La otra cara de Plumas Extintas ha llegado por fin. Si conoces «El Fuego y la Lluvia», esta es la historia de cómo se conocieron Tlau y Rasu, personajes secundarios allí, pero principales aquí. No es necesario que hayas leído la otra parte para aden...
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Rasu y Tlau son tan solo eso. Rasu y Tlau. Aunque en esta ocasión, tienen a una acompañante. Shang se ha agarrado a la mano de Tlau y no se suelta aunque la desborde la emoción.
Rasu no la culpa. Aquel lugar tiene muchísimo color y ruido, todo está diseñado para llamar la atención, en especial de los más pequeños, aunque lo sean tan sólo en apariencia. Tlau no lo engaña, no habían ido allí solo por Shang. Ha pillado más de una vez al águila jugando ese mismo juego en el salón de sus habitaciones.
Le parece mentira que hayan pasado casi dos siglos desde su expedición al bosque chino. Cuando regresó al refugio con las manos vacías, ya había anochecido y encontró a Tlau dormide en el sillón en el que él mismo había estado cuando elle llegó al refugio, y la niña en la camilla de sábanas blancas. Podía notar su vida palpitando y se le escapó una sonrisa. Al menos uno de los dos había conseguido su objetivo. Se fijó en que Tlau aún tenía barro seco en los pies, así que le despertó y lo mandó a lavarse y descansar. Solo consiguió convencerle cuando le prometió que él se quedaría vigilando mientras.
Unos días más tarde, la niña despertó y les explicó todo lo que había pasado. Al final Tlau había tenido razón: aquella niña era la grulla que habían oído gritar, y era el pájaro de la lluvia. No tenía familia a la que regresar, y no quería volver a sobrevolar sola los campos chinos, los cazadores habían aumentado en los últimos tiempos. Tlau se ha hecho cargo de ella desde entonces. A veces, Rasu opina que la consiente demasiado, como cuando le consiguió aquella maquinucha con ese juego de animales tan raros, o como ahora, cuando la ha traído al festival de ese juego y lo ha arrastrado a él porque es su "lugar de origen" y les podría echar una mano si surgía cualquier conflicto. En realidad, Tlau solo quería pasar un día sin obligaciones con Shang y Rasu, y él lo sabía.
—Mira, Shang —Tlau levanta a la niña hasta sentarla sobre sus hombros y ella suelta un chillido de emoción. Rasu niega con la cabeza con una sonrisa. No termina de entender cómo se le pueden dar tan bien los niños al águila. A menudo recuerda su expresión cuando le suplicó salvar a aquellos niños americanos y se le sigue escapando un latido. Rasu dudaba poder llegar a ser tan valiente algún día. Pensar en ello a menudo le hace sentir un terrible peso en las plumas que no le deja elevarse del suelo. Anteponer a los demás a sí mismo no ha sido nunca su fuerte. No fue tras el fénix cuando debió hacerlo porque deseaba quedarse junto al cuerpo de Ben, pese a que buscar a su hermana y salvarla era más importante que velar un cadáver.
Sekwi le ha dicho muchas veces que no es su culpa, que su reacción fue normal, pero eso no elimina el hecho de que ahora tengan que buscar un pájaro entre millones que lleva siglos sin dar señales de vida.
—¡Allí! ¡Allí! —grita Shang. Bota sobre los hombros de Tlau y señala hacia un punto concreto. A Rasu se le corta la respiración cuando Tlau le agarra la mano y tira de él. Mira a su alrededor, pero todo el mundo está demasiado distraído como para prestar atención a un detalle tan pequeño. Toma aire y lo suelta para calmar el movimiento de su pecho. No se da cuenta de que Tlau se detiene y casi choca con su robusta espalda. Le suelta la mano para bajar a Shang al suelo y Rasu se aprieta el dorso. La niña coge un peluche de un pájaro azul y se lo enseña a Tlau y luego a Rasu.