Primeros pasos
Era un pequeño bebé en aquel entonces, mi único recuerdo de ese día, son árboles verdes superaltos, que se mecían a la par del viento. Enrollado solo escuchaba las hojas y ramas sacudirse, acostado en una canasta y una manta raposa. Quizás sea raro que tenga recuerdos desde muy temprana edad, nunca me puse a meditarlo correctamente…
En fin, volviendo al momento, recuerdo que sentía el viento pasar por arriba de mí. Sin embargo, todo se torna borroso hasta que de repente tenía a dos señores jóvenes en frente de mi cara, o al menos eso parecía.
Estos tenían expresiones de confusión y emoción en sus rostros. No eran los únicos confundidos, pues si bien era un bebé que apareció repentinamente en una casa de dos señores extraños, creo que el que debería estar más confundido era yo. Pero era pequeño, las emociones para nada eran lo mío, por lo cual decidí llorar en busca de algún consuelo.
Uno de ellos me tomo con cuidado intentando cargarme en sus brazos, calmándome delicadamente, me acurrucaba y me mecía de un lado a otro de una manera sutil. Mientras lo hacía comencé a relajarme, sus brazos estaban calientes en ese momento, después de estar en una canasta con una manta delgada y lleno de frío este cambio de temperatura se sentía tan cálido y gratificante. Deje de llorar minutos después de que él me tomara en brazos, cerré los ojos sintiendo seguridad y compañía. Podía escuchar sus voces hablando, sin embargo, yo estaba entrando en un sueño profundo que no logre escucharlos. Lo último que recuerdo es estar en una mecedora con el sujeto cargándome en una chimenea prendida mientras olía a comida cocinandose.En ese momento yo no estaba consciente de que me habían aceptado en su hogar como hijo de ellos. Me llamaron Asher, por su significado de “ser que es bendecido, o feliz al nacer”, es algo irónico si lo piensas bien.
El hecho que me acogieran en su hogar, fue un sentimiento de plenitud y seguridad. Les agradezco tanto que me hayan acogido como su hijo ese mismo día, si bien no hubiera estado vivo las noches siguientes. El estar durmiendo en una cuna hecha de bambú por ellos mismos, especialmente para mí, se sentía tan irreal. Puede que ellos no sean de la realeza o de sangre pura, pero eso para mí no se compara a su enorme corazón que tienen.
Los dos hombres se referían a sí mismos constantemente con los apodos de “raspudo y gafas”, así que imagine que así se llamaban.Mis dos nuevos padres eran muy amorosos, supongo ya porque era su único y primer hijo. Lo poco que ellos sabían, ellos trataban de enseñármelo. Mis memorias de esos tiempos tienen un recuerdo de felicidad y compañía, jamás me trataron mal de ninguna manera, todo lo contrarió, me consentían demasiado.
Paso un tiempo después, cuando por primera vez camine por la casa, la historia si bien es peculiar, pues mis padres ni siquiera estaban tanto de que yo había empezado a caminar. Recuerdo como paso toda esa ocasión, en la cabaña había un patio donde mis padres cosechaban sus alimentos, ese mismo día ellos estaban afuera recolectando fresas para el desayuno y la mermelada que iban a hacer. Recuerdo a ver quedo ir con ellos, pero me dejaron el sofá sentado con un libro de ilustraciones, yo tenía demasiadas ganas de ir al patio a comer y recoger las fresas, quería divertirme. Seguro de eso, intente bajarme del sofá imitando los pasos que mis papás hacían al caminar; una pisada, luego otra y así seguidamente. Pude conseguir llegar hasta la puerta del patio trasero con un poco de tambaleo y tropiezos, ya casi llegaba a mi meta, justo después de avanzar hasta el patio me resbalé en el piso, pues había restos de tomate en el suelo que se le habían caído a uno de mis padres. Azote en el suelo sentado haciendo un fuerte ruido que haría que mis padres voltearan a verme, rápido gafas vino a auxiliarme.
— ¡Ash! ¿Estás bien? — preguntaba mi papá preocupado.
Respondí afirmativamente su pregunta, ya que solo me había dolido la caída. A la par que respondía, mi otro padre venía cargando las canastas de fresas dejándolas en el suelo para agacharse junto a mí.
— ¿Cómo llegaste hasta aquí? Aún no te hemos enseñado a caminar. — Preguntaba papá mientras me alzaba del suelo cargándome en sus brazos.
Yo me encojo de hombros haciendo señal a que no sabía como, pues me di cuenta de que podía sacar a beneficio está situación. Gafas se acercó apoyándose en el hombro de mi padre para mirarme con una pequeña sonrisa, la cual yo le correspondí.
— Quizás voló hasta aquí, cariño. — dice sarcásticamente mientras me mira.
— ¿¡TU LO CREES!? — pregunta mi papá exaltado creyendo que lo decía en verdad.
En ese momento mi padre y yo nos empezamos a reír de su respuesta, y él solo nos miraba confundido.
— ¡Ahg! No hagas esas bromas, qué humillante — reprocha mientras entrabamos a la casa.
Después de todo lo pasado aquel día, comencé a caminar más seguido, a veces hasta ellos se asustaban de no encontrarme en cierto lugar. También me di cuenta de lo fácil que aprendía a hacer cosas, acciones o palabras con solo observar y escuchando a mis padres.
Mucho tiempo después mi curiosidad por todo había aumentado como mi hiperactividad. No podía estar quieto en un sitio sin tocar nada porque me aburría demasiado rápido, mis padres al notarlo pensaron que sería una buena idea dejarme explorar más el área donde vivíamos. Por lo mismo, empecé a salir afuera más seguido conociendo el mundo exterior de una manera más amplia. Si bien afuera era magnífico, toda belleza tiene su lado malo de cierta manera. Obvio había criaturas peligrosas, pocas veces logres cruzarme con alguna y vaya que tenía suerte que no me vieran. Lo que más me gustaba de cada día era poder conocer cosas nuevas, y llegar a casa para contarles a mis padres todo mi nuevo conocimiento mientras cocinaban la cena, siempre me divertía mucho esos días.
¿Recuerdan que ellos no son mis padres de nacimiento? Seguro que sí. El punto aquí, es que ellos no estaban seguros si yo tenía poderes o no, sinceramente yo tampoco sabia. Mi padre intentaba enseñarme hacer magia, recuerdo que tenía un libro indicando los diferentes poderes de cada una de las criaturas y habitantes mágicos, cada cierto tiempo intentaba mostrarme alguna interacción con la magia y por más que imitara sus movimientos seguía siendo un niño común no mágico. Con el tiempo se rindieron, y lo olvidaron. Sin embargo, yo nunca lo hice, cada día practicaba los movimientos aprendidos, pero seguía sin dar señales de nada, una parte de mí realmente deseaba tenerlo algo especial.
Siguiendo con el tema de que ellos me acogieron en su hogar, nunca habíamos hablado del tema. Yo no tenía la necesidad de hablarlo y quizás ellos menos, por lo cual no le prestaba atención. Un día por el pasillo cerca de las escaleras del segundo piso pude escuchar como tenían una conversación a voz baja en la cocina mientras bebían café, la luna ya se asomaba en el cielo, así que se suponía que yo debería haber estado dormido, pero me desperté por la iluminación de las velas abundantes. Admito que los espíe, y no me puedes decir nada, tú harías lo mismo si tus padres hablaran de una forma cuidadosa.
— Cariño, tú tienes alguna idea del ¿por qué habrán dejado a Ash en nuestra puerta? — pregunta susurrado mientras movía su taza de café de un lado a otro.
— Quizás su falta de magia haya sido la razón, no obstante agradezco por su aparición en nuestras vidas. — Responde con voz ronca y suspira
— ¿Crees que haya sido realmente por eso? Ay, no, qué fea es la gente de esos lugares. Ya ni siquiera a un pobre bebé le tienen piedad. — Juzga mientras dirige su taza a sus labios para beber el café que le quedaba en su taza artesanal.
Después de lo dicho me voy a mi habitación, con cuidado de no ser escuchado. ¿Realmente me habrán dejado por qué no tengo magia? Si bien caí en la suerte se sean ellos mis padres ¿Pero y si no era así? Eran las preguntas que después de esa noche pasaban por mi mente. Nunca les mencione que había escuchado su conversación, pues el tema de cómo había llego a sus vidas nunca se presentó en ninguna plática casual conmigo.