Taylor Lovegood Lupin, la hija de Atenea y Remus Lupin, melliza de Nadine Lovegood Lupin, se enfrenta a una aventura junto a sus mejores amigos de la infancia Harry Potter y Neville Longbottom y a sus amigos de Hogwarts Hermione Granger y Ron Weasle...
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"I don't like him"
Los días pasaron y las clases empezaron sin pasar nada interesante, hasta que el jueves, para desgracia de Taylor, tocaba la primera clase de defensa contra las artes oscuras. Era horrible en esa materia, mientras que Nadine era impecable.
—Alastor Moody. —dijo el profesor—
Apuntó su nombre en la pizarra y a presentarse. Daba algo de miedo. Ambas sabían que era algo amargado, pero, ¿tanto?
Ellas —y todos— preferían a Remus como profesor de esa materia, pero renunció gracias a Snape. Atenea seguía teniendo algo pendiente con él, no se quedó a gusto diciéndole sus cuatro cosas.
Nadie se atrevía hacer preguntas o hacer ningún simple sonido.
—En lo referente a las artes oscuras... yo me inclino por un enfoque práctico. Pero antes, ¿quién podría decirme cuántas son las maldiciones imperdonables?
—Tres, señor. —habló Hermione con temor—
—¿Por qué llevan ese nombre?
—Porque son imperdonables. El uso de cualquiera de ellas...
—Se condena con el ingreso a Azkaban, correcto.
Todo de la nada empezó a pasar muy deprisa. Parecía que el profesor estaba de acuerdo con enseñarles las maldiciones imperdonables y una tiza salió volando hacia Seamus. Ese tío sí que era raro.
—¿Por qué hechizo empezamos? ¡Weasley!
—¿Sí? —dijo con miedo en su voz—
—En pie.
Él lo hizo mientras la rubia negaba con la cabeza. ¿Qué tipo de educación era esta? Mejor, ¿qué tipo de lunático era él?
—Díganos una maldición.
—Mi padre me ha hablado de una. La maldición imperius.
—Sí, tu padre la conoce muy bien.
Estaba en total desacuerdo con aquello, tanto, que dejó de prestar atención y se puso a dibujar.
Los alumnos empezaron a reír, otros a chillar de temor, pero no se daba cuenta, ni siquiera sabía el motivo, estaba en su mundo. Por otro lado, Nadine, sufría por que esa estúpida araña —o lo que fuera esa cosa— llegase a ella. Desde muy pequeña tenía fobia a estas.
De un momento a otro, la clase estuvo en silencio.
La castaña se puso tensa cuando el profesor dijo el apellido de su mejor amigo Neville.
—...La maldición cruciatus. —eso llegó a los oídos de la rubia haciendo que volviera a prestar atención—
