IV. Mecánica cuántica y palabras que no logro comprender

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Encontré suficiente inspiración para empezar mi lectura. Con esa hambre, durante semanas, devoré ese libro como si fuera un aperitivo. Cada pequeño instante, en el camión, por los recesos, al filo de la cama, todo era buen momento para leerle. Y así me desvelaba las noches. Schrödinger había contagiado mis sueños y a veces no te protagonizaban, Emma. Ese hombre me volvió loco. Había empezado con un ejemplar limpio y organizado, y con cada brote de aprendizaje, terminaba más rayoneado y subrayado. Si supieras la cantidad de post-its que ponía por cada párrafo. Noche tras noche, las tardes,  entre clase y clase. Cada relectura parecía más ligera. Una y otra vez, anotando y subrayando. Leía con rudeza, me forzaba a continuar. Así pasó alrededor de dos semanas.

Un día, llegué hasta Enrique con una sonrisa en el rostro. Pareció sorprendido de volver a verme. Ese día se balanceaba de una silla.

-Leí el libro- le exclamé

-¡Mentira!- vaciló.- No hay manera

-Schrödinger no tenía un gato real, era sólo un experimento mental. Cuando me preguntaste qué opinaba del gato de Schrödinger, no hablabas de una mascota.

-¡Bravo, lo has descubierto!- Enrique aplaudía.- Vas 89 años atrasado en la conversación, ¿te dije que el experimento del gato es física para bebes?

-Muy gracioso- exclamé.- Pero he leído el libro

El sujeto sólo jugó con sus manos. No quiso creer ninguna palabra.

-Tarde un rato en descifrarlo- y le mostraba el ejemplar seccionado con notas. - Pero creo que tengo una idea general. Schrödinger era un científico austríaco que habló de partículas con comportamientos y propiedades singulares. Indeterminación, efecto túnel, entrelazamiento cuántico, toda clase de locuras ocurren en el mundo de las partículas.

-¿Y?

-Y parezco entender por qué este libro es primordial- remarqué.- Es el entrelazamiento cuántico lo que nos interesa, ¿cierto? Partículas en lugares tan distintos y lejanos y que aún así se conectan y afectan el comportamiento de la otra. Una en Nueva York y otra en Alfa Centauri, ambas por más años luz que las separen, por tantos milenios que no se encuentren, actúan como si estuviesen juntas. Casi como si estuviesen...enamoradas.

Enrique río. Cruzando brazos, su semblanza parecía romper su cinismo común.

-Siempre es sobre amor contigo, ¿verdad?

-Escúchame- comenté.- Partículas distintas, en mundos distintos que parecerían no tener en común ni su entorno o naturaleza y aún así, por alguna razón están relacionadas. Interactúan, parecen responderse una a la otra por telepatía. Coexisten en puntos alejados pero conviven como si se tuviesen a un lado. ¡Una locura!

El muchacho iba a hablar pero quise, con pasión, continuar.

-¿Conoces ese experimento? Dividir en dos una partícula de luz...

-Se llama fotón- interrumpió Enrique

-Eso, divides un fotón en dos y trasladas cada mitad a un lugar distinto, muy alejados uno de otro. Cuando dotas a una de las partículas de cierta información, esa misma información aparece instantáneamente en la otra. ¿Cómo sucede eso? ¿Cómo dos partículas alejadas pueden tener esos reflejos? Parecen unidas, conectadas por algo mágico en el universo que las hace tan diferentes pero al mismo tiempo, tan iguales.

-Es una relación matemática la que los conecta, Romeo

-Pero no tendrían razones para entrelazarse. Es místico. Creo que soy parecido a una de estas partículas, Enrique. Entiendo esta condición de atarse a alguien más. Sé que hay algo más allá de la ciencia que une a las personas. Eres tu con tu cerebro de computadora arruinándolo todo- murmuré.

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⏰ Última actualización: Oct 05 ⏰

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Cínico viajero en el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora