Capítulo 8

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El brillo de las luces le molestó y le recordó que seguía vivo. Todo vino de repente a su memoria y escuchó un suspiro cerca. La mano que tocaba su frente estaba fría y fue agradable.

—Irene...

—No, soy tu madre —dijo la voz conocida. Consiguió abrir los ojos y vio a sus preocupados progenitores que estaban junto a su cama. Su tía Rebeca entraba con unos cafés en ese momento y al verlo abrir los ojos, casi se le caen.

—Ay, por Dios, que ya está despierto —dijo dejando los vasos en una mesita y acercándose a la cama.

—¿Cómo estás, hijo? —dijo su padre intranquilo.

—Jodido —suspiró. Miró por la habitación, pero claro, ella no estaba.

—Has tenido mucha suerte, cariño —dijo su madre—, porque la bala no ha afectado a ningún órgano importante. Te la han quitado y en cuanto estés recuperado, te llevaremos a casa. ¿A quién se le ocurre no decir nada de la pierna? Y en cuanto a ti, Rebeca...

—No te enfades, mamá. Yo se lo pedí. Sabes lo importante que es mi trabajo y además...

—Anda bebe agua, sobrino —dijo Rebeca acercándole el vaso.

—Vamos a contratar una ambulancia privada para llevarte a casa —dijo su padre—, que igual en el coche vas incómodo.

—Pero tengo todas mis cosas en la casa y debo recoger a Smith...

—La policía se ha llevado todo, incluido al bicho ese —dijo Rebeca—, y tu madre ha recogido tus objetos personales, así que te puedes ir.

Josh la miró con una pregunta en la cara, pero ella se encogió de hombros.

—Estuvieron sacando huellas y todo eso, y luego se fueron todos —contestó.

Él cerró los ojos. Esperaba al menos una visita por su parte, que no es que se hubieran hecho novios o algo, pero ¡joder! Algo.

El viaje en ambulancia fue bastante doloroso y tuvieron que ponerle calmantes, pero por fin estaba en casa.

Su jefe le pidió que le llamase en cuanto estuviera disponible y quedaron en que lo visitaría en casa. Sus padres estaban con él, así que mientras él estaba en el sofá, prepararon cafés para la visita.

—¿Qué tal estás? —dijo el jefe cuando entró.

—Mal. No esperaba que ocurriera esto, desde luego. ¿Qué ha pasado con Paul?

—Está en libertad vigilada, ya que nunca ha delinquido, pero supongo que irá a la cárcel algún tiempo, por relacionarse con estos criminales. Está muy arrepentido y lo contó todo. Supongo que eso le beneficiará.

—Él se vio apurado, no tuvo verdaderas intenciones malas.

—Lo sé, ha sido un pardillo con mala suerte, pero te podía haber costado más, incluso la vida. Si ha actuado mal, debe pagarlo.

Josh bajó la cabeza. Sí, podría haber muerto, si la bala hubiera ido dos centímetros más al centro.

—Nos han devuelto a Smith y tu portátil. Una vez lo procesaron, no vieron que hiciera falta nada más.

—Sí, conseguí que funcionara la IA, incluso ayudó a la policía que estaba conmigo.

—Y eso también fue una suerte, ¿y era tu prima, no entiendo?

—Déjalo, yo hay cosas que tampoco entiendo. ¿Me traerás un portátil para trabajar?

—No, de eso nada o tus padres me reñirán. Tómate una semana o dos, las que necesites, para descansar y recuperarte. El proyecto ya saldrá. El equipo de marketing está trabajando en la publicidad de Smith. En cuanto nos den vía libre para publicar lo que te pasó, y cómo ayudó nuestro androide, lo haremos. Los accionistas están encantados.

—Bueno... no sé si quiero aparecer y tampoco creo que a Iren... a la policía le haga gracia estar por ahí.

—Pero si es como una película de espías, un thriller del que se podía hacer una novela.

—Una novela corta, desde luego, porque no pasaron tantas cosas.

—No te preocupes, que verás el contenido antes de publicarlo, por si quieres cambiar alguna cosa. Mientras tanto, descansa y déjate cuidar.

Después de hablar de otros asuntos, el jefe se fue y sus padres salieron a hacer la compra, tras asegurarse de que estaría bien.

Josh cogió su Tablet y miró el correo, en su móvil, que ya le había devuelto la policía, tampoco había mensajes. Dudó si enviarle algo a Irene, para saber si todo había ido bien, pero luego dejó el teléfono. Pensó que ella debería preguntarle qué tal estaba.

Los días pasaron, se fue recuperando y por fin le quitaron la escayola. Ya se había incorporado al trabajo en casa, aunque de vez en cuando iba a reuniones con su nuevo equipo.

Había hablado con Rebeca y esta le había expresado lo enfadada que estaba con Irene, por haberla engañado. Pero él cambió de conversación, su tía no sabía que entre ellos hubo algo y no quería que lo notase.

Después de dos meses, cansado de estar en casa, decidió viajar al pueblo, ver la casa. Quizá allí se diera cuenta de que lo pasado con ella no fue nada, que no tuvo importancia. Y, además, quería revisar la domótica que tenían allí, por si se había dejado alguna cosa. Llevó poco equipaje, solo iba a estar un fin de semana.

La puerta que reventó la policía había sido cambiada, imaginó que por el seguro. Por dentro, el lugar estaba ordenado, desde luego sus padres se habían encargado de todo. Dejó la bolsa en el suelo y recordó con cierto encogimiento de estómago el momento en que le pegaron un tiro. Uno no imagina que esas cosas que tan a menudo se encuentran en las películas, le puedan pasar de verdad.

Dio una vuelta por la casa y todo estaba en su sitio. No había polvos de esos que usan para las huellas, ningún cajón estaba abierto o desordenado, la cama estaba hecha y ya que la nevera estaba vacía, decidió pasarse por el pueblo, ver a su tía Rebeca y comprar alguna cosa para el finde.

Su tía lo abrazó nada más que lo vio.

—¿Cómo estás, cariño? Te veo bien, aunque más delgado.

—Sí, he perdido tres o cuatro kilos, pero ya los recuperaré. Y tú, ¿cómo estás?

—Sigo enfadada con Irene. Me llamó, para explicarme, y entendí que era su trabajo, pero ¡joder! Es tu prima.

—No es mi prima, es tu sobrina —dijo enfadado—, tuviste suerte de que te llamara, porque a mí ni se molestó en preguntarme qué tal estaba.

—Me preguntó a mí. Creo que estaba avergonzada, no sé, chico.

—No le pega estar avergonzada, tía. Y ya no quiero hablar del tema —contestó más enfadado de lo que pensaba.

—Oh, ¡sobrino! ¿te has colado por ella?

Josh la miró y no dijo nada. No podía contestar porque ni él mismo lo sabía.

—Me voy a la tienda, para comprar algo para el finde.

—¿Quieres que te lleve algo de comer?

—No, Rebeca, solo voy a estar hoy, y mañana me voy.

Tras despedirse con un abrazo de su tía, se fue a la tienda y compró varias cosas, las cargó en la moto y se fue, despacio, hacia su casa.

Todavía calentaba el sol, así que se quedó un rato en el porche de madera que había detrás de la casa, pensando. ¿Estaba realmente colado por ella? No, solo había sido un espejismo, un momento en el que él se encontraba mal, y ella... simplemente estuvo allí. Sí, se acostaron, pero no era la primera ni sería la última persona con la que tendría sexo sin compromiso.

Pasó varias horas tendido al sol, escuchando música y sin hacer nada, hasta que fue interrumpido por el timbre de la puerta.

Movió la cabeza, molesto. Al final su tía tenía que traerle comida.

Se levantó despacio y se acercó a la puerta. La abrió mientras hablaba.

—Rebeca, no hacía falta que me trajeras...

Una historia de amor realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora