𝐏𝐒𝐘𝐂𝐇𝐄𝐃𝐄𝐋𝐈𝐂 𝐋𝐎𝐕𝐄. | 𝑇𝑜𝑘𝑦𝑜 𝑅𝑒𝑣𝑒𝑛𝑔𝑒𝑟𝑠.

#05.

　
　
　
　
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〔 Las mariposas que habitan en mi ser no son afables. Las mariposas que habitan en mi ser son como la cruda sensación de sentir que te apuñalan cientos de alfileres, una sensación nauseabunda desgarrando tus entrañas. 〕
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➺ Manjiro Sano.
　

　
Habían pasado dos semanas desde que Takemichi había conversado cara a cara con Manjiro, había estado como loco buscando la ubicación de Shinichiro.

Necesitaba encontrar respuestas o acabaría por volverse loco.

Lo había estado pensando una y otra vez, las palabras que le había dicho el autómata eran ciertas.
Si seguían así, ellos acabarían por tomar el control de la humanidad.
Y aunque era algo que sonaba desquiciado, era tan certero como que los nuevos modelos se estaban revelando contra sus dueños.
　

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Takemichi caminaba en busca de la ubicación que su GPS le había indicado, guiándose por el radar aparcó en la esquina de una calle solitaria un poco alejada del punto de encuentro. No se fiaba de que la gente que estuviese por allí fuesen gente fiable.

Posiblemente se tratase de malhechores, mafiosos o inclusive bandas criminales.
Le había costado darles esquinazo a sus androides. Asegurándoles que iría a la empresa para hablar con su padre de asuntos de trabajo.

Y no, no estaba seguro de que le hubiesen creído, pero al menos no habían preguntado mucho más.
Y ahora se encontraba direccionándose hacia un portón. Parecía un edificio en ruinas, pero estaba completamente seguro de que solo trataban de dar esa fachada.

Apartó la madera que cubría el portón y se adentró por una ranura de unos cincuenta y cinco centímetros que había logrado abrir. Al colarse por el interior pudo distinguir un enorme corredor, parecía desierto.

Pero su GPS le indicaba que seguía llendo por el camino correcto, sumamente atemorizado siguió sus pasos tratando de hacer el menor ruido posible.
Una puerta blanca y tras ella unas enormes escaleras que se fundían en lo inmenso de la oscuridad.

Se lo pensó dos veces, ese lugar parecía insólitamente desierto, pero su curiosidad podía con él y ya llegados a este punto no pensaba retroceder.

Enfocó con la linterna del celular y descendió escalón por escalón. Tras cuatro plantas infunitas por fin divisó una salida. Dudó por unos segundos, pero al final se dignó a abrirla.

Había un aparcamiento desierto. Ni un alma, ni un coche, nada.
Su GPS parecía indicarle que siguiera la señal del radar y así lo hizo, avanzó por el corredor mirando cada dirección.
¿Cómo podía ser que esto estuviese tan vacío? Y qué nadie lo hubiese reclamado.
Le parecía extraño.

Tuvo que bajar dos plantas más por el largo descenso del aparcamiento hasta divisar un nuevo portón.
Vaciló entre abrirlo o irse, pero finalmente se adentró y rezó por que el GPS del radar no le estuviese fallando y llevándolo a un lugar sin retorno.

Al ver de nueva cuenta otras escaleras, bociferó cansado.
El camino era realmente largo y se estaba cansando.
Pero no se rendiría fácilmente.
Continuó su descenso hasta que vislumbró un cuarto que parecía ser la sala de calderas.