V.

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CAPÍTULO V.

CAPÍTULO V

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— Debo irme, chicas — me despedí de Tess y Abby tan pronto como la luz del pasillo se encendió y vi a mi padre cruzar la puerta.

— ¿Sigues despierta? — preguntó con los brazos cruzados, el ceño fruncido.

— Sí, estaba hablando con Tess y Abby. ¿Qué pasa, papá? — respondí, tratando de sonar despreocupada.

— El director citó a tu madre y a mí este lunes para evaluar tu progreso en matemáticas — dijo con un tono de disgusto. — ¿Has estado asistiendo a tus tutorías?

— Sí, papá, no te preocupes. No estoy evadiendo mis responsabilidades para irme de fiesta — respondí, volviéndome en la cama para darle la espalda.

Pero él se acercó y tiró con brusquedad de la sábana que me cubría, haciéndome saltar de sorpresa. Me incorporé, y su mirada severa me taladraba.

— Vania, no tengo tiempo para tus tonterías — suspiró, cansado. — Solo concéntrate en tus estudios. Tu madre y yo no podemos seguir asistiendo a estas reuniones inútiles.

No pude contenerme. Sentí cómo mi irritación se convertía en rabia. — ¡Deberían haberlo pensado antes de tener un hijo! — le espeté.

La respuesta fue un golpe que ardió en mi mejilla. Escuché a mi madre gritar y correr hacia nosotros.

— ¡Edward! ¡Detente! — gritó, pero él levantó la mano en un gesto para que se quedara atrás.

— ¡Tiene que entender, Loraine! ¡Ya no es una niña! — gritó, y su voz resonó en toda la casa.

Con las piernas temblorosas, logré ponerme de pie.

— ¿Esa es tu forma de resolver las cosas? — le grité, frotándome la mejilla aún adolorida.

— Duérmete, Vania — intervino mamá, pálida y temblorosa en el marco de la puerta, con las manos apretadas alrededor de su bata. Observé cómo mi padre se alejaba sin decir una palabra, y mamá lo siguió, sin mirarme siquiera.

Los vi irse, y algo dentro de mí se rompió. Era como si toda la soledad del mundo hubiera caído sobre mis hombros de golpe. Sentí el peso de la soledad y el deseo de desaparecer mientras recordaba aquel estado absurdo de mi close friends.


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— Llegas tarde — me dijo Allan al verme entrar al salón de estudios el lunes, con esa actitud de "yo soy el profesor". Me pasé la mano por el cabello mientras pensaba en el mensaje que había recibido de mi madre: me esperaría en la dirección por la tarde.

EL ALGORITMO HALE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora