3🎤

213 8 44
                                    



Capítulo 3| En las tinieblas siempre hay luz

Ian


Abro la puerta del baño encontrándome a un Seth a punto de aporrear la puerta con el puño. He detenido su acción con el brazo en alto.

—Ya era hora tío, me estoy cagando —este entra cerrando la puerta después.

Voy hacia el sofá donde está Aaron echando una partida a la play. Termino de secarme el pelo, algunas gotas caen sobre la camiseta negra. En ese momento, Riley llega de donde quiera que haya estado, seguro que con su sirenita, y en su cara se aprecia una sonrisa bobalicona. No dudo en meterme con él, empezando una guerra de pullas.

—Al menos yo tengo corazón, capullo.

—¿Quién dice que yo no tengo corazón? —termino la pregunta al mismo tiempo que Seth sale del cuarto de baño dejando un olor asqueroso. Cierra la puerta gruñendo cuando los tres le ordenamos hacerlo.

—Tú lo que tienes es un corazón negro.

Le muestro el dedo a Seth y paso a preguntarle a Aaron porque tan callado. Al parecer, este está conociendo a alguien. La conoció en Times Square, en fin de año. Como veo que solo van a seguir hablando de romanticismo y cosas empalagosas, les aviso que me voy a echar un rato en la cama y me largo de allí dejando a dos románticos y un porrero jugando a la play con Aaron.

En cuanto estoy dentro, solo tengo en mente ir a mi cama y dormir, pero inconscientemente, me detengo delante de mí mitad del armario; al ser un estudio, las habitaciones no son muy grandes y compartimos armarios. Lo abro, todo ordenado pues odio el desorden, lo que hace menos difícil encontrar lo que busco.

Cojo el oso panda de peluche y me siento en el borde de la cama.

Miro el oso, recordando al dueño: Matt.

Mi madre me lo dio cuando murió mi hermano, pues sabía que yo era el que más unido estaba a Mat y desde entonces, no me he separado de él. Creo que, una parte de mi sabe que, mientras lo tenga, mi hermano sigue conmigo. La rabia me consume y acabo tirando el peluche de vuelta al armario para después, tumbarme en la cama bocarriba. Me pongo de lado al cabo de unos segundos y cierro los ojos, intentando dormir. Digo "intentar", porque no consigo dormir como quería.

"—¡Vete a la mierda, Matt! Pero papá te va a castigar"

"—¡Vete a la mierda tú, Ian! Uy si... ¡como si tú fueses un santo!" —exclama Matt del mismo tono que yo. Aparto la mirada de la carretera y la poso en mi hermano, cabreado.

"—Matt, no me toques los cojones"

"—¡Yo solo quería divertirme! —grita; cuando aparto la mirada para posarla en mi hermano con rabia, le grito que la diversión no es solo drogas, putas y alcohol hasta reventarse el hígado y menos con dieciséis años —Venga ya, me va a hablar el que perdió la virginidad con catorce.

"—¡Pues sí! Porque no quiero que...

"—¡CUIDADOOO!"

El grito final de Matt me despierta. Me encuentro sudado, con el corazón a mil por horas. La respiración me es irregular. Llevo las manos a la cabeza y luego esta, la echo para atrás. Inhalo y exhalo. Hago eso tres veces hasta que me tranquilizo. ¡Joder! Otro sueño. Miro la hora en el móvil y me sorprendo al ver que son las diez de la noche, ¿se puede saber cuánto he dormido? Me levanto de allí y cuando salgo, no hay nadie en el estudio.

Cuando las rosas dejen de arder  #2 SERIE AM /PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora