Capítulo 4

78 24 10
                                    


Al día siguiente estaba más tranquilo. Quizá había malinterpretado todo y ella no hacía nada. Puede que solo curiosease o que se aburriera. Se levantó con esfuerzo, fue al lavabo y la escuchó en la cocina. Cuando salió, ella se acercó.

—¿Quieres ducharte? Podemos envolverte la pierna con una bolsa de basura para que no se moje. Podría encargar algún tipo de protector de escayola.

—Podré ducharme yo, si me traes la bolsa. Y sí, luego lo encargo.

—Bueno, me quedaré fuera por si me necesitas.

Irene le llevó un par de bolsas y él se encerró en el baño. No estaba dispuesto a que ella estuviera curioseando. No tenía vergüenza, no era eso. Quizá se sentiría incómodo.

Con mucha dificultad se quitó los pantalones del pijama. Maldijo en varios idiomas. Consiguió, sentado en el inodoro, ponerse la bolsa, pero le quedaba corta, no llegaba a cubrirle toda la pierna, así que cortó la segunda y la colocó como pudo para cubrirla hasta la ingle.

Suspiró aliviado. Abrió el grifo del agua caliente y se sentó en el borde de la bañera. Metió la pierna buena y dejó la otra fuera. Pero el agua empezó a salpicar todo el suelo. Murmuró enfadado y metió la pierna mala. Solo que, al apoyar ligeramente la bolsa, se resbaló y cayó al fondo de la bañera, con un estruendo tremendo.

Irene entró deprisa y lo encontró largo en la bañera, enfadado. Lo ayudó a levantarse, mojándose también hasta que llegó a cerrar la ducha.

—Joder, Josh, ¿no hubiera sido mejor que te hubiera ayudado desde el principio?

Él la miró, tenía la camiseta empapada pegada a sus pechos y se volvió. No quería ni siquiera pensar en nada que pudiera excitarlo. Estaba desnudo y ella...

—Déjame que te lave el pelo, pero tendrás que agacharte. Siéntate en el borde y saca la pierna con la bolsa.

Josh se resignó y se dejó hacer. Ella masajeó el cabello con suavidad y lo aclaró, mientras él se puso las manos sobre su regazo, para evitar que viera la ligera erección que se estaba produciendo.

—Por favor, termina —dijo él.

—Pero...

—Vamos, aclara y sal. Por favor.

Ella se encogió de hombros, pasó la ducha por el pelo y por los hombros, procurando no mojar más el suelo. No pudo evitar pasara la mano por la espalda de Josh y él se estremeció.

—¡No! Vete.

Ella se asustó y salió del baño. Josh cerró el grifo y contempló su erección. Le había bastado unas simples caricias para excitarse. Quizá debería descargarse.

Irene llamó a la puerta.

—¿Todo bien?

—Sí, me visto y salgo a desayunar.

Se puso un pantalón limpio y una camiseta como pudo; por suerte, la erección ya había bajado. Si cada vez que le ayudaba a ducharse iba a acabar así, sería todo un problema.

Con las muletas, avanzó hacia la cocina donde Irene ya le había preparado un café y unos huevos revueltos.

—Perdona si... antes... te he incomodado —dijo ella mirándole desde enfrente.

—Bueno, ya está. Por cierto, me gustaría que me dijeras qué mirabas en mi portátil ayer.

—Solo quería ver cosas por Internet, mi móvil estaba sin batería. Lo siento.

Una historia de amor realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora