capitulo 9

272 12 1
                                    

Marinette

—¿Y el señor Agreste?—pregunté fingiendo desinterés.

El día de hoy, Adrien no se había presentado y por más que traté de ignorar ese hecho, no lo conseguí.

Kagami negó.

—No lo sé, no contesta mis llamadas—murmuró evitando mirarme.

Presentia algo extraño. La mirada de la señora Tsurugi estaba perdida. Extrañamente vacía y hueca. Como si supiera lo que sucediera y el ocultarlo fuese lo que no quería demostrar.

—Bien, muchas gracias.

Y, a pesar que quise ignorarlo no pude. Ya no quería seguir así. Me había empeñado a ignorarlo, a no pensar en sus vagas sonrisas, a no pensar en su vos, en su cuerpo, en sus manos, en sus pequeñas muestras de afecto que, quizá, en algún momento, significaron mucho porque se le dificultaba; a pensar en la cruel forma en la que me trató.

Mis pies se movían frenéticos yendo al elevador. Subí hasta el último piso y allí entre de golpe a la oficina de Adrien... no estaba allí.

No entendía porque. Sabía bien que él jamás faltaba, nunca se ausentaba a su trabajo.

Luego, sin darme cuenta, mis dedos teclearon unos cuentos números.

Uno...

Dos...

Tres...

—¿Hola?—su vos sonó al otro lado del teléfono.

Se escuchaba cansando.

—S-serñor agreste—perdí el aliento por unos segundos—Solo quería saber por que...—titubeé para preguntar—¿Por qué estuvo ausente hoy?—murmuré.

Mis manos temblaron con el constante arrepentimiento que sentía. Esperé su tajante respuesta pero no llego.
Se escuchó como se removía.

—Ah, eres tú—su vos sonó frenética—Estoy... ocupado, lo siento Marinette.

Y colgó.

Si, colgó.

Pero... mi pecho sintió una gran oleada de cosquillas. Su vos fue gentil, tranquila y suave.

No debía de confirmarme con esas pequeñas cosas.

Pero no podía evitarlo.

—Marinette—Luka me llamó por detrás.

Mi cuerpo no reaccionó. Seguí pensando en sus palabras y en lo miserable que soy por conformarme con ello.

Luka se quedó en silencio.

—Ya veo—murmuró.

Y con esto me di cuenta que olvide apagar el teléfono y allí se podía observar la llamada reciente que tuve con Adrien. Di media vuelta al instante y le miré. No había arrepentimiento. No había enojo, felicidad ni mucho menos tristeza. No había nada.

—Luka—murmuré bajando la mirada.

No sabía que sentir, quiza ya estaba demasiado cansada para sentir. Mis emociones chocaron que no podía entenderlas bien.

—Tranquila—como siempre tranquilo—Esta vez, Mari—acarició mi hombro—Ve... por él.

—No, eso ya no es posible.

—¿Por qué?

—Ya tropecé con él. De echo él fue quien me tiró al suelo.

Asintió y quedó un poco de silencio.

—Hazlo otra vez, y si vuelves a caer yo volveré a recogerte pero, ten por seguro, que está es la última vez que te dejaré ir.

Y me soltó.

Luka dió media vuelta y se fue, no sin antes mirarme corroborando que, pasara lo que pasara, regresaría por mí.

............

Estaba dando vueltas por la oficina aún. No paraba de moverme de un lado a otro. Había pasado horas, horas pensando y esperando.

Hasta que la puerta se abrió.

—¿Qué haces aquí—la vos de Adrien me tomo por sorpresa.

—Yo—balbuceé

Se quedó en silencio y pasó su dedo índice por debajo de sus fosas nasales respirando profundo y rápido.

—Ya deberías estar en casa—murmuró.

Y de nuevo hubo un gran silencio.

Mis manos y piernas temblaron. Esta sería mi última vez. Mi última súplica. Mi último aliento. No hubiese hecho esto de no ser por Luka pero es una espina que tengo que remover para poder avanzar.

—Queria verte.

—¿Para qué?—cuestionó tajante.

Se acercó peligrosamente a mi.
Sentí aquellos nervios recorrerme salvajemente. No sabía si hacerlo, no sabía si debía abrir la boca pero al final lo hize.

—Porque—tomé una gran bocanada de aire—Yo... aún te amo.

Sonrío.
Pero su sonrisa no era una alegre o aquellas que que estaban adornadas con un sonrojo.
Se acercó aún más a mi, de un momento a otro su escritorio ya no me dejó retroceder así que quedo a horcajadas de mi y sentí el olor del alcohol, no era mucho pero aún así estaba presente.

—Lo sé—relamió sus labios—¿Aun no lo entiendes?

Su pregunta me tomó por sorpresa así que casi instantáneamente negué.

—Eres—con su índice tocó mi pecho—solo mía—concluyó y sus labios atacaron los míos.

Podía sentir la necesidad de sus suaves labios. Se movían con los míos a un compás perfectamente delicioso y yo no pude negarme ante ello. De un momento a otro, Adrien apretó mis piernas y me subió al escritorio enrollando mis piernas en su cintura y sus caderas se movieron causando fricción entre nosotros. Su entre pierna estaba notoriamente dura, se restregaba en mi con necesidad. No podía negarme, no quería hacerlo.

—Estás ebrio—murmuré frenando toda acción.

Quizá lo dije inconvenientemente pero estaba bien. Me dejé llevar por mucho.

—No lo estoy, un efecto mató al otro—contestó agitado con sus ojos clavados en mi.

Y si, lo entendí. Él jamás me dejaría ir.

Solo mía➜+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora