmate por favor.

—¿Que me relaje? Ustedes mueven la tierra y se curan de la nada. —añadí mientras masticaba.

Un mensaje apareció en la pantalla de su celular y desvíe mi atención de la conversación.

"S.O.S.", de Jason.

—No le contestes. —dijo rápidamente.

—¿Qué te pasa Sonia? Es Jason, nuestro amigo, y está pidiéndote ayuda.

—Sí, bueno, una pena que no podamos ayudarlo.

—¿Por qué no podríamos?

Me ignoró, y apagó el celular.

—¡Sonia! —espeté.

Mantuvo la vista al frente, eso colmó mi paciencia.

—Sonia, maldita sea, ¡DI ALGO!, ¡ME LO DEBEN!

Me retó con la mirada y aceleró. Avanzó un par de cuadras, dio vuelta a la derecha y se estacionó en un callejón.

—¿Qué demonios te pasa a ti? ¡No me grites! ¡No estoy sorda! —soltó el volante y de su bolso sacó un diario, cuya cubierta se veía tan vieja y desgastada, que no encajaba entre los detalles rosas del auto. —¿Ves esto?

—¿Ajá? —lo guardó de nuevo.

—Nos matarían por esto. Y Jason, —resopló. —En las minas de Centralia. —cruzó los brazos. —Con su padre, quien seguramente va a lograr que nos maten a todos.

—¿Por qué pasaría eso? ¡Aaaaagh!, no entiendo nada. —llevé las palmas de las manos a la frente y  dejé caer mi cabeza al respaldo del asiento. Me invadió un fuerte dolor de cabeza y mi frente comenzó a sudar. De repente, todo comenzó a darme vueltas.

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⏰ Última actualización: Sep 19 ⏰

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Rojo Escarlata | ·  En curso ·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora