Prólogo

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Una risa sarcástica salio de aquellos labios perfectos, pasaba por alto el ardor que tenía en el pómulo derecho y los nudillos ensangrentados, no había notado el metal sobre su boca. Se acomodó su gabardina negra. Sus ojos notaron un par de manchas de sangre sobre ella.

— Mierda, has ensuciado mi nueva adquisición. — chasqueo su lengua. Se acercó al cuerpo sin vida que estaba en el suelo a unos metros de él. — Pero lo bueno es que ya aprendiste a no meterte conmigo.

Sabía que no habría respuesta alguna, el hombre estaba sobre un charco de sangre, su cabeza había sido golpeada por una columna de cemento.

El lugar era viejo, un edificio antiguo, a veces se quedaba ahí, observando y planeando su siguiente movimiento; y a veces buscando al menor. Agradecía un poco la lluvia ya que los truenos podían camuflajear los gritos con ello.

— Creo que te has pasado un poco. ¿No crees?

Una voz conocida le hizo sorprenderse, aunque no se inmutó. Sus ojos buscaban entre la oscuridad aquel cuerpo, aquella persona, pero solo había oscuridad.

— ¿Querías que dejara que me diera una paliza?

— Tal vez... A veces cuando te hacen enojar de más te pones un poco más... pervertido.

Alzo su comisura a su dirección aunque no podía verle.

— Me conoces muy bien.

— Un poco.

— Era mi vida o la de él, así que... Te aseguro que nadie lo extrañará.

Llevo un cigarrillo a su boca, saco el encendedor, puso la flama llevándola cerca de su rostro, inhalo un poco el humo y lo fue sacando poco a poco.

Entre la oscuridad vio salir a un hombre con traje negro, llevaba una gabardina de piel que le llegaba a las pantorrillas. Unos mechones estaban cayendo sobre su frente, siempre admiraba su rostro perfecto, su postura y sus ojos oscuros que siempre lo miraban con un brillo diferente. Su comisura se alzo despacio, hasta formar una sonrisa ladina.

— Te felicito, Vachirawit. Cumpliste tu promesa.

— ¿Cuál de todas? — Pregunto curioso. Se recargo en el marco más cercano. — ¿La de protegerte de cualquiera que quisiera lastimarte, seguirte a donde fueras o...? — Su voz se entrecorto por cuestión de segundos. — ¿Dejarte de amar cuando te fuiste?

Dio un par de pasos más, tenía su diestra escondida en su bolsillo delantero del pantalón.

— Protegerme de cualquiera. Y que no se llevarán el dinero. ¿Cierto?

— No iba a permitir que se llevarán el maletín con el dinero.

— Sabes perfectamente que no venían por eso. — camino despacio hasta quedar a un lado del cuerpo. Se puso en cuclillas y lo revisaba con la mirada. — Tiene el mismo tatuaje.

La piel se le erizo y sintió un frío recorriendo su cuerpo. Antes de que pueda decir algo continuo.

— Ha venido por mi. Sabe que he regresado a la ciudad, y se que vendrán más. — Se levantó y camino rodeando el cuerpo. Se detuvo unos metros del chico y lo recorrió con la mirada.

— Te dije que te iba a proteger, no soy tan estúpido para dejarte ir. No otra vez.

— ¿Y que Pretendes hacer?

— Voy a perseguirte, aunque no quieras, yo estaré detrás de ti.

— ¿Y no cometes un error?

— Ni un poco, Metawin. Yo te voy a proteger, estamos lado a lado.

— No cambias, Vachirawit. — su sonrisa incrementó un poco más dejando ver sus dientes blancos. Su cabello estaba impecable, tenía una mirada fría, pero cada vez que lo miraba, se suavizaba.

— Te extrañé, Opas.

Le vio serio, pero un brillo en sus ojos paso rápidamente, unos segundos y nuevamente el oscuro y frío de su mirada regreso. No dijo nada, tenía la esperanza a que también le hubiera extrañado.

— Y yo a ti.

Soltó el aire que estaba reteniendo, no sabía en qué momento pasó. Le dio una calada más al cigarro sin despegar la mirada de él.

— Demuéstrame. — Le reto.

El menor sonrió ladino, rompió toda distancia, sus ojos le buscaban los suyos. ¿A caso era su imaginación? ¿Estaba borracho? La mano ajena se poso sobre su mejilla y acaricio suavemente.

— No seas delicado, Metawin... — Ya sentía en calor inundando su cuerpo, su pecho subía y bajaba.

— No pretendía hacerlo. — Dijo firme. Le puso la mano detrás de la nuca y lo acercó. Pego sus labios a los suyos. Al principio fue un beso seco.

Su cuerpo reacciono rápidamente, tiro el cigarro y puso sus manos sobre su cintura, acercandolo todo lo que podía, sus besos eran más intensos, más llenos. No quería separarse. Era real. Tenía un sabor a menta y vodka.

— Te amo, Metawin. Por favor... quédate. — Dijo en un susurro en sus labios.

— ¿Para toda una vida?

— En todos mis universos.

𝖠𝗅𝗐𝖺𝗒𝗌 𝗒𝗈𝗎𝗋𝗌, 𝖠𝗅𝗐𝖺𝗒𝗌 𝗆𝗂𝗇𝖾. 𝖠𝗅𝗐𝖺𝗒𝗌 𝖾𝗍𝖾𝗋𝗇𝖺𝗅 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora