lourdes entró a su pequeño departamento totalmente agotada. había estado todo el día repartiendo currículums por la ciudad.
—hogar dulce hogar. —soltó en un suspiro mientras se tiraba al sillón.
no sabía hasta cuando iba a serlo.
y es que hacía ya tres años que se había ido de la casa de sus padres. bueno, que la habían echado en realidad. tres años en los que no había parado un segundo de trabajar. gracias a eso había conseguido un departamento de dos ambientes. no era algo lujoso, pero era lo justo y necesario para ella y lo máximo que podía pagar, pero eso iba a cambiar, y no para bien.
lourdes se había quedado sin trabajo. y en lo único que podía pensar desde que había llegado, era en la tarde tan desastrosa que había tenido hacía ya un par de días.
[flashback]
la ojiverde pasó la puerta de la cafetería donde trabajaba, llegó con una gran sonrisa, ya que, aunque no le fascinaba ganarse la vida haciendo café, no le desagradaba del todo su trabajo.
—¡buen día! —alzó la voz mientras se adentraba en la cocina donde se encontraban sus compañeros de trabajo y su jefe.
—lourdes, tenemos que hablar. —habló el dueño de la cafetería haciendo que se le borrara la sonrisa.
—¿todo bien?
—vayamos a mi oficina. —soltó como respuesta mientras empezaba a caminar..
—okey. —comentó siguiéndolo.
cuando estuvieron dentro, el hombre cerró la puerta de la habitación y se sentó, pidiéndole que hiciera lo mismo.
—carlos, ¿está todo bien? ¿qué pasó?
—eso te pregunto yo, ¿qué pasó?
—a ver, no estoy entendiendo, ¿de qué me estás hablando?
—una de tus compañeras ayer se quedó contando la plata, y calculando llegó a la conclusión de que faltaban 40.800 pesos, lourdes. —ella elevó una ceja. —ayer me pediste un adelanto, ¿no? —ella asintió. —y yo como siempre te dejé que te sacaras de la caja lo que necesitabas. —la ojiverde volvió a asentir. —pero me pediste 15.000 que te faltaban para llegar a no se que monto. no me pediste 40.000 pesos.
—¿vos estás insinuando que yo te robé? —cuestionó poniendose de pie, notoriamente exaltada.
—fuiste la única que tocó la caja, además de candela.
—¿y por qué no fue ella? ¿porque es tu sobrina? —preguntó furiosa. —bien sabemos que me detesta por alguna extraña razón. —soltó sintiendo como le hervía la sangre.
era de público conocimiento para todos ahí, la envidia que candela le tenia a ella. desde su llegada a la cafetería, la morocha parecía odiarla por cada cosa que ella hacía y no se había molestado mucho en ocultarlo.
—por dios, carlos, hace dos años estoy acá, jamás te fallé.
—candela también está hace varios años acá, y nunca hizo nada así, ¿por qué lo haría ahora?