CAPÍTULO TREINTA

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CAPÍTULO TREINTA
PANADERÍA ROSEWELL


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—¿Izzy quiere ser tu parabatai? —preguntó Alec diez minutos después, sorprendido—. Ni siquiera sabía que quería uno.

—Yo tampoco lo sabía —respondió Adrian.

Caminaban por la ciudad, ya que no había tanta gente como Adrian pensaba. Aún no habían llegado muchos cazadores de sombras. Aunque las calles estaban vacías, salvo por algunas personas, Adrian y Alec seguían sin tomarse de la mano. En Idris, era mejor prevenir que lamentar. No sabía si su padre tenía gente vigilándolo, pero no iba a descartar esa posibilidad.

—¿Qué le dijiste? —preguntó Alec al cabo de un momento, cuando quedó claro que Adrian se había sumido en sus propios pensamientos. Adrian parpadeó y trató de aclarar sus ideas.

—Le dije que lo pensara un poco más —Alec le lanzó una mirada incrédula. Adrian se encogió de hombros. Tenía sus razones, pero eso no significaba que Alec no se sintiera a la defensiva. Isabelle era su hermana pequeña—. Si ella sigue queriendo ser parabatai cuando volvamos a Nueva York, entonces voy a decir que sí —Adrian hizo una mueca al ver la expresión que se formaba en el rostro de Alec—. No le dije que no, no me mires así. No la rechacé.

—Si quieres ser su parabatai, ¿por qué no lo hacen ahora? —preguntó Alec, desesperado. Adrian contuvo un pequeño resoplido de indignación. Normalmente Alec guardaba ese tono para Jace.

—Porque no quiero que tome una decisión impulsiva y se arrepienta —admitió Adrian. Caminó un poco más lento y un ceño fruncido apareció en su rostro. Ya casi habían llegado a la plaza y estaba más concurrida que las calles de la ciudad. Miró a Alec de reojo—. No quiero que me odie, ¿sabes?

Alec bufó. Adrian giró la cabeza por completo y enarcó una ceja cuando Alec negó con la cabeza, incrédulo.

—Izzy nunca podría odiarte —dijo Alec, todavía en ese tono exasperado—. Nadie podría odiarte —la última frase salió más suave, tan baja como un susurro, como si Alec no hubiera querido decirlo en voz alta. A juzgar por la expresión avergonzada que apareció de pronto en su rostro, eso era.

—Bueno, te sorprenderías —dijo Adrian, divertido, aunque la mayor parte de él sólo quería que Alec se sintiera cómodo. No quería incomodarlo en su primera cita—. Tengo muchos exes resentidos. No todos pueden ser como Ollie —Alec no respondió a eso y Adrian no le dio importancia. Ya casi llegaban a la plaza. Asintió con la cabeza y alargó la mano para tocar el brazo de Alec—. Ahí está Cartway's. Siempre sacan cosas nuevas cuando hay una gran reunión de la Clave, es cuando pueden vender más. Ahí puedes encontrar una chaqueta.

Sólo cuando Adrian comenzó a caminar y Alec no lo siguió, se dio cuenta de lo callado que estaba. Adrian giró sobre sus talones para mirarlo, frunciendo el ceño, confundido. Alec miraba fijamente la acera con expresión preocupada. Adrian metió las manos en los bolsillos de su chaqueta e inclinó la cabeza, acercándose un paso. Alec levantó la vista, lo miró y luego apartó rápidamente la mirada. Adrian soltó un suave suspiro.

—¿Qué sucede? —preguntó, aunque sentía que sabía la razón. Alec negó con la cabeza, cruzando los brazos sobre su estómago.

—Nada, yo solo... —murmuró.

—Fue la mención de mis exes, ¿cierto? —dijo Adrian. Alec hizo una mueca de inmediato y giró la cara, con las mejillas enrojeciéndose poco a poco.

—¿Cómo lo supiste?

—Éramos mejores amigos antes de salir, Alec, eso no ha cambiado. Te conozco.

SMOKE AND MIRRORS ──── alec lightwood. [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora