CAPÍTULO 2: EL REY DE LOS GOBLINS

22 1 0
                                    


Estoy a punto de gritar y pedir ayuda, cuando me doy cuenta de quien se trata. Abro mis ojos y trago saliba.

Es… él, mi futuro marido. Está allí,  parado frente a mí. 

  —Su majestad —digo reuniendo toda la valentía que me es posible —.

Su capa negra ondea contra el viento, en su mano derecha sostiene un orbe de cristál.

 —¿Tú también? —pregunta—.

—Estoy confundida, no entiendo a qué se refiere.

—Lo sabes muy bien. 

—No creí que su majestad fuera a venir esta noche, si lo hubiera sabido habría esperado unos minutos más en el baile, —digo tratando de establecer una conversación—.

—No.

Mi camisón se adhiere a mi piel por la fuerte ventisca que mece mis cortinas, estoy apenada, no se supone que me presentaría de esta manera.

 —Haz dicho las palabras —dice con un tono airoso—.

—¿Palabras? 

—Vendrás conmigo.

Se hacerca hasta mí tomándome de los hombros, al instante desaparecemos envueltos en una niebla. Pará después aparecer en las instancias de otro palacio.

 —Llévenla a su habitación —dice apenas que llegamos—.

Al instante un par de pequeñas manos se apoderan de las mías, tirando de mi camisón, me arrastran hasta una habitación donde soy encerrada.

 —¡Patán! ¡Sinvergüenza! ¡¿Cómo te atreves?! ¡Juro que cuando mi abuela se entere, te colgarán de los juanetes!

El piso es de piedra, hace un frío que hiela el alma, mis manos están heladas, la débil llama en la chimenea no puede calentar este lugar.

La cama está llena de polvo pero no presto mucha atención, hay una ventana lo suficientemente grande como para que pueda pasar por ella.

Sin perder el tiempo corro hasta ella, veo a lo largo y ancho del lugar. 

La noche es oscura, una luz singular se apodera de la ciudad, es aunque no quiera admitirlo, hermosa.

Mi habitación está a una distancia demasiado alta para bajar, con seguridad me rompería el cuello si salto desde aquí.

 —¡Maldición!

Paso toda la noche tratando de idear un plan para salir de aquí, pero mis ojos están demasiado cansados para quedarse alerta toda la noche, pronto empiezo a sentir la pesadez del baile en mis hombros.

Tengo mucho sueño, parpadeo sumergiéndome en un profundo sueño.

Un chirrido sacude mi habitación, de inmediato me despierto.

Un par de viejas manos acomodan un vestido de color púrpura sobre el buró.

 —Majestad —saluda—.

Es la misma goblin que me arrastró hasta este lugar anoche.

—Deseo hablar con él rey —digo casi de inmediato—, dígale que quiero verlo.

—Su majestad no se encuentra en el palacio,  asuntos importantes lo mantienen ocupado —dice cerrando la habitación de un portazo—.

Debo encontrar la manera de reunirme con el rey, así podríamos llegar a un acuerdo, pero mientras no esté, qué diablos podría hacer en este lugar.

Abandono mi camisón cambiándolo por el vestido, es demasiado sencillo para el gusto de los faes, salvo que no soy tan quisquillosa y me lo pongo en pocos minutos.

Tamborileando mis dedos logro hacer crecer una liana, es lo suficientemente fuerte y larga como para bajar por la ventana.

Antes de salir atranco la puerta con el buró y bajo por la liana.

El viento sopla ferozmente, a esta altura cualquier falla puede matarme.

Abajo hay como diez goblins que vigilan las puertas del castillo.

Haciendo uso de toda mi magia, creo un glamour, ahora soy idéntica al rey, debo apresurarme y pasar las puertas.

Mi glamour no es poderoso como para sostener una ilusión por mucho tiempo, pero si logro sostener esta farsa unos minutos más de seguro podré salir del castillo. Toco el suelo con suavidad.

Doy un par de pasos hasta llegar a la entrada del castillo.

 —¡Majestad! —dice uno, mirando a través del yelmo negro; es obvio que este rey causa temor—.

Paso de largo sin responder ni una palabra.

Si me apresuro, llegaré más allá de las murallas y de allí al mundo humano. Mi vida no era de las mejores, pero será mejor que estar casada con un goblin, no importa si es el rey.

Fue un hermoso sueño ser la princesa de las hadas. 

En la corte, mi abuela se encargaría de regresarme aquí con una prontitud que nisiquiera podría explicar que pasó.

Llegando al mundo humano buscaré un trabajo y…

—¡Alteza! ¡Alteza! ¡Porfavor majestad, espere! ¡un momento! —un gnomo corre hasta mí con gran avidez, estoy perdida, freno de inmediato—, ¡la chica humana! ¿recuerda?

"¿Humana? Seguro ya me descubrió, maldición"

—Sí ¿Qué pasa con ella? —trato de fingir con toda la naturalidad que me es posible—.

—Dijo que se le debía de  informar, si algo pasaba con ella.

"Por lo visto no se trata de mí, ¿quién podrá ser?"

—Esta en el ópalo del gran salón, tiene que verlo por usted.

"¡Rayos! Si me hecho a correr, todos los goblins irán detrás de mí, sería extraño que el rey escape de su castillo y de sus guardias. ¡Maldita sea! Parece que no tengo opción"

En un par de minutos estoy dentro del castillo, otra vez.

Dejo que el gnomo camine delante de mi, para no despertar sospechas.

Los demás guardias alinian sus hachas colocándose derechos.

Cada paso que doy es uno que me aleja de mi libertad.

Al principio solo quería hablar con él rey, explicarle los motivos de porqué debería de abandonar nuestro compromiso.

Después me trajo aquí y me dejó en una de las habitaciones del castillo, era obvio que me dejaría ahí por un largo rato, nisiquiera quiso escucharme.

No tengo más opción que largarme de aquí.

Vuelta a la derecha, atravesamos un par de pasadizos, este lugar es sumamente engañoso. Izquierda, arriba y abajo  parece que hubiera caminado toda mi vida.

Al fin llegamos a una habitación, en la que se aprecia un ópalo blanco sobre una mesita de cristál.

 —Allí esta —dice apartándose del ópalo para que pueda verlo—.

La bruma blanca se disipa, revelando a una muchacha, es como de mi edad, solo que ahora está en una oficina finamente decorado, lleva un traje de color rojo, juego de falda y saco que claramente destacan sus ojos gatunos.

Así que su majestad esta enamorado de una humana. Quien diría que el rey de los goblins tiene corazón.

Sostine la bocina de un teléfono en el oído, mira su reloj un par de veces.

 —Hoy, no puedo. Tengo una junta en 10 minutos, dile a Tobi que vendré más tarde.

 —¡Qué diablos están…!

—¡Rayos! —balvuceo—.

Una Noche con el Rey de los GoblinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora