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De vuelta a casa

—¿Ryu?

Al abrir los ojos, la castaña se encontró con la cara de cierto rubio tan cerca de la suya que fue capaz de oler su aliento matutino. Entonces frunció el ceño y lo empujó en un movimiento atolondrado que hizo que él se echara a reír con fuerza.

—¿Cenaste gyozas con algo con cebolla? —se quejó, comenzando a tallarse los ojos— ¿Y no te lavaste la boca?

—Las gyozas no tenían cebolla y sí me lavé la boca —contraatacó el rubio una vez que se sentó sobre sus tobillos en el piso de madera junto a los futones doblados, sin dejar de sonreír—, ¿ya tan mala memoria tienes?

Ryu bostezó, sentándose sobre el futón de color rosa, con los ojos más cerrados que abiertos.

—¿Entonces por qué te hiede la boca como si alguien se te hubiera muerto allí adentro?

—¡Ryu-senpai! —preocupado ya por las palabras de la castaña, Naruto se puso la mano frente a la boca para poder oler su propio aliento. Ryu se acomodó en su lugar, comenzando a doblar el edredón, y una sonrisa se dibujó en su rostro al verlo preocupado por sus palabras.

Un olor a hierbabuena llegó hasta la nariz del oji azul, y soltó un respiro resignado al ver que Ryu se burlaba de él.

—Buenos días zorrit- ¡Au! —en medio de su saludo matutino, Naruto se abalanzó contra la mayor como quizo hacerlo desde el inicio, causando que ambos cayeran contra el futón calientito.

El canto matutino de los pájaros llegó hasta sus oídos junto a un viento fresco, característico de las siete de la mañana. Entonces, Ryu sonrió; la respiración de ambos se combinó con el canto de los pájaros y con el sonido de las hojas de los árboles sacudidas por el viento.

—Feliz cumpleaños, Ryu —dijo con calma, sintiendo cómo la mayor le devolvía el abrazo con un cuidado que no acababa de comprender—. Por favor, cumple muchos más.

La castaña soltó una carcajada limpia, aceptando el agarre fuerte del Uzumaki, y asintió antes de cerrar los ojos. Era verdad, era su cumpleaños.

—Hablas como un señor —se burló, abriendo los ojos por sentir que el rubio deshacía el abrazo—. Pero gracias, Naruto. Prometo cumplir más.

—Ero-sennin y yo te preparamos okonomiyaki —Ryu levantó las cejas al terminar de doblar el edredón y el futón—, le pusimos carne.

—¿Aprendieron a cocinar okonomiyaki? —el rubio asintió, orgulloso.

—Pues claro —sonrió, cuando Ryu puso las cosas en su lugar levantando las cejas, y se rascó la nuca—, creo.

—Anda, vamos abajo.

Naruto siguió a pasos rápidos a la mayor hasta la planta baja de la cabaña que habían rentado en la los límites de la tierra de las aguas termales. Puso sus manos sobre sus hombros y bajó las escaleras entonando una canción que acababa de inventar. Así llegaron al comedor del lugar, en donde la risa de Jiraiya llegó hasta sus oídos; en la pequeña mesa de madera en el centro se encontraba la comida servida junto a unas botellas de vidrio que contenían agua y sake.

—¡Feliz cumpleaños, Ryu! Ya eres una mujer hecha y derecha —la castaña contuvo una sonrisa— ¿Cómo se sienten los veintidós?

En un movimiento rápido, como era su costumbre, Ryu apareció detrás del sannin y dejó pasar su cabeza entre el espacio del brazo y el pecho del mayor, emulando un abrazo que lo hizo sonreír.

—No muy diferentes a los veintiuno —Naruto no tardó en sentarse frente a la mesa, tomando uno de los pares de palillos—. Gracias, Jiraiya-sensei.

I AM YOU | ITACHI UCHIHA / KAKASHI HATAKEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora