• Capítulo 2 •

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KILLIAN

Cuencas arrancadas.

Laceraciones en garganta, pecho y brazos.

Miembros superiores e inferiores arrancados, ¿tal vez echo con rabia? No había signos de que fuesen cortes limpios.

Corazón desaparecido.

—¿Crimen pasional? —oí preguntar a Valdya, la compañera de mi hermano.

—No lo creo, la persona que hizo esto lo tenía todo calculado —comenté a medida que seguía sacando fotos—, aunque todo pareció torcerse.

—Ilumínanos, Sherlock —la teñida de rosa habló apartando la vista del cuerpo claramente incómoda, a pesar de llevar dos años en el equipo.

—Cada uno de los cortes tienen misma longitud en todos los lados —mostré la incisión en la muñeca—. Ni un centímetro más, ni un centímetro menos. Y parece que querían extraer toda la sangre posible...

—A veces no entiendo porqué no estudiaste la carrera de forense, hermanito —interrumpió Rhory acercándose para examinar el registro llevado en la tableta—. Hannah Darren, mujer de veinticinco años, licenciada en biología sanitaria de la Universidad High Blood y este año debutaba por segunda vez en las pasarelas.

—¿Pareja?

—Al parecer llevaba una vida alejada de ese tipo de relaciones, según su compañera de piso —informó mirando a la mujer—. Así que tu teoría es errada.

—¿Cómo lo has...? Oído vampírico, a veces se me olvida —murmura con cierta molestia a lo que la miramos divertidos.

—Cuando quieras te convertimos —propuse burlón.

—No, gracias, no podría vivir sin el amor de mi vida, el chocolate —arrugó la nariz imaginando una vida sin aquello que amaba y suspiré con melancolía puesto que no recordaba ni cual fue el último plato que comí antes de convertirme en lo que soy ahora.

Fijé la vista en el cuerpo, el cual estaba tapado con una sábana esperando ser examinado por el forense, y recordé el momento que sucedió.

Mis ojos estaban tratando de prestar atención al evento para así sacar fotografías y venderlas a buen precio, pero era imposible cuando tenía a unos metros la presencia de una chica que me había encandilado de manera sobrenatural, Selene Solasta, una bruja fuera de mi alcance a los ojos de todos. Su vestido negro envolvía su cuerpo como si de un regalo se tratara, haciendo que me cuestionara que podría haber debajo de él, pero lo sabía y era una imagen que jamás se me ocurriría borrar.

Esa bruja, ese pecado, me llevará al infierno, aunque pagaría el precio mil veces.

Recuerdo el momento en el que se ausentó, al principio pensé en seguirla y reclamarle los comentarios soltados hacia mi persona de manera que se arrepintiera de haberlos dicho, pero después recordé nuestro acuerdo y como hombre de palabra que era, me contuve esperando al acecho.

Pero cuando volvió, supe que algo no iba bien, a pesar de todo la conocía lo suficiente para conocer sus mentiras y falsedades actorales, temí por un momento que fuese por el tema de siempre, aquel del que ella se negaba a hablar aunque se la intentara ayudar: su madre.

A pesar de que era Daphne la que tenía el poder de poder dominar con su voz a las personas de su alrededor, lo cual despreciaba, la madre de la mujer que me tenía hechizado lograba lo mismo ocultando toda la mierda que arrastraba y salpicaba sobre Selene. Aún recuerdo su mirada cuando me di cuenta de todo aquello, pero es una historia para otro momento.

—Killian —observé a mi hermano—, ¿podrías comprobar si en tus fotos hay algo que nos pueda ayudar?

—¿Qué buscas exactamente? —conociéndolo ya tendría una base por la cual dirigirse. No era su primer caso brutal, y a estas alturas llevaba demasiados casos a lo largo de su carrera como para saber intuirse según me había comentado desde que desperté hace algunos años.

Legado de sangre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora